“¡El futuro es de todos!”, nos tiene en ascuas.

Autor: Héctor Jaime Guerra León
3 julio de 2019 - 12:00 AM

Entiéndase a la pobreza como lo lejos o cerca que se encuentra “una familia (hogar) de los servicios provistos por el Estado (como educación, salud e infraestructura urbana, entre otros), la inserción laboral precaria y los bajos salarios

Medellín

Hector Jaime Guerra Leon

 

En verdad, Colombia y muy a pesar de los grandes esfuerzos que se hacen por parte de muy destacados sectores y líderes empresariales y políticos, se ha estado hundiendo en una lamentable confusión de carácter gubernamental y social de la cual no ha sido posible salir.

El pueblo colombiano mayoritariamente apoyó las propuestas lideradas por el actual presidente y con las cuales se le prometía, entre otras muchas soluciones, emprender acciones que acabarían con la división, el enfrentamiento y la intolerancia política y social que ha existido en nuestro país y que ha crecido infortunadamente en los últimos años. Todo ello enmarcado dentro de un rimbombante lema de campaña que aludía a que con el nuevo presidente el futuro iba a ser de todos.

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Aun recuerdo como -con gran alborozo y sumisión-, pensando en el gran cambio y las múltiples innovaciones que se harían en el prometido relevo gubernamental, gran cantidad de personas, las suficientes para ganar, asistían al espectáculo nacional donde a la forma de un gran circo o de la mejor escena teatral, se exponían por el joven y elocuente aspirante y su séquito de asesores y dirigentes, las más llamativas y acogedoras propuestas, para cautivar el alma de un pueblo que por esas calendas exhausto estaba, después de haber entrado en una de las etapas más complejas y difíciles que pudiera vivir un país que soñaba con haber encontrado el definitivo camino que lo conduciría a la paz y la reconciliación que por más de medio siglo había estado buscando sin éxito alguno.

¡El futuro es de todos!, gritaban propios y extraños, pero todos ellos en la creencia absoluta de que con Duque en la presidencia, el país emprendería el camino definitivo al desarme de los espíritus enfrentados por la polarización y los grandes odios y pasiones originadas por tantos años inmersos en las incontables violencias que por múltiples causas se han generado en nuestra patria.

Hasta los más escépticos pudieron pensar que podría ser cierta la llegada al alto mando gubernamental colombiano de un líder que definitivamente abriría las puertas de un Estado más democrático, participativo, equitativo, incluyente y pluralista, para retomar el rumbo de pacificación y redención que tenía propuesto el país y con lo cual se había conquistado la aquiescencia y el apoyo de las mayorías ciudadanas.

Pero –como casi siempre ocurre en nuestra maltrecha democracia- con el paso del tiempo todo se fue aclarando, bajó el calor producto de las pasiones y el jolgorio originado en el éxito de la campaña y las promesas pasaron del discurso en el debate electoral a los anuncios en los estrados oficiales de los proyectos del naciente gobierno.

Que no se harían “trizas los acuerdos de Paz”; que no habría reforma tributaria y mucho menos subir los impuestos, que se promovería la formalización y el aumento del empleo; no habría aumento de la edad para las pensiones; que la producción sería sostenible, especialmente la rural, a la cual se le prometió prestar prioritaria atención, etc.

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Uno de los más atractivos y cautivantes ofrecimientos de la aludida campaña era que durante este gobierno se iba a trabajar intensa y denodadamente por acabar con las “brechas de pobreza”, existentes entre quienes todo lo han tenido y quienes nada tienen. Es decir; se prometió luchar abierta y decididamente contra la desigualdad, la inequidad y la injusticia social, tan comunes en nuestra sociedad actual.

A la luz de lo que son dichas brechas, como dice María Cristina Bayón en su libro La Integración Excluyente, entiéndase a la pobreza como lo lejos o cerca que se encuentra “una familia (hogar) de los servicios provistos por el Estado (como educación, salud e infraestructura urbana, entre otros), la inserción laboral precaria y los bajos salarios”.

La verdad hay que decirlo -con toda sinceridad- que en el marco de estas situaciones, el ejercicio gubernamental prometido no ha podido ejecutar con éxito casi ninguna de las promesas realizadas; pues su atención ha tenido que centrarse en otros aspectos y dificultades que se han generado, teniéndose que dedicar con mayor esmero a atender las relaciones internacionales (como la pelea con Venezuela, entre otros tópicos). Asuntos que le han quitado más tiempo de lo deseado, en detrimento desde luego de la gobernabilidad interna de la Nación y de las muchas expectativas y anhelos que originaron su elección.

Por ello, es que ya para muchos en Colombia, “¡El futuro es de todos!” realmente nos tiene en ascuas.

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