El que habla y habla con la intención de persuadir al otro para sacar provecho es un “camellete”, seguramente porque aquello es labor trabajosa y al trabajo (empleo, oficio) le llamamos “camello”
El español es uno y muchos. Uno porque si juntamos un madrileño, un quiteño, un bonaerense y un paisa en una sala, se entenderán sin dificultades. Y es muchos, asimismo, porque si cada uno usara el español de su región, la comunicación se complicaría. Ninguno, además, podría decir que su español es más correcto que el de los contertulios, nunca.
El paisa diría que aquello, la reunión entre los cuatro, es un “parche”, que es el grupo de amigos que se reúnen frecuentemente y, también, el lugar donde se reúnen. De aquí que “parcharse” sea sinónimo de “reunirse” y, doblando un poquito este significado, “ubicarse en cualquier lugar” (“me voy a parchar en la sala”).
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Pero, ¡pilas!, que charlar, aquí, no es solo conversar, también es bromear, y si dos personas entablan una relación mayor que una amistad, pero menor que un noviazgo, decimos que están “charlando” (nada que ver con “bromear”, en este caso).
El que habla más de la cuenta o tiene el hábito de mentir (el mentiroso, el mendaz) es un “casposo” y el que habla y habla con la intención de persuadir al otro para sacar provecho es un “camellete”, seguramente porque aquello es labor trabajosa y al trabajo (empleo, oficio) le llamamos “camello”, con su respectivo verbo, por supuesto, camellar, en virtud del cual quien trabaja es “camellador", no un “camellete”, como pueden ver.
Una persona habilidosa es un “teso” y las amables y bondadosas son “bacanes”. El amigo es “parcero” y el amigo que conquista a cuanta dama se le cruce es un “pegón”. Un inteligente es “una cabeza”, un bromista es un “pato”, un señor mayor, no necesariamente anciano, es un “cucho”, también “cucho” es el papá y, cómo no, “cucha” es la mamá. Una fiesta es una “farra”, palabra que al parecer viene del portugués y, más allá, de ferha, una palabra árabe dialectal que significa, precisamente, fiesta.
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Comer es “meloniar” o “jartar”, la comida, cualquiera del día, es la “melona” y el hambre es “filo” o “gurbia”, palabra que aparece en el Diccionario de la lengua española (con otro significado). Caerse es “pegar pelo” o “despelucarse” y pelear es “agarrarse”. Y nada tiene más nombres que los órganos sexuales, como, seguramente, ocurre en todas partes, y ocurre porque aquello que se censura resulta teniendo muchas palabras: pipí, chimbo, palo, bochi, pájaro (por un lado) y cuca, chimba, pájara (por otro).