Necesitamos de una clase empresarial capaz de reconciliarnos y, esto es, retomar el rumbo perdido, recuperar el camino, caminar juntos
Definitivamente la paz nos pertenece a todos. Dejó de ser un asunto de los políticos desde el mismo momento en que la sociedad civil empezó a ser la victima suprema del conflicto. En esa cadena, los empresarios no se quedaron atrás, muchos, inclusive, tuvieron que buscar protección y terminaron agravando el asunto. Esta no es una historia nueva y las versiones son muchas, así que me limitaré a hablar hacia delante, con el deseo de seguir animando las iniciativas existentes sobre el rol que deben jugar los empresarios en este proceso. Inclusive, no hablemos del acuerdo de paz, ese que polarizó al país, ese que nos dividió, ese que generó una fractura más en este cuerpo descompuesto por la guerra; hablemos del proceso, del que va caminando sin agendas políticas, sin caudillos, desde las bases, desde los que han decidido alejarse del problema parlamentario y se han centrado en la gente, la familia, la cultura, las comunidades, los territorios, la economía, el emprendimiento y la empresa. Hay una tecla del computador que se llama Backspace, es la tecla que originalmente empujaba el carro de la máquina de escribir y nos llevaba una posición atrás. En los sistemas informáticos modernos se encarga de borrar las palabras que están mal. Del mismo modo, en algunos sistemas informáticos con esta tecla uno puede ir a la página anterior para navegar en ella. El Backspace, no sólo tiene la capacidad de borrar lo que consideramos que está mal, sino que nos posibilita a navegar por los escenarios donde ya habíamos estado antes. A nuestra historia, la que nos correspondió como colombianos, no le podemos dar Backspace para borrar, qué más quisiéramos. ¿Para qué ir más atrás? ¿Para seguir escrutando cómo la cultura del narcotráfico permeo todos nuestros ambientes? ¿Ir al punto en que al Estado le quedo grande el país? ¿Ir hacia atrás, para entender en qué momento nos dañamos, empezamos a sobornarnos, nos volvimos tan arribistas, cuándo nos empezamos a mirar por encima del hombro y creernos ser de una mejor familia simplemente, por tener un pan más que los otros? No más, miremos hacia delante y empecemos a apostarle a algo nuevo, algo que solo puede salir de nuestros emprendedores y empresarios.
Hay quienes han construido ya una hoja de ruta sobre las oportunidades para el fortalecimiento y crecimiento del empresariado colombiano dentro del proceso de paz. Para que esta ruta se dé, debe tomar como base la verdad. Esta es la condición de posibilidad para poder interactuar sobre la base sólida de la reconciliación. Es un proceso que invita a todos los emprendedores del país a volcarnos sobre las zonas y las personas que estuvieron en el conflicto, se trata de la reflexión que se fue construyendo y que nos trajo hasta este lugar. Son estas zonas las que nos deben ayudar a definir y definirse el empresariado del país. ¿Cómo hacer para que el territorio se convierta en nuestro habilitador? ¿cómo contribuir a frenar la inmisericorde densificación de las ciudades? ¿cómo involucrar a los migrantes en el proceso de apertura al campo? Muchas cosas más nos podemos preguntar, por eso hay que seguir mirando hacia delante para identificar las oportunidades que se tiene como empresa en el proceso de reconstruir la patria. Qué tan importante es el empresario en este proceso, esperemos que el Gobierno Nacional lo vea así, que logre incorporar en las políticas tributarias y fiscales incentivos para volver a mirar con seriedad nuestra “profunda Colombia”, porque la Colombia profunda dejaría de existir, sería accesible, estaría conectada, tendría un ecosistema de desarrollo, sería tenida en cuenta.
El país se debe juntar nuevamente, de nada sirve sólo pensar en los excombatientes si no se piensa en las gentes de los territorios donde ellos ejercían influencia. Tenemos que aprender de los errores, no podemos negar que en el país cuando se habla de paz todos estamos pensando en cosas diferentes según los intereses o la información. Los empresarios nos pueden ayudar a hablar un mismo lenguaje, cosa que los académicos y los políticos no lograron en el país. Si el empresariado se toma en serio este asunto, el abismo que hay entre la paz de las víctimas y la de los victimarios, de los políticos y la de la sociedad civil, de los académicos y los colectivos de defensa de derechos humanos, se disminuye. El odio, los apasionamientos desmedidos, los rótulos negativos, la polarización de los medios y de la política han desencadenado nuevos episodios de violencia. No podemos seguir condenados a vivir cien años más de esta cruel soledad macondiana. Necesitamos de una clase empresarial capaz de reconciliarnos y, esto es, retomar el rumbo perdido, recuperar el camino, caminar juntos, poner el país a producir, generar más empleo, incentivar el territorio rural y llegar a la meta.