Con el derribamiento del edificio Mónaco, antigua guarida del capo Pablo Escobar, la Administración Municipal apuesta por una nueva era para la ciudad en materia de turismo nacional e internacional.
No se trata de borrar, y mucho menos de olvidar. La historia está escrita, no se puede cambiar, pero el homenaje y el respeto debe ser con las víctimas, no con los victimarios. Por eso hoy desapareció el edificio Mónaco, un monumento a la crueldad, a la maldad y al terror, que después de décadas seguía en pie, lastimando heridas ante las incesantes e indolentes miradas de quienes se quedaron en el pasado, con la imagen de una ciudad castigada y flagelada, y no con la que proyecta la Medellín de hoy, de valentía, superación, pujanza e innovación.
Fueron apenas cuatro segundos, con 275 kilos de Indugel y 400 metros de cordón detonante, lo que demoró en caer el antiguo fortín de Pablo Escobar, ubicado en el exclusivo sector de Santa María de los Ángeles, en El Poblado. Una detonación controlada que derribó el lujoso inmueble que a mediados de los ochenta construyó el capo, fundador y jefe del desaparecido cartel de Medellín, protagonista de la más dolorosa realidad que ha vivido hasta hoy ciudad alguna en todo el territorio colombiano.
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“Hoy queremos tributar un homenaje a los héroes y a las víctimas de una época que duele, el derribo del derruido edificio Mónaco es un momento de inflexión en nuestra historia. Es, a la vez, el primer instante del memorial en honor a las víctimas y los héroes que ocupará ese mismo lugar, donde serán los nombres y no los alias los protagonistas del valor de esta ciudad”, razón de ser de la iniciativa Medellín abraza su historia, impulsada por la Administración de Federico Gutiérrez Zuluaga a partir de una profunda reflexión sobre el pasado reciente y doloroso que vivió Medellín y los motivos por los cuales esta capital ha sabido levantarse luego de sus horas más oscuras.
“En 1991 fuimos la ciudad más violenta del mundo; el narcoterrorismo nos llenó de ausencias pero no de olvido”, reza la iniciativa con la que se espera dar inicio a una nueva era para la ciudad en materia de turismo nacional e internacional.
Es que “olvidar a las víctimas es matarlas por segunda vez. Es un deber de las sociedades mantener vivas en el recuerdo, a través de símbolos y memorias, a aquellas personas que injustamente dieron su vida por causas terribles como el terrorismo... más que la destrucción del edificio es la construcción de un lugar donde nosotros como sociedad podamos recordar y no olvidar lo que aquí ocurrió”, opina el abogado Juan Luis Mejía, rector de la Universidad Eafit.
Medellín abraza su historia es una apuesta que hace parte de la estrategia de la Alcaldía de Medellín en contra de la exaltación de la narcocultura que se promociona a través de las series de narcos, y por eso propone impulsar otras acciones orientadas al encuentro con la memoria y especialmente la no repetición, tales como el Tour de la Memoria, la ampliación del Museo Casa de la Memoria, la construcción del Parque Memorial Inflexión, en honor a las víctimas, la producción del documental Sueños de Memoria, la vinculación de 22 artistas de la ciudad con obras en 50 puntos donde el narcoterrorismo dejó cicatrices y la creación de un fondo para la educación de jóvenes en riesgo de delinquir, entre otras iniciativas.
“Inflexión”
En ese predio donde se levantaba el Mónaco se construirá el Parque Memorial “Inflexión”, un homenaje a las víctimas y a los héroes del narcoterrorismo, con el que comenzará un nuevo período para el sector.
Y es que fue justamente esa la intención que inspiró a los ganadores del concurso, un equipo de cuatro jóvenes arquitectos de la Universidad Nacional, sede Medellín, quienes buscaron, a partir de elementos arquitectónicos y urbanísticos, hacer un homenaje a la historia de la ciudad, integrar a los habitantes del barrio con este espacio y recuperar el respeto por la vida.
“Inflexión”, nombre que proviene de uno de los elementos del diseño del parque, tal como ellos lo ven, es el fuerte de la propuesta, el centro de su diseño: “un muro que es escultura, es grieta, es contención, genera un recinto y crea una plaza, es un hito del cual se desprende todo”, agrega Carolina Henao, integrante del equipo ganador.
El muro contiene 46.612 perforaciones que representan cada una de las víctimas de esa década de terror (1983-1994), y además, permite que quienes visiten este memorial puedan interactuar con elementos simbólicos, como flores, luces, cintas o mensajes, lo que hace que este dispositivo sea dinámico, participativo y motive a la apropiación positiva del espacio.
Además del muro, el parque tendrá un “Bosque de la Resiliencia”, pues estos jóvenes, quienes irónicamente no vivenciaron la guerra, reconocen la importancia de avanzar hacia una resignificación de nuestros valores, algunos de ellos perdidos por la narcocultura y de la que “necesitamos salir y mirar al futuro”, según lo expresa Luis Felipe Zapata, otro de los gestores de “Inflexión”.
Arte y memoria
Memoria y legalidad son dos palabras que presiden esta alianza público-privada liderada por la Alcaldía de Medellín y acompañada por la ciudadanía e importantes aliados privados e institucionales. Distintas acciones educativas, artísticas y comunicacionales son herramientas propias de esta estrategia participativa.
El Memorial Inflexión pondrá el reflector sobre el Museo Casa de la Memoria, lugar que tendrá una expansión gracias al apoyo de la empresa privada y que será depositario de todo el material producido por artistas, así como toda la relatoría a instancias de Medellín abraza su historia.
Este ejercicio complementará el trabajo que desde hace años viene adelantando el Museo y que ha quedado consignado en la exposición MEDELLÍN/ES. La obra de veintidós artistas plásticos nutre este propósito, porque allí donde había marcada una cicatriz queda ahora una huella de vida.
Medellín tendrá el Tour de Memoria y Transformación, un documental inédito con voces antes no escuchadas, seis cortometrajes inspirados en los colectivos culturales que han sido inspiradores de resiliencia, una publicación de una serie de cuentos infantiles, además de un profundo trabajo académico que articulará -con el liderazgo de Proantioquia- un gran fondo de educación destinado a programas que atiendan a niños y jóvenes en riesgo, para que ellos puedan cumplir sus sueños y propósitos de vida. Reflexionar, sanar y renacer son verbos propios de esta invitación a la sociedad entera. Verbos para conjugar cotidianamente.
Símbolo de horror
En un abrir y cerrar de ojos, el barrio Santa María de los Ángeles vio levantar el ostentoso edificio Mónaco, promediando la década de los años 80, muestra del poder y la opulencia del "patrón", época en que Medellín empezó a padecer las más duras consecuencias del narcoterrorismo.
Y fue esa edificación, que habitó la familia de Escobar entre 1985 y 1988, la que se convirtió en sinónimo de muerte, porque desde aquel 13 de enero de 1988, cuando un carrobomba explotó frente a la edificación, dejando tres muertos y una decena de heridos, se desató la más cruenta guerra entre los carteles de Medellín y de Cali.
Un vehículo cargado con 80 kilos de dinamita fue activado ese miércoles en el costado occidental del edificio a las 5:15 de la madrugada. La detonación despertó bruscamente a la mitad de la ciudad. Fue el primer carrobomba que explotó en Colombia y las autoridades aseguraron que había sido por orden de Hélmer Herrera, conocido como “Pacho” Herrera, del cartel de Cali. Ese fue el comienzo de una sangrienta guerra entre carteles por el control y la distribución de droga en Nueva York, que incluyó más atentados, muertes selectivas y masacres.
A pesar de que con la explosión se buscaba acabar con Escobar y su familia, la estructura del edificio de siete pisos no cedió y la colección de vehículos de lujo y motocicletas de alta gama que permanecían en el garaje quedaron casi intactos. También importantes obras de reconocidos pintores y esculturas que fueron hallados en distintos pisos.
Aunque este edificio de ocho mil metros cuadrados se levantó en tan solo cinco meses, la resistencia de la edificación dio lugar a pensar que estaba construido a manera de búnker.
En la calle un cráter de dos metros de profundidad y seis de diámetro, y alrededor viviendas y estructuras afectadas.
Ese mismo día la familia de Escobar Gaviria abandonó el lugar en medio de un gran dispositivo de seguridad ordenado por el capo, algo ya común en el sector porque su presencia en el barrio Santa María de los Ángeles era un secreto a voces.
Luego del atentado, la Dirección Nacional de Estupefacientes -DNE- incautó el edificio Mónaco. Un año después (1989) la entidad permitió que funcionara allí la Asociación Cristiana de Asistencia y Rehabilitación-Asocar. En ese momento, no quedaba nada de los lujos que se conocieron después de la explosión. En 1993 la DNE lo arrendó a compañías de: medicina prepagada, bananeras, publicidad, una naviera y algunos abogados. Como si el destino deseara redimir el daño que las drogas que comercializaba Escobar producían en las personas, en 1997 la propiedad fue cedida a la Empresa Social del Estado Carisma, perteneciente a la Gobernación de Antioquia y encargada del tratamiento y prevención de enfermedades mentales, especialmente de la rehabilitación de adictos. Carisma lo regresó en 1999 por falta de recursos para el mantenimiento del edificio.
En diciembre de ese mismo año, la Dirección de Estupefacientes consintió que la Fiscalía instalara oficinas en el Mónaco pero los vecinos se opusieron por considerar que la presencia de esta entidad en el sector los ponía nuevamente en riesgo. Solo dos meses después, el 19 de febrero del año 2000, el edificio fue escenario de otro atentado, esta vez dirigido a la Fiscalía. Un grupo armado ingresó disparando y detonó 40 kilos de dinamita. El ente acusatorio de la Justicia colombiana permaneció en este lugar hasta el año 2010. En diciembre de 2008 la propiedad fue entregada a la Policía Nacional y el director de la institución en ese momento, el general Óscar Naranjo, solicitó que allí se instalara un comando de Policía. Pero los vecinos se opusieron por la misma preocupación de seguridad que expresaron con la presencia de la Fiscalía.
Un estudio contratado con la Universidad Nacional en 2017 concluyó que el edificio Mónaco no era apto para ser ocupado porque además del abandono y los saqueos a las instalaciones eléctricas y sanitarias, la estructura era vulnerable y no cumplía con las normas vigentes. En ese momento, se estimó que reforzar la estructura y adecuar el edificio tendría un costo de 33.165 millones, por lo que el proyecto se descartó.
En los últimos años, los restos de esta construcción se habían convertido en un sitio al que llegaban turistas que buscan conocer la opulencia de Pablo Escobar y saber más del capo. Se trata de los llamados narcotours, recorridos que generalmente realizan turistas extranjeros para conocer sus propiedades, el barrio con las casas que donó a familias pobres, la cárcel que él mismo construyó para someterse a la justicia, el lugar donde murió y su tumba. La demanda de estos tours ha crecido a raíz de la popularidad alcanzada a nivel mundial por las series Narcos de Netflix y Escobar, el patrón del mal, de Caracol.
A mediados de 2018, y gracias a la autorización brindada por la Sociedad de Activos Especiales para intercambiar el predio por otro, la Policía entregó el Mónaco a la Alcaldía de Medellín para que adelante un proyecto de memoria histórica y resignificación de ese lugar con el fin de que quienes llegan detrás de los pasos de Escobar para hacer apología de su accionar delictivo y los mismos habitantes de la ciudad, vean el lugar como un símbolo de una era de dolor y terror que no queremos volver a vivir pero que tampoco podemos olvidar, y un espacio para reconocer a las víctimas del narcoterrorismo.
Voces visitantes
Conocida la historia del capo a través de las series de narcos y las muchas publicaciones que se han escrito sobre la vida del extinto jefe del cartel de Medellín y su macabra obra, la curiosidad y el morbo del ser humano dieron origen a los llamados narcotours, que no son más que las constantes visitas de nacionales y especialmente extranjeros que a diario llegan a la ciudad para ver de cerca los lugares que se han convertido en íconos de la mafia y de esa triste época que vivió la ciudad.
El edificio Mónaco, la hacienda Nápoles, su tumba y la casa donde fue abatido por la policía el 2 de diciembre de 1993, son los cuatro sitios adonde más turistas acuden con el afán de revivir en minutos la historia del capo.
Y para Sergio Diosa, un guía turístico que permanentemente hace este recorrido con espectadores de otros países, “es una estupidez desaparecer lo que son símbolos de la ciudad. Aunque fue una época de terror que causó mucho daño a la ciudad y al país, es algo que ya pasó, que se superó, es parte de la historia. No entiendo por qué desaprovechar un edificio como estos, una estructura bien hecha, en vez de convertirlo en un colegio, una universidad, un museo o un hotel. Por derribar un edificio no vamos a olvidar lo trágico de ese pasado. Yo quisiera que se mantuviera, mostrando respeto por las víctimas, pero también sin olvidar esa historia. Ya pasamos lo negativo, ahora saquemos lo positivo, aprovechemos estos lugares. Yo he traído mucha gente aquí, el 80% de los tours que hago son porque la gente quiere venir de afuera a ver lo que queda de esa historia, la gente viene a conocer eso, y eso no es malo, fue algo real”, dice.
Rubén Javier, un patinador chileno que vino a prepararse y a exigirse al máximo para ir a competir en su país en los grandes eventos nacionales clasificatorios al Mundial y Juegos Panamericanos, confiesa que “hablar de Pablo Escobar es hablar de Medellín, es la historia que uno conoce, que el mundo conoce. Y si uno viene a Medellín, no come bandeja paisa y no visita los lugares referentes de esa historia de Escobar, es como si no hubiera venido. Ver esto -el edificio Mónaco- y la hacienda Nápoles impresiona, es ver la magnitud del poder que tenía Escobar, y también voy a ir a su tumba, pero también creo que si van a construir aquí un parque en homenaje a las víctimas, está muy bien, había que hacerlo”.
Distinta visión a la que tiene Matías, un joven argentino que llegó a Medellín motivado “por la serie de Escobar, el patrón del mal que vi en Netflix, y me gustó tanto que quise venir a conocer lo que aún hay de él, por eso no creo que sea bueno derribar el edificio, es lo que pasó, se pudo haber aprovechado de otra manera, un hospital, una escuela, qué sé yo, pero es la historia. Ahora voy para la tumba y mañana para la hacienda Nápoles”.
“Vine porque quería conocer especialmente a Medellín. Vi la serie de Narcos y tenía mucha curiosidad de ver lo que queda de esa historia de Pablo Escobar, ya fui a la tumba, conocí la Comuna 13 y voy para la hacienda Nápoles. Creo que es la historia, pero ahora son las autoridades las que deciden qué es lo mejor para la ciudad”, dice Yovani, un joven de Los Ángeles, Estados Unidos, que no ocultó su asombro por la historia y lo que aún queda de ella.
Lágrimas y dolor
A partir de aquel 13 de enero la muerte vivió en Medellín. Explosiones, balazos, masacres y sicarios, convirtieron a Medellín en un campo de batalla. En el resto del país y por fuera de Colombia, muchas veces en forma despectiva, ya no se hablaba de la Ciudad de la Eterna Primavera, sino de “Metrallín” o “Metrallo”, el territorio donde por cada año mataban a más de 5.000 personas, donde la vida no valía nada. Donde había que hacer fila para los entierros porque no había lugar en los cementerios.
Una época de lágrimas y dolor que la ciudad ha superado y no quiere repetir:
Aquí una línea del tiempo con las más grandes cicatrices que dejó el narcoterrorismo:
1976
Origen del cartel de Medellín
1977
Origen del cartel de Cali
1981
Asesinato de la jueza Ana Cecilia Cartagena
1984
Asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla
Asesinato del magistrado Álvaro Medina Ochoa
1985
Asesinato del juez primero Superior de Bogotá, Tulio Manuel Castro Gil
Toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre por parte del grupo guerrillero M-19 al parecer con vínculos del narcotráfico buscando entorpecer la aprobación de la extradición con EE.UU.
1986
Asesinato del magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Hernando Baquero Borda.
Asesinato del periodista, subdirector del Diario de Occidente, Raúl Echavarría Barrientos
Asesinato del director de El Espectador, Guillermo Cano
1987
Asesinato de Jaime Pardo Leal, excandidato presidencial
1988
Carrobomba al edificio Mónaco
Secuestro del candidato a la alcaldía de Bogotá, Andrés Pastrana
Secuestro y asesinato del Procurador General, Carlos Mauro Hoyos
1989
Incendio droguería Drogas la Rebaja en Medellín
Asesinato Gobernador de Antioquia, Antonio Roldán Betancur
Asesinato jueza María Helena Díaz
Asesinato del coronel Valdemar Franklin Quintero
Asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento
Bomba a bodegas Pintuco
Carrobomba a El Espectador
Bomba en Caja Social de Ahorros
Asesinato de exalcalde de Medellín, Pablo Peláez González
Asesinato del magistrado Héctor Jiménez
Asesinato de la jueza Mariela Espinosa
Bomba en un avión de Avianca con 110 pasajeros
Bomba al DAS en Bogotá
1990
Bomba en el Pandequeso
Bomba en Estación El Poblado
Bomba en el Intercontinental
Asesinato del senador Federico Estrada Vélez
Masacre en Oporto
Bomba en Estación Libertadores
Secuestro y asesinato de la periodista Diana Turbay
1991
Carrobomba Plaza de Toros La Macarena
Bomba al Éxito Colombia
Asesinato del exministro Enrique Low Murtra
1992
Asesinato de jueza Myriam Rocío Vélez
Asesinato del jefe de la Sijín, Fernando Posada Hoyos
Carrobomba Telecom