El despeñadero…

Autor: Alberto Morales Gutiérrez
20 octubre de 2019 - 12:01 AM

Le digo que el horror frente a la crisis inevitable es motivo de análisis por parte de pensadores independientes, científicos sociales de las más diversas corrientes, economistas destacados.

Medellín

Alberto Morales Gutiérrez

Le digo que no, que esto no tiene nada que ver con que a usted o a mi nos carcoma el pesimismo, que el tema no es exclusivo de nuestro país, que el drama es de carácter global.

Lea también: ¿Que deje así? ¡mamola!

https://www.elmundo.com/noticia/-Que-deje-asi-mamola-/375903

Le insisto en que fenómenos como los de la corrupción, que personajes siniestros como Trump, Álvaro Uribe o Bolsonaro; peligrosos como Putin o Duterte; ineptos como Maduro o Iván Duque, no son “accidentes” o excepciones. Le pongo en evidencia que lo que nos tocó a nosotros, para bien o para mal, fue ser testigos de una debacle de dimensiones colosales.

Usted y yo sabemos que hacer este tipo de reflexiones molesta a mucha gente y que el prejuicio aflora porque se supone que somos corifeos del desastre, agentes de los enemigos del progreso, anarquistas o militantes de organizaciones extremas.

Pero ocurre que no. Le digo que el horror frente a la crisis inevitable es motivo de análisis por parte de pensadores independientes, científicos sociales de las más diversas corrientes, economistas destacados. Le tengo una muestra reciente:

El profesor Oliver Nachtwey, muy alemán él, nacido en 1975, fellow del Instituto de Investigaciones sociológicas de Frankfurt, ha escrito un texto estremecedor: La sociedad del descenso editado por Paidós en el año 2017.

Hace un análisis serio y contundente sobre lo que él define como la “precariedad y desigualdad en la era posmoderna”, y da cuenta de los horrores inherentes al Modelo Neoliberal imperante y las razones por las cuales ese Modelo no tiene salida, aunque el club de los optimistas lo edulcore, lo matice y le de respiración artificial.

El Estado Social capitalista, que tuvo hasta finales de la década del 70 lo que, citando a Lessenich, él denomina “su cénit histórico”, terminó erosionado por el Modelo Neoliberal (lo llama modernidad social”) puesto que “sus instituciones, compromisos, normas y, sobre todo, los rasgos de relación laboral normal, derechos civiles sociales y ascenso social, sufrieron y siguen sufriendo un serio menoscabo en cuanto a su validez y relieve…”

Recurre a datos e indicadores contundentes que demuestran como “ni el neoliberalismo ni la financiarización sirven para detener el agotamiento de las fuerzas del crecimiento. Y, contrariamente a la retórica pública, hace tiempo que la economía de la producción no consigue recuperarse…”

Destroza el argumento según el cual la prosperidad neoliberal es una expresión del desarrollo que solo se puede dar en el marco de la democracia, y enseña como la China, por ejemplo, prospera sin democracia.

Reitera la duda sobre si la modernización puede proseguir indefinidamente sin que se socaven sus propias bases y pone en evidencia el carácter totalitario del neoliberalismo “por mucho que prometa constantemente la libertad”.

Y, a propósito de las “genialidades” de los ministros neoliberales de nuestro país y la alta dirigencia del capital financiero colombiano, que proponen la reducción de los salarios y un tratamiento infame a los profesionales recién egresados, Nachtwey nos enseña el proceso acelerado de precarización del trabajo en la Europa de hoy, en donde las prestaciones sociales vienen desapareciendo progresivamente, los salarios se reducen y los derechos sociales en general se aniquilan.

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No es viable este Modelo regresivo que ha desencadenado el más acelerado proceso de inequidad y concentración de la riqueza que se haya conocido. Cosas graves van a pasar. Debemos prepararnos y entender como cierta la sabia enseñanza de Lin Yutang: “una crisis es un instante entre dos claridades…”  

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2019-10-21 17:04:37
Y éste columnista dónde tomó tanto limón? Habla de prejuicios de los demás, y no se da cuenta que él mismo está metido hasta la coronilla en el fango porque no le gusta, no simpatiza ni con el Presidente , no tiene obligación de que le encante, faltaba más, sin detenerse a mirar siquiera el porqué de las acciones, el porqué de las cosas. Este es un columnista calumnista.

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