El desafío de sobrevivir juntos

Autor: Jorge Alberto Velásquez Betancur
20 marzo de 2020 - 12:00 AM

Ese es, precisamente, el problema de Colombia. Este país no tiene un sistema público de salud porque la Constitución de 1991 obligó a su desmonte y convirtió la salud en un laberinto sin salida. 

Medellín

Tiempos difíciles exigen decisiones extraordinarias. La humanidad se enfrenta a uno de los retos más serios de las últimas décadas, guerras incluidas, del cual solo se puede salir con una visión colectiva y un liderazgo indiscutible del Estado de Derecho, confrontado ahora a demostrar que está al servicio de los ciudadanos y no de intereses particulares. Aquí no valen las soluciones individuales del “sálvese quien pueda” o “usted no sabe quién soy yo”, tan propios de la idiosincrasia colombiana, aplicadas sin fórmula de juicio en todas las crisis padecidas a lo largo de nuestra historia.

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Es la hora del Estado. En los países que nos antecedieron en la aparición del coronavirus, la salud pública respondió de la mejor manera, porque tienen un sistema público de salud consolidado. Alemania, España, Reino Unido se sienten orgullosos de su sistema de salud y lo proclaman a los cuatro vientos. Sin embargo, no son sistemas perfectos porque también sufrieron los recortes a los que obligaron la crisis económica del 2008 y la arremetida neoliberal que busca su desmantelamiento.

Ese es, precisamente, el problema de Colombia. Este país no tiene un sistema público de salud porque la Constitución de 1991 obligó a su desmonte y convirtió la salud en un laberinto sin salida y en un sistema criminal que prioriza lo financiero sobre la dignidad humana.

¿Dónde están las EPS en esta crisis? ¿Qué han dicho, qué han propuesto, cómo van a atender a sus usuarios afectados por el coronavirus? No lo sabemos. Hasta ahora, el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Salud han dado la cara, con medidas y cifras de afectados, recomendando a los sospechosos de tener el virus no acudir a los centros médicos. Hasta ahora, las personas contagiadas se recuperan en sus casas. Pero, si la situación empeora, como lo apuntan todos los pronósticos, ¿dónde serán atendidos los pacientes y a cargo de quién? Las EPS de nuevo, le harán el quite a la situación y trasladarán esta responsabilidad al Estado, mientras ellas siguen cobrando las cuotas por capitación y los aportes de los afiliados.

¿Con qué diligencia serán atendidas las personas con síntomas graves? Las EPS nunca dan citas a tiempo y viven congestionadas. No hay espectáculo más denigrante que ir cualquier mañana a una IPS para ver cantidades de personas hacinadas en salas de espera, haciendo fuerza en silencio para que los llamen a una cita, a la que debieron llegar con 20 minutos de anticipación, pero que les cumplirán tres o cuatro horas después, sin importar la edad o las condiciones físicas de los pacientes. Además, los hospitales no tienen dotación, el personal médico y asistencial es explotado y mal pagado. En Colombia solo las clínicas privadas y la medicina prepagada funcionan debidamente.

Es obligación del Estado la protección de la sociedad y la defensa de la vida y de sus derechos fundamentales. Una pandemia como la actual, quizás sea el llamado de atención necesario para que el país recupere el sistema público de salud y esta sea, como corresponde, un derecho y un servicio, y no un negocio privado.

Preguntas

Mientras los hechos se precipitan, hay una serie de preguntas alrededor de la actual crisis sanitaria, cuyas respuestas el país debe conocer a tiempo:

¿Cuántos hospitales y clínicas privadas están preparadas para atender la emergencia? ¿Quiénes asumirán los costos de los tratamientos?

¿Hay suficiente material médico requerido para atender a los pacientes?

¿Hay suficientes y adecuados instrumentos de protección para el personal médico: gafas, mascarillas, guantes, uniformes, productos de aseo?

Sabemos el número de personas infectadas, pero ¿cuántas están hospitalizadas y dónde?

¿Hay personal médico y paramédico suficiente para atender a los pacientes, en turnos responsables, que no desborden la resistencia física y mental del personal de los hospitales?

¿Cómo y quiénes atenderán a las personas en situación de calle? ¿Quiénes les harán los test indicados?

¿Cómo se atenderán los trabajadores informales, los venteros ambulantes, los desempleados, los venezolanos que viven en Colombia?

¿Cuál es el protocolo para los asilos y residencias de ancianos y para el personal que los atiende?

¿Cómo se abordarán los cuidados y los tratamientos en las cárceles del país, grandes focos de enfermedades?

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No conocemos la verdadera dimensión de esta pandemia. La realidad puede ser más drástica. No se hacen pruebas (test) a todos los ciudadanos, ni siquiera a los pacientes leves. Solo a los casos graves. El Estado no tiene capacidad para hacer todas las pruebas necesarias y tampoco existe el suficiente personal profesional para ello. Habrá mucha gente infectada que no lo sabe y sigue contagiando a otros. No detectar a tiempo a todos los infectados fue lo que disparó las cifras de infectados y fallecidos en Italia y España.

Que esta experiencia nos permita reconocer la importancia de los profesionales de la salud, de los profesores y cuidadores de niños, de los ingenieros que mantienen en funcionamiento las redes de servicios públicos y de Internet, de los establecimientos que proveen víveres, de quienes se dedican al transporte de personas y mercancías y de los profesionales que desde una concepción técnica y humanista mantienen al mundo informado desde los medios de comunicación y en el interior de las organizaciones. Como dicen profusamente las redes sociales: los estadios y el Congreso están cerrados, pero los hospitales las farmacias y las tiendas deben permanecer abiertas. A ver si entendemos el valor de las personas y las profesiones.

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Comentarios:

Fernando
Fernando
2020-03-20 08:38:21
Les voy a contar, por ejemplo, la idea que me está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo ya bastante redonda. Se la cuento ahora, porque seguramente cuando la escriba, no se cuándo, ustedes la van a encontrar completamente distinta y podrán observar en que forma evolucionó. Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan que le pasa y ella responde: «No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy gravé va a suceder en j este pueblo». Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice- «Te apuesto un peso a que no la haces». Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: « ¿Pero qué pasó, si era una carambola tan sencilla? ». Dice: «Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mama esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo». Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mama y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz con su peso dice: «Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto», « ¿Y por qué es un tonto?». Dice: «Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo» Entonces le dice la mamá .No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen». La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella dice al carnicero: «Véndame un kilo de carne» y. en el momento en que está cortando, agrega: «Mejor véndame dos porque andan diciendo que algo muy grave va a pasar y lo mejor es estar preparado». El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora comprar una libra de carne, le dice: «lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas». Entonces la vieja responde: «Tengo varios hijos», mire, .mejor deme cuatro libras» Se lleva cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el inundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice; « ¿Se han dado cuenta del calor que está haciendo?». «Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor.» Tanto calor que es un pueblo donde todos los músicos tenían los instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque tocaban al sol se les caían a pedazos. «Sin embargo –dice uno– nunca a esta hora ha hecho tanto calor» «Si, pero no tanto calor como ahora.» Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: «Hay un pajarito en la plaza». Y viene lodo el mundo espantado e1 ver el pajarito. «Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.» «Sí, pero nunca a esta hora.» Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen d valor de hacerlo. «Yo si soy muy macho –grita uno–, yo me voy.» Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: «Si este se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos». Y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: «Que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa» y entonces incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio clamando: «Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca». Gabriel García Márquez Aparte de Discurso en Caracas 3 de agosto de 1967

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