Saturados por la información sobre la campaña política, con el conteo regresivo hacia el Mundial de Fútbol de Rusia y ante la definición del Torneo Apertura del Fútbol Colombiano, pasó desapercibido para muchos el inicio de los XI Juegos Suramericanos de Cochabamba (Bolivia) el pasado 26 de mayo. Por otro lado, la ausencia de algunos de nuestros emblemas, como Caterine Ibargüen, Mariana Pajón o la revelación del squash mundial, Miguel Ángel Rodríguez, hacía pensar a los entendidos que una buena actuación en estas justas se saldaría con ocupar el segundo lugar de la medallería recortando la ventaja de 57 medallas de oro que nos sacó Brasil en los Juegos de Santiago en 2014.

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Contra todos los pronósticos, la delegación nacional ganó las justas, que se clausuraron ayer, y ratificó, para orgullo de todos los colombianos, que a la meta de los dirigentes de convertir al país en una potencia deportiva se está avanzando de manera consistente y contundente. Un resultado que habla bien de las políticas adelantadas desde las Ligas, las Federaciones, Coldeportes y el Comité Olímpico Colombiano y que pone la vara en un punto muy alto para quienes lleguen a relevar a los actuales directivos en el próximo Gobierno.

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Si bien es la segunda vez en la historia de los Juegos Suramericanos que Colombia obtiene el título general, la conquista de Cochabamba resulta mucho más meritoria que la de las justas celebradas en Medellín en 2010, puesto que en aquella ocasión, en su condición de anfitrión, el país tuvo una ventaja comparativa frente a sus rivales por la cantidad de atletas en competencia. En aquel entonces la delegación tricolor ganó 145 preseas doradas, 16 más que Brasil, que ha sido históricamente la potencia regional. Pero en esta ocasión, en una cerrada disputa que se mantuvo de principio a fin, los nuestros dieron el golpe de autoridad y superaron a sus mayores rivales por cuatro oros y 35 medallas en el total. El balance final de Colombia fue 94 medallas de oro, 74 de plata y 71 de bronce para un total de 239.

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Obtener el título es una buena noticia en sí misma, pero no podemos dejar de mirar el detalle de la conquista puesto que, como lo hemos hecho en estas columnas en nuestra tarea de observar de cerca el rendimiento de nuestros deportistas en el ciclo olímpico, siempre nos hemos preguntado por el avance del relevo generacional con miras al ciclo que iniciará tras los olímpicos de 2020, a donde llegaremos todavía con muchas de nuestras mejores figuras del presente. Las pistas y las canchas bolivianas nos permiten sacar algunas conclusiones auspiciosas, como por ejemplo nuestro avance en los deportes de conjunto, que nunca habían sido nuestro fuerte. El fútbol sala masculino y femenino, el voleibol femenino y el baloncesto femenino nos dieron oros, mientras en polo acuático masculino y fútbol femenino nos retribuyeron medallas de plata. También la consolidación de deportes individuales como tiro con arco, ciclismo, atletismo, artes marciales, boxeo, patinaje, bolos y levantamiento de pesas y la figuración en disciplinas que hasta ahora habían sido inusuales para los nuestros, como esquí o salto sincronizado, entre otras. Hay tareas pendientes en disciplinas que, a decir verdad, están lejos de nosotros desde lo cultural y por ello será más difícil crecer, como el rugby, la pelota vasca, el hockey sobre hierba, la vela o el remo, entre otros, pero es claro que para ser potencia deportiva es mejor tener identificadas las disciplinas en la cuales somos fuertes que intentar acertar en todas, sin mirar si tenemos el talento, la infraestructura y los instructores adecuados.

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En esta materia hay que decirlo sin rodeos: el Gobierno Nacional, desde que inició el ciclo olímpico con miras a Londres 2012, comenzó un programa de apoyo a los deportistas de alto rendimiento que ha sido sostenido en la asignación de recursos y bien planificado en el diseño de la preparación y la competencia de nuestros atletas. Los resultados están a la vista. Ha habido momentos de tensión, como los Juegos Nacionales de Ibagué, permeados por la corrupción y convertidos en un monumento a la improvisación, y algunas salidas desafortunadas del Ministerio de Hacienda, quien llegó a anunciar el recorte de recursos en este rubro para financiar el déficit fiscal de la nación. Pero al final de la jornada el apoyo se ha mantenido y se ha conjugado, primero, con programas de búsqueda de talentos, que a nuestro juicio es la base para que esta política sea sostenible y, segundo, con unos deportistas capaces y comprometidos.

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No nos cansaremos de repetir que el deporte es quizá lo único que tiene la capacidad de unirnos como país y que esa razón, unida a los valores que promueve y a las oportunidades que genera, justifica las inversiones que se hagan en él. Hoy celebramos orgullosos este logro mientras nuestros atletas siguen su preparación con miras a otra justa que puede marcar otro hito: los Juegos Centroamericanos y del Caribe que acogerá Barranquilla desde el 19 de julio, donde Cuba y México serán los rivales a vencer.