El desempleo es pobreza, la pobreza es hambre y el hambre es muerte. Más confinamiento absoluto es insostenible; los puestos de trabajo son fáciles de destruir, pero muy difíciles de crear.
Casi nunca creemos plenamente en los datos del Dane, mucho menos en los que tienen que ver con el tema del desempleo. Pero esta vez quisiéramos que tenga razón, a pesar de los catastróficos resultados del mes de abril, pues todo indica que la realidad es mucho peor. Según el Dane, la cuarentena destruyó 5,4 millones de puestos de trabajo en abril, llevando el desempleo hasta el 19,8%, cuando el año anterior, por esta época, era de 10,3%. Y eso que, en las trece ciudades y áreas metropolitanas más grandes —que es donde hay empresas—, el desempleo se trepó hasta el 23,5%, con un deterioro de más de 12 puntos.
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Pero, hay más, porque las cifras del Dane siempre traen su truquito. Ahora nos dicen que la tasa de participación de la población en el mercado laboral cayó a mínimos históricos, pasando de 62,2% a 51,8%, lo que en términos reales significa que la cifra del desempleo es mucho mayor, llegando al 32,9%, según el director de Fedesarrollo. Y, tal vez, lo peor de todo es que los puestos destruidos son, en su mayoría, los formales; los del comercio, las manufacturas, el turismo, el entretenimiento, etc., lo que muestra que los esfuerzos del gobierno por conservar puestos de trabajo y evitar el cierre de empresas no han sido lo fructíferos que se quería.
Y en medio de este panorama desolador es que las declaraciones de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, lucen teñidas, más que de populismo, de un oportunismo perverso, pues lo que pretende es aprovecharse del fracaso que el gobierno pueda tener si la reactivación económica del país se frustra y redunda en un agravamiento de la pandemia, con una disparada de los casos de contagio y de las muertes, a pesar de que ella es la directa responsable de los muy malos resultados de la capital en el manejo de la crisis sanitaria.
Desde el principio, Bogotá ha sido el epicentro del covid-19 en Colombia, representando sostenidamente un tercio de los contagios cuando debería tener los mejores resultados del país, por encima de Medellín y Antioquia. Basta ver que de los 1.548 casos nuevos del sábado anterior (mayo 30), Bogotá aportó 475 y Antioquia 35, para un total de 9.637 casos de contagio y 893 fallecidos en la capital frente a 1.059 contagiados y solo 7 muertos en Antioquia. Es que la señora López ni ha hecho respetar el confinamiento ni ha hecho llegar las ayudas a los más desfavorecidos. Para ella el caos es rentable; la culpa de la peste, la pobreza y el hambre, es de Duque, mientras ella ya posa de salvadora para 2022.
El desempleo es pobreza, la pobreza es hambre y el hambre es muerte. Quien vea las cifras del Dane —o le tome el pulso a la actualidad— tiene que llegar necesariamente a la conclusión de que más confinamiento absoluto es insostenible; los puestos de trabajo son fáciles de destruir, pero muy difíciles de crear, por lo que parece de mentes perturbadas la alegría de algunos, en las redes sociales, por la quiebra y el cierre de varios restaurantes de lujo. Deberían entender que cualquier ruptura en la cadena de suministros, genera olas. Es el efecto mariposa: un restaurante se cierra y a muchos campesinos les toca botar la producción, como ya está pasando. Y de grano en grano, llega el caos, sin apenas darnos cuenta. El daño en la economía ha sido gravísimo y nos tomará años repararlo, pero hay que empezar ya, cuando el barco aun sigue a flote.
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EN EL TINTERO: Las Farc se duplicaron en 12 meses, pasando de 2.300 hombres a casi 4.600. Si los generadores no apagan las hidroeléctricas y prenden las térmicas, para recuperar el nivel de los embalses, vamos a pasar de la cuarentena a un apagón. Los que hacen escándalo por ‘tropas gringas’ que en verdad no son más que 50 asesores, nada dicen de la nutrida presencia de agentes cubanos en la embajada en Colombia. Increíble que un juez reviva una pensión de 21 millones mensuales a favor de la viuda de un tal Alfonso Gómez Oñoro, que fue suplente a la Cámara de Representantes entre 1962 y 1968. Esos no son costos de la democracia, eso es un saqueo.