El propósito es la venganza. El comunismo no perdona, y Uribe ha sido su mayor tropiezo en la región en las últimas décadas.
La Corte Suprema de Justicia había dado las primeras puntadas del proceso con el que pretende meter preso a Álvaro Uribe desde febrero pasado. En vez de cerrar sin mayores aspavientos, como suelen hacer a favor de la gente de izquierda, la investigación contra Iván Cepeda, acusado por Uribe de andar buscando testigos falsos en su contra, la Corte volteó la denuncia y señaló al expresidente de ser el que andaba buscando bandidos que acusaran al ‘honorable’ senador Cepeda.
Sin embargo, no deja de ser curioso que esa alta Corte acuda a una acusación tan nimia como los presuntos delitos de “soborno y fraude procesal” para encausar a alguien a quien tratan de hacer ver como un criminal de la peor calaña, atribuyéndole, incluso, la conformación del Bloque Metro de las autodefensas, una de las estructuras paramilitares más violentas del país.
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Es como si la CSJ hubiera concluido que, por lo temeraria, esa acusación cae en el terreno de la fábula, y que el testigo que hace la imputación no es digno de crédito: el señor Juan Guillermo Monsalve, un confeso paramilitar y asesino condenado a 48 años de cárcel que refiere hechos ocurridos hace cerca de 25 años cuando él era un mozalbete de unos 15. Y, lo que es peor, alguien que ha recibido en la cárcel más de 20 visitas de Iván Cepeda Castro, archienemigo de Uribe y hombre cercano a las Farc, que bautizó uno de sus frentes más sanguinarios con el nombre de su padre: Manuel Cepeda Vargas.
Hace unas semanas, la senadora Paloma Valencia advirtió que la Suprema se disponía a emitir orden de captura contra el expresidente Uribe y la tildaron de loca. Luego trascendió que varios juristas le recomendaron al expresidente Uribe optar a la presidencia del Senado por considerar que la Corte Suprema de Justicia no sería igual de dura con el presidente del órgano legislativo que con un senador común. Uribe descartó esa dignidad, y no pasó ni una semana de la instalación del nuevo Congreso cuando la nefasta Corte anunció el llamado a indagatoria de Uribe, un llamado que no viene solo porque lo que se traen entre manos es una medida de aseguramiento contra el expresidente, quien tendrá que acudir a la diligencia con su maleta hecha.
Aunque Uribe renuncie a su curul, es apenas obvio que su caso no irá a la Fiscalía porque la misma Corte es la que tiene la potestad para decidir si un proceso de estos se mantiene en su jurisdicción o no, y a Uribe no lo están asustando para soltarlo sin más. Para su detención van a argumentar que estando en libertad podría influir en los testigos —lo cual es, de hecho, el meollo del montaje— o que podría eludir la acción judicial como lo han hecho otros uribistas, verbigracia Andrés Arias, María del Pilar Hurtado y Luis Carlos Restrepo. Basta recordar que a Luis Alfredo Ramos lo tuvieron más de dos años en ‘detención preventiva’ por un caso similar de falsos testigos del que aún no hay fallo definitivo.
La muerte política de Álvaro Uribe tiene muchos interesados y variados propósitos. Para empezar, el Cartel de la Toga le muestra los dientes al presidente Duque, a días de su posesión, para que se olvide de su propuesta de unificación de las cortes, al tiempo que Santos y las Farc le envían un mensaje de Santos para que desista de modificar los acuerdos de La Habana. Adicionalmente, Santos llama a Duque a hacerse pasito y a no destapar sus entuertos; es decir, a no informar sobre el real estado en que encuentra el país. Como si fuera poco, se logra debilitar al uribismo y al nuevo gobierno, que corre el riesgo de ver agotarse el cuatrienio en una escandalera agobiante que provoque un clima de polarización verdaderamente invivible que favorezca los deseos de poder de la extrema izquierda.
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Pero, más que nada, el propósito es la venganza. El comunismo no perdona, y Uribe ha sido su mayor tropiezo en la región en las últimas décadas. En La Habana se convino una especie de defenestración moral del expresidente, llevándolo a los estrados judiciales y alejándolo de la política. Uribe preso y las Farc en el Congreso sería un retrato dantesco para cerrar un año que creíamos sería de restauración. Muchos creen que la Corte no llegará tan lejos, Dios lo oiga, porque están jugando con candela.