El centro

Autor: Darío Ruiz Gómez
11 diciembre de 2017 - 12:10 AM

¿Pueden descaradamente ciertos combos seguir apoderándose de los espacios cívicos del Centro, del espacio de las calles propiedad inalienable de toda la ciudadanía?

Cuando creíamos en Medellín haber superado esa especie de adelanto del apocalipsis que supuso la construcción del deprimido para dar paso a los jardines del río, las calles invadidas por toda clase de vehículos, el repique espantoso de bocinas y pitos, el asma de los motores contaminando el aire, los alaridos de las gentes enloquecidas, la morbosa lentitud de la obra. Desde entonces o sea desde hace nada supimos lo que significa sacrificar nuestra cotidianidad ante el altar del “progreso”, sacrificar nuestro equilibrio emocional, nuestra necesidad de ponderación, el amor al prójimo y lo que significa perder el vivir plenamente una ciudad. Casi que súbitamente comienza de nuevo sin previas pedagogías, sin la debida adecuación de las vías alternas, sin la debida socialización del proyecto e información sobre los presuntos proyectos adjuntos de vivienda y renovación urbana - ¿Cómo se incorporarán el Jardín Botánico, la Universidad de Antioquia, el Sena, la Autónoma? ¿Cómo se integrará el Centro? - que deben acompañar la renovación vial necesaria de la Regional, sin contar aún con la presencia del río y sus “aguas cristalinas” que es el eje estructural del proyecto. Serán dos largos años de intervención en un proyecto que, puede llevar la ciudad al colapso total y al quiebre de su economía, a una mayor crispación social pues sin ningún planteamiento de ciudad, unas obras aisladas ahondarán la desintegración de la malla urbana. La imagen de la corrupción administrativa se remonta a la década en que un ciudadano vio pavimentar una calle y a los pocos días romperla, imagen de desorden y de ineficacia a la cual se le adjudicó el calificativo de “contratismo”, mal endémico de Colombia y que desde hace unos años reapareció con virulencia. Por eso ante la mayúscula crisis que padece la movilidad -y no a causa del vehículo particular- cobra vigencia, pues la paciencia del ciudadano se ha agotado ante la proliferación de tantas y no planificadas “intervenciones” en las calles cuya ejecución tiene una fecha de comienzo pero su finalización suele perderse en la bruma de los tiempos, mientras aumenta el caos. Lo que indica ausencia de veeduría ciudadana y los contratistas rompen a su antojo sabiendo que no se los va a sancionar. Seguimos constatando lo que ha supuesto el abandono de la planeación de la ciudad, del diseño y la salvaguarda de calles y parques dejados en manos de una burocracia inepta que una y otra vez ha desvirtuado los objetivos del POT para seguir alentando el llamado sistema de loteo donde la manzana se anarquiza, donde el ventorrillo impunemente invade los espacios públicos, todo esto promovido y justificado soterradamente por un cada vez más peligroso populismo para el cual sancionar al tugurizador de los espacios públicos “es negarle el derecho de los pobres al trabajo”. Abandonada la ciudad a la anarquía la invaden los talleres de mecánica, los mercadillos, desaparecen las aceras convertidas en parqueaderos ¿Pueden descaradamente ciertos combos seguir apoderándose de los espacios cívicos del Centro, del espacio de las calles propiedad inalienable de toda la ciudadanía? ¿Quién entonces gobierna la ciudad? ¿No constituyen estas acciones una manifiesta intervención política que debe ser enfrentada sin temor alguno? Para hacer una gran ciudad se necesitan visionarios. La entusiasta acción del alcalde combatiendo el crimen organizado necesita estar acompañada de intervenciones de registro y control urgentes en estos descuidados frentes donde del deterioro urbano y el contratismo depredador se estarán beneficiando políticamente en el llamado Postconflicto, las organizaciones delincuenciales. La ciudad está en peligro; del rescate de las ciudades o sea de la defensa de los derechos del ciudadano, depende el porvenir de la democracia.
Lea también: La ciudad que ya no está

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Comentarios:

augusto
augusto
2017-12-11 07:02:27
¿Porque nos enseñaron que necesitamos quien nos gobierne? porque son los corruptos los que necesitan gobernar. Lo que necesitamos es aprender a autogobernarnos y así todo fluirá en paz, armonía, amor, verdad, justicia, etc, etc; ah, por lógica, quien administre, será elegido por ser un buen autogobernante, que será elegido por aquellos que se saben autogobernar.

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