Este Cementerio fue construido por Pío Domínguez y Nicolás León, según los planos de Domingo Esquiaqui y puesto en servicio en 1836 por el gobernador Rufino Cuervo, bajo la presidencia de Francisco de Paula Santander.
Cada lunes centenares de bogotanos llegan hasta el Cementerio Central de la capital para pedir toda suerte de favores a difuntos enterrados en este camposanto, donde el fundador de una cervecera y el protagonista de un billete reciben más atenciones y ofrendas que los próceres de la nación.
El inmenso Cementerio Central de Bogotá fue construido en el siglo XIX y acoge los restos de personajes como el prócer y "Hombre de las leyes", Francisco de Paula Santander, y el del general Gustavo Rojas Pinilla, el único dictador de Colombia del siglo XX que gobernó el país entre 1953 y 1957, entre otros.
Sin embargo, los sepulcros de estos líderes no captan la atención y el cariño de muchos de sus compatriotas, que prefieren mimar las tumbas donde descansan otros personajes que con los años se han convertido en deidades populares a las que se les piden favores y se les entregan flores, velas, comida y hasta cervezas.
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La más popular de estas es la de Leo Siegfried Kopp (1858-1927), un empresario alemán fundador de la cervecera Bavaria y ante cuya tumba se forma una larguísima cola de devotos todas las semanas.
"Yo le tengo mucha fe, me ayuda con muchas cosas que yo le pido como que me ayude a salir de problemas, deudas y a estar en paz con todos. Vengo cada quince días aproximadamente. Aquí la gente hace fila, le habla al oído y le da flores después de pedirle sus deseos", explicó María Rivera, una de las más fervorosas seguidoras de este difunto.
La tumba del padre de las marcas de cerveza más populares del país está presidida por una gigantesca estatua dorada, sepultada bajo las de flores que le traen sus seguidores.
El séquito del empresario -de quien se dice que era un gran patrón que despertó el fervor de sus empleados, los primeros que empezaron a visitar su tumba para pedirle favores- también cuenta con un sacerdote que ofrece misas para el fallecido y fieles que cuidan el espacio retirando las flores mustias, los restos de cera y manteniendo brillante la estatua.
A pocos metros de la tumba de Kopp hay otras dos que también despiertan el interés y la superstición de los bogotanos.
Por un lado, la tumba azul del astrónomo y matemático Julio Garavito (1865-1920), que aparece en los billetes de $20.000 y en cuyo honor fue bautizado en 1970 un cráter lunar.
Del otro, el mausoleo de las hermanitas Bodmer, a las que madres y niños se encomiendan dejando dulces, juguetes y refrescos para que sanen a los más pequeños de todo tipo de enfermedades y dolencias.
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Alrededor de estos pequeños monumentos mortuorios se ha generado un gran negocio. Así, cerca de una decena de sacerdotes de distintos credos rondan por el camposanto ofreciendo sus servicios, mientras fuera los vendedores de caramelos, flores y helados no dan abasto para atender a los visitantes.
"Donde Kopp va gente necesitada de empleo. En cambio, a la tumba de Garavito casi siempre van prostitutas, ladrones y gente no muy deseable. Ahora hay policía, pero antes eso era un fumadero de droga y pasaban cualquier cantidad de cosas", explicó el sacerdote de la Iglesia Ortodoxa John Jairo Molina, quien lleva más de treinta años ejerciendo en el cementerio.
Asimismo, este padre de voz afable y creencias firmes aseguró a que el fervor por las tumbas de estos personajes es una práctica "idólatra" que le disgusta y de la que no participa.
"Son ídolos y que le hablen al oído no me parece normal", lamentó, en alusión a la costumbre de numerosos visitantes de "conversar" con Kopp.
El clérigo advirtió que estas devociones populares se propagan "de boca en boca", pero nacen de la fe y de la necesidad de la gente de recibir ayuda material y espiritual.
Además, sentenció que "ni la Iglesia Católica ni las otras iglesias hacen algo para evitar esas idolatrías, porque piensan en lo que van a recoger celebrando misas allí".
Sin embargo, seguidores de estas prácticas, como María Rivera, se reafirman en su voluntad de seguir confiando en tumbas como la de Kopp "el cervecero".
"Cuando le hablo siento un descanso, una tranquilidad dentro de mí", aseveró esta mujer, que acude a la tumba del desaparecido empresario alemán junto a su hija y su nieta, segura de que su ritual se sucederá de generación en generación.