El caudillismo hace daño a la democracia

Autor: Héctor Jaime Guerra León
17 julio de 2019 - 12:00 AM

Caso concreto y reciente es el de nuestro hermano país Venezuela, pero también los ha habido en otras épocas en nuestro continente y aquí en Colombia. Su fundamento esencial es el dogmatismo.

Medellín

Héctor Jaime Guerra León

Los caudillismos enajenan la conciencia ciudadana y conducen a los pueblos, al proceso institucional y social, bajo criterios personales –casi siempre propios del caudillo. Se corren riesgos muy altos de entrar en caminos no propiamente democráticos, pues un proceso o liderazgo de esta naturaleza es susceptible de entrar en prácticas omnímodas, caprichosas y dictatoriales.

El caudillo es un dirigente con mucho apego o respaldo en las armas, casi siempre autoritario, surge cuando la sociedad pierde confianza y credibilidad en el Estado, cuando amplios sectores de opinión empiezan a creer más en las capacidades y liderazgo de una persona que en la legitimidad y grandeza de las instituciones oficial y socialmente constituidas para ejercer la gobernabilidad encargada de ofrecer y garantizar al conglomerado social estabilidad, seguridad, bienestar y sana convivencia social, entre otras garantías fundamentales.

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Hay muchas clases de Estados, pero el Estado social y democrático de Derecho, como el nuestro, se forma y se organiza como la expresión suprema y soberana del pueblo, que es quien le otorga –a través del orden jurídico- constitucional- todos los elementos esenciales para su existencia, para su organización social y el respeto de todos los derechos fundamentales que garanticen y aseguren la dignidad humana de las personas. Esto es, la población, el territorio, el gobierno y la soberanía, son los elementos que bajo el imperio de la constitución política (orden jurídico, leyes, reglamentos, directrices institucionales, etc.) constituyen lo que política y jurídicamente se llama Estado.

Siendo el Estado, un sistema de derechos, una organización que la sociedad se ha dado, para poder vivir en paz y en armonía en términos de equidad e igualdad para todos; es regido por unos valores y principios que permiten la materialización de esos derechos. La sociedad se organiza precisamente para poder encontrar y construir mecanismos que logren garantizar derechos –valores y/o principios- tales como la vida, la prevalencia del interés general sobre el particular, la solidaridad, la protección de las riquezas culturales y naturales, la dignidad humana y la participación ciudadana, el respeto a la propiedad privada, entre muchos otros principios con los que nuestra sociedad ha venido engrosando ese largo catálogo de valores que hacen cada vez más viable la convivencia y el bienestar entre todos nuestros conciudadanos.

En un proceso social de carácter caudillista se corre el riesgo de desatender a todos estos valores y principios y hundirse en un mundo de rebeldía y de prácticas que tienden a desconocer el régimen legal y constitucional vigente, para acomodar el sistema institucional y social a las creencias y formas de pensar del caudillo conductor, del liderazgo imperante. Han habido en nuestro continente casos concretos de caudillismos que han causado inmensas dificultades y tropiezos no sólo al sistema democrático y social, sino también que han ido totalmente en contravía de los ideales fundamentales del Estado social y democrático de Derecho que son precisamente los de brindar bienestar, orden, seguridad ciudadana, bienestar y paz para todos y cada uno de los habitantes del territorio que hace parte de dicho Estado.

Caso concreto y reciente es el de nuestro hermano país Venezuela, pero también los ha habido en otras épocas en nuestro continente y aquí en Colombia. Su fundamento esencial es el dogmatismo.

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De alguna manera los causantes del surgimiento de un caudillo o mejor de un proceso caudillista, han sido -no el Estado-, sino los malos manejos, la ineficiencia y el desorden de los gobiernos, que al interior del Estado y la sociedad empiezan a abandonar y a no respetar esos principios y valores rectores y fundantes que han dado origen al sistema estatal y democrático y con los cuales se han comprometido al ingresar al ejercicio gubernamental, en nombre y representación de la sociedad y de las mayorías ciudadanas. Cuando el Estado empieza a incumplir con sus deberes misionales e institucionales, por la desidia y los desafueros de los gobiernos, ello se torna en caldo de cultivo útil a movimientos y líderes adversos al sistema y es fácil que nazcan o fecunden la rebeldía, el desorden y propuestas de líderes que bajo el manto de las ideas de oposición al deterioro gubernamental, incursionen al interior de la sociedad con acciones que pueden dar al traste con las grandes conquistas que se han logrado en términos de democracia, inclusión social, participación, garantías y derechos sociales.

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