El poeta Evaristo Carriego ha sido reconocido por ser el cantor y el descubridor del barrio, aquí un relato de su imagen del suburbio.
“El gringo (1) musicante ya desafina
en la suave habanera provocadora,
cuando se anuncia a voces, desde la esquina
el boletín-famoso- de última hora. (…)”
Bandoneón, el poeta Evaristo Carriego ha sido reconocido por ser el cantor y el descubridor del barrio, la estrofa que traemos hoy es la primera del poema El alma del suburbio, que da título a un capítulo de once poemas y está insertado en el libro Misas herejes publicado en 1908, aún estaba vivo el autor.
El lanzamiento del libro, se celebró con un almuerzo en el restaurante Ferrari- ya desaparecido- asistieron todos sus compañeros de la revista Nosotros, todos los amigos de Carriego y otros escritores, desde este día nació la idea de instituir El almorzáculo, reunión dominical en la que se alternaba la comida italiana y el vino Chianti, de postre poemas y alguna representación teatral.
Los versos de El alma del suburbio hacen referencia al momento en que la calle se convierte en el patio de todo el barrio; seguro sucedió en un atardecer. Se van a mostrar cuadros de un verdadero realismo, y es porque llegó el organillo haciendo sonar una habanera, y qué importante es la presencia del ritmo venido de cuba, porque está incluido en la historia de la formación del tango.
Aprovechan la reunión los niños de los conventillos para repetir las noticias de los pregoneros, a la par que llegan las hojas noticiosas de sangrantes crónicas rojas, que serán comentadas por quienes defienden a los asesinos de las mujeres y justificadas por las comadres que le atribuirán la violencia de género al destino.
No hay que olvidar la muchacha tísica que se siente invitada por la algarabía de la reunión y recuerda “con dulce melancolía los versos, que un payador le cantó un día”, otra mujer que nada espera más que la llegada de su esposo borracho remienda con paciencia, como dice Carriego, la ropa de su muchacho.
El barrio tiene cantina, sitio de hombres que son convocados por un truco (2) y mientras barajan sus preciadas cartas, preguntan al homicida que fue héroe en unas elecciones, las hazañas vividas en la cárcel. Es importante pensar que cuando el poeta del barrio habla del guapo, recuerda que la cárcel es una condecoración, “y de las prisiones salió consagrado”. No escapa a su pluma el asunto social de las elecciones, que vivieron una época en la que los caudillos y sus hombres protagonizaban el asunto electoral, antes de la ley Sáenz Peña (1912).
Ahora bien, es lógico pensar que donde hay música, hay baile y está dicho en los siguientes versos:
“En la calle, la buena gente derrocha
sus guarangos decires más lisonjeros,
porque al compás de un tango, que es La Morocha
lucen ágiles cortes dos orilleros. (…)”
Pues bien, aunque en el comienzo del poema nos entonan con el ritmo de la habanera, ahora se baila La Morocha, con la música de Enrique Saborido y seguro que cantaran la letra de Ángel Villoldo, su letrista. Son los hombres los que salen a bailar, pues estamos en 1908 y todavía no bailan las mujeres en público, el tango aún está mal visto y reservado a las orillas. Recordemos que fue después de su regreso de París en 1910, cuando el tango llegó purificado y entonces lo acogieron las clases media y alta, y ahí sí lo bailarían las mujeres en público.
Ya el verso “lucen ágiles cortes dos orilleros”, está dando cuenta de otra prohibición, el baile con cortes, que ya lo había dicho el tío de la novia en El casamiento: “no se admiten cortes, ni aún en broma”. Estaban censurados en los lugares públicos, dice Borges, sólo se bailaba con cortes y quebradas en las casas de la calle Junín que “eran cielo de barones”
La estrofa que acabo de mencionar, fue una de las más citadas por Borges y motivó su inspiración para el tango Alguien le dice al tango, que fue musicalizado por Astor Piazzola, veamos:
“Tango que he visto bailar
contra un ocaso amarillo
por quienes eran capaces
de otro baile, el del cuchillo (…)”
Era la llegada de los organillos con su música la que provocaba el baile entre los hombres y hay quienes cuentan que algunos de ellos aprovechaban la música para ensayar pasos y lucirse en la milonga.
Así es pues inevitable que termine la fiesta, se ha desvanecido el atardecer con la llegada de las sombras y la distancia de las voces, las ventanas de las casas no dejan traslucir sus luces interiores y el viajero que llega siente el sonido de sus pasos y se percata de que el barrio duerme, sin embargo, empieza el canto de los perros que según el autor escuchan desdeñosas las gatas acurrucadas en sus balcones.
Y llegamos hasta el final del poema con una estampa hecha en verso:
“¡Allá va el gringo! ¡Como bestia paciente
que uncida a un viejo carro de la Harmonía
arrastrase en silencio, pesadamente,
el alma del suburbio, ruda y sombría!”
(1) Gringo: Extranjero de una habla diferente a la castellana ,en el contexto, pueden ser los italianos.
(2) Truco: juego de naipes con baraja española, difundido en El Río d la Plata.