De la mano con ONU mujeres, Medellín trabaja por ser una Ciudad Segura y sin violencia hacia las mujeres y las niñas, apuesta que enfoca en una transformación cultural basada en la educación.
Hecho el diagnóstico, queda la tarea. Y la tarea es urgente y de todos, porque para buscar la solución se necesita una transformación cultural que implica el compromiso de todos, desde el Estado y la familia, hasta instituciones educativas, empresa privada y toda clase de organizaciones sociales, pero especialmente desde la responsabilidad y el deber de cada uno, de cada persona, que es el respeto por el otro.
El estudio que realizó la Secretaría de las Mujeres en asocio con la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA, sobre la Percepción de seguridad respecto al Acoso y la violencia sexual contra las mujeres y las niñas en el espacio público de la Comuna 10 de Medellín (La Candelaria), revela que el 59% de las mujeres encuestadas se sienten inseguras en el Centro, lo que produce efectos muy negativos que dañan o incluso pueden obstruir o truncar los proyectos y hasta la vida de una persona, porque generan miedo y limitan el disfrute, la movilidad, las capacidades y potencialidades, además de coartar la libertad y los derechos ciudadanos.
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El 38,8% de esas mujeres manifiesta que ser acosadas sexualmente las volvió más prevenidas y desconfiadas, al 30,8% les afectó la tranquilidad, el 17,8% aceptó que mejor cambió su rutina diaria, mientras que la gran mayoría ni siquiera piensan en denunciar, por miedo, vergüenza o temor a las consecuencias que puede conllevar la denuncia, todo eso unido a la poca legitimidad y confianza en las instituciones del Estado.
Y lo peor es que son situaciones que se repiten permanentemente en los lugares más comunes del Centro: el transporte público, incluido el Metro, buses y taxis, los parques de Bolívar, Berrío, del Periodista, Bostón, Obrero, San Antonio y de Las Luces, donde los acosadores aprovechan la aglomeración de personas, el poco control de las autoridades, los baños sin vigilancia, donde hay bandas de tráfico y explotación sexual, lugares de venta y consumo de drogas, además de la proliferación de habitantes de calle.
Acoso sexual callejero
Son esas prácticas que, desafortunadamente están aceptadas y a veces justificadas socialmente, y que ejerce un hombre contra una mujer sin su consentimiento y sin siquiera tener un interés real en entablar una comunicación verdadera con esa persona agredida.
Y no son solamente agresiones físicas, psicológicas o económicas, como están consideradas o descritas en la Ley 1257 de 2008: “Por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”.
También hacen parte de ese acoso sexual las frases, actitudes, acciones y comportamientos realizados sin consentimiento ni permiso de la otra parte. Ese acoso callejero comprende las miradas lascivas, piropos suaves y agresivos, silbidos, besos, bocinazos, jadeos, gestos obscenos, comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo, fotografías y grabaciones no consentidas a partes íntimas, tocamientos (agarrones o “punteos”), persecución y arrinconamiento, masturbación y exhibicionismo.
Pero es peor aún si se observa que esa justificación y naturalización social del acoso callejero contribuyen a crear un clima de tolerancia que facilita que los agresores mantengan su conducta, lo que también dificulta que las víctimas denuncien la violencia sufrida.
“No salimos a la calle a esperar a que nadie nos diga cómo nos vemos, si bonitas o feas. En mi caso siempre voy pensando en mis propósitos, en las cosas que debo hacer cada día, no quiero perturbar a nadie y que nadie violente mi cuerpo ni mi territorio, quiero ir tranquila”, dijo una de las mujeres encuestadas.
Otras aseguran que “a las mujeres no nos gustan los piropos, no nos gusta que nos digan nada mientras vamos por la calle, no nos gusta que invadan nuestra tranquilidad”.
Articulación interinstitucional
Desafortunadamente el acoso sexual en el espacio público es un fenómeno que no sólo crece en Medellín, Antioquia y Colombia, sino en el mundo. Por eso desde el año 2010, las Naciones Unidas ha desarrollado el programa Ciudades seguras y sin violencia hacia las mujeres y las niñas, y al cual Medellín se unió desde 2015, siendo la ciudad número 22 en el mundo y la tercera en América Latina.
Iniciativa que hoy está incluida en el Plan de Desarrollo como programa Medellín segura para las mujeres y las niñas, que hace parte del proyecto liderado por la Secretaría de las Mujeres y cuyo objetivo es reducir el índice de las violencias sexuales, mejorar la percepción de seguridad y movilidad en el espacio público para el uso y goce efectivo de los derechos de las mujeres y las niñas, y prevenir y atender las violencias de género.
La primera exploración de esta problemática en Medellín se hizo en 2017 en la Comuna 3 -Manrique-, y allí se pudo establecer la situación de acoso y violencia sexual que afecta a las mujeres y niñas de este sector de la ciudad, experiencia que sirvió para entender que se debía continuar con la implementación del proyecto de Territorios seguros para las mujeres, por lo que ahora se realizó en las Comunas 10-La Candelaria, 8-Villa Hermosa y en el corregimiento Altavista, con el fin de identificar el riesgo y las causas de esa misma problemática que afecta a las mujeres en esos lugares.
Este estudio es un punto de partida, aceptó la secretaria de las Mujeres de Medellín, Valeria Molina Gómez, al destacar que en el proyecto de los cuatro estudios realizados hasta hoy se invierten 1.400 millones de pesos, porque el tema de género y en el particular el Centro, que es el barrio de todos, son prioridad para la Administración Municipal.
“Aunque los estudios nos han demostrado que todos los territorios tienen dinámicas, problemáticas y formas de habitar diferentes, la experiencia nos enseña que es necesaria una articulación interinstitucional con las organizaciones de cada territorio y con todas las organizaciones sociales para poder construir una propuesta de solución que permita transformar”, sostuvo la secretaria al anunciar que en este mes de febrero se inicia la implementación de las tareas dispuestas para apuntarle a ese objetivo en el Centro de Medellín.
Porque cuando se habla de violencia de género o de violencia contra las mujeres, se enfoca casi siempre en las relaciones intrafamiliares, pero el tema va más allá, y la violencia en espacios públicos no es menos grave, por lo que la idea es mostrarlo y llevarlo a la conversación pública para poder plantearlo y apuntarle a soluciones verdaderas, aprecia Molina Gómez.
Transformación cultural
El proyecto Medellín segura apunta básicamente a un tema de transformación cultural, porque la transformación no es sólo física. Y para sustentar esa explicación la secretaria expone ejemplos como el de la denuncia frente al acoso, que “es muy complicada porque es muy difícil tener pruebas para ir a denunciar al agresor a una Comisaría o a la Fiscalía”, o como la “naturalización del piropo, pues en Colombia se cree que a las mujeres les encantan los piropos, y no es así”.
Por eso tampoco descartó ejecutar algunas acciones con las que las mujeres de Medellín puedan dejar en evidencia a los acosadores callejeros, es decir señalarlos públicamente.
Otra propuesta para trabajar, dijo, es “desmasculinizar” muchos de los empleos que hay, especialmente desde el sector de la construcción, que es el que más posibilidades genera laboralmente. Ya hablamos de eso con la directora de Camacol, para ver cómo se puede empezar a decir que las mujeres pueden realizarlos, aunque hoy hay ejemplos de mujeres trabajando en obra en el Centro, pero también queremos ver cómo hacerlo con los dueños de las constructoras, lo que implica todo el tema de autonomía económica y empleo para las mujeres”.
Son muchos los esfuerzos que se suman alrededor de esta temática, sostuvo la secretaria al recordar los proyectos que se desarrollan con la Secretaría de Educación, Entornos protectores, El líder sos vos, la red de profesoras que trabajan en innovación para la educación con enfoque de género, además de otras áreas involucradas para lograr esa transformación cultural.
A eso se suma que la mayor inversión de la Secretaría de Mujeres se hace en atención y prevención de violencias basadas en género, para lo cual también se dispone de la línea 123 mujer, acompañamiento con psicólogos y abogados, centro de equidad de género, hogares de acogida, y el consejo para la seguridad pública para las mujeres, donde están todas las instituciones que las apoyan y acompañan en todo el tema de violencias: Fiscalía, Medicina Legal, Policía y Secretaría de Seguridad.
Corresponsabilidad social
Para Hernando Muñoz Sánchez, decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA, la participación y el estudio de la academia en estas temáticas siempre será importante, sobre todo cuando se trata, como en este caso, de fenómenos que afectan fácilmente a las personas en cualquier lugar.
“La transformación de imaginarios comienza desde cada uno, desde la familia. Aquí se habla de la educación de las niñas, pero son los niños también, porque los niños tienen que aprender a tratar a las niñas desde pequeños, y tienen que ser estrategias articuladas, no aisladas”, apuntó el educador.
“El Estado, dijo, tiene obligación frente al tema, pero también la comunidad tiene una corresponsabilidad como ciudadanos, y se empieza desde la casa y desde el colegio, porque la solución está en educar, educar y educar”, aunque también aprobó e invitó a desarrollar otras iniciativas que permitan enseñar a través de un correctivo público: “una paleta que sirva para amonestar a un tipo cuando le dice cosas en la calle a una mujer, desarrollar conversatorios entre personajes que son referentes, como los futbolistas, pero hombres convencidos, no actores, hablando con otros hombres de la no violencia y el respeto con las mujeres, una toma nocturna del Centro en torno al arte, por ejemplo”.
Y muy especialmente el decano se refirió en este capítulo a que la educación y la formación deben comenzar por casa, refiriéndose a algunos de los trabajadores y servidores públicos que son muchas veces los agresores, por lo que planteó la necesidad de iniciar el trabajo desde esas colectividades.
Aseguró que hay que buscar los mecanismos, “porque todos los esfuerzos son muy válidos, pero si el trabajo de género se sigue haciendo solo con, desde y para las mujeres, no se lograrán resultados importantes, hay que desarrollarlo con mujeres y hombres, sólo así se podrán reducir las violencias”.
Y como ejemplo, razonó que “frente a una mujer autónoma, lo que hace un hombre que nunca ha reflexionado sobre el tema de género, es violentarla. No hay nada más difícil de aceptar para un hombre que no entiende de igualdad entre hombres y mujeres, que enfrentar a una mujer autónoma”.
Por eso hay que educar, para lograr una transformación cultural.
Formas de acoso
Física:
Verbal
No verbal
123 mujer: línea de emergencia para mujeres víctimas de violencia.