El absurdo como conflicto existencial

Autor: Alberto Morales Gutiérrez
5 abril de 2020 - 12:02 AM

Tema para tiempos de pandemias

Medellín

Albert Camus (1913-1960) fue un futbolista talentoso que lo mismo brilló como centro delantero que como arquero. Jugó en el Montpensier y en el Racing Universitario de Argel (RUA).

Resulta fascinante descubrir que su importancia en la historia de la filosofía del siglo XX, su inteligente confrontación con otra luminaria del pensamiento en esa época, el legendario Jean Paul Sartre, sus obras literarias trascendentales (¿cómo no mencionar La Peste?) y su temprano Premio Nobel, no han sido capaces de opacar un milímetro su relación también trascendental con el balompié a quien, según él, se deben sus más importantes aprendizajes existenciales. 

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Es célebre su entrevista a El gráfico de Argentina, en la que confesó: “tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”

De hecho, en estos tiempos de imponderables, de “cisnes negros”, de imprevistos monumentales, la mejor definición la hace Camus desde la perspectiva del fútbol: “Aprendí pronto que una pelota no llega nunca del lado que uno espera”

Es tal vez desde la lógica del fútbol que Camus construyó el pensamiento filosófico que lo identifica: el absurdo.

Una definición típica de diccionario entiende por absurdo “aquello que es contrario a la lógica o la razón”,

Pero en la lógica del pensamiento de Albert Camus, el tema tiene que ver con las paradojas e incongruencias que ofrece la vida misma, la confrontación entre nuestro deseo humano, los sueños o propósitos existenciales que configuramos en nuestro beneficio y “el silencio indiferente del universo” o “la desarmonía”.  Lo ejemplariza muy bien con el Mito de Sísifo. Ese esfuerzo descomunal que hace el hombre empujando una piedra arriba por la colina y que ya a punto de llegar ésta ruede de nuevo para volver a empezar a subirla, que esta ruede de nuevo, vuelva a empezar y así hasta el infinito.

El imponderable de la peste, que no advierte su llegada, hace parte de ese absurdo que nos confronta existencialmente. El mundo que habitamos es indiferente a nuestros sufrimientos, sordo a nuestras protestas, dice él.

Hay tres maneras de responder al absurdo (las dos primeras son evasiones, nos precisa) 1.- el suicidio. 2.- la religión 3.- abrazar el absurdo y seguir viviendo. Y explica ésta última como una auténtica “revuelta metafísica”.

En la Peste abundan las frases, reflexiones, conversaciones que dan una idea exacta de lo que significan las respuestas. Van seis ejemplos:

1.- “Mientras que esa porquería de enfermedad…hasta los que no la tienen parecen llevarla en el corazón”

2.- “En el momento de la desgracia es cuando se acostumbra uno a la verdad, es decir, al silencio. Esperemos”

3.- “Que Dios no existe, porque si existiese, los curas no serían necesarios”

4.- “Hay que ser ciego o cobarde para resignarse a la peste”

5.- “La santidad es un conjunto de costumbres”

6.- “Una mirada donde se lee tanta bondad será siempre más fuerte que la peste”

El mismo Albert Camus clarifica su predicamento: “Hay un mito absurdo, no hay pensamiento absurdo”.

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Rebeldía, revuelta, no resignarse, atreverse a pensar para iniciar una rebelión humanística capaz de poner las cosas en su lugar, derrotar el absurdo de los modelos de pensamiento que, desde la economía de mercado imperante, diseñaron la debacle. ¡Esa es la tarea!

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