Con el Encuentro de Monólogos, del 10 al 27 de enero, con programación de jueves a sábado con dos funciones diarias, el Teatro Matacandelas inició este 2019, año en el que celebrará los cuarenta años de vida artística.
Un 9 de enero de 1979, Cristóbal Peláez González, junto a unos amigos también actores, fundó el colectivo teatral Matacandelas. Tras cuarenta años de vida artística, y procurando todos estos años ofrecer una alternativa diferentes en el arte de la representación teatral, él siente que se han ganado mucho reconocimiento por parte de la gente, de la ciudad y mucho afecto, y “eso nos gusta”, aseguró.
EL MUNDO habló con la cabeza del Matacandelas sobre cómo la han pasado en sus primero cuarenta años.
Pues siempre lo más gratificante es la conexión que hemos tenido con el público, el afecto, el reconocimiento también.
Uno hace teatro no para incordiarse con los demás o pelear y armar problemas; uno hace teatro para deleitar a la gente, porque es por esencia un arte interesado en el otro.
Siempre el podernos expresar con nuestro mundo y lo que nosotros creemos, nuestra visión de las cosas y el entorno. También, agradecemos el que nuestro teatro sea una expresión compartida con la gente.
Llevamos ya alrededor de 7.000 presentaciones a lo largo de estos cuarenta años, somos un grupo que nos movemos mucho. Tenemos en la actualidad un espacio, nuestra sede, que es muy adecuado y bonito.
Hemos compartido con otras expresiones artísticas en los últimos años y sobre todo con aquellas que verdaderamente no tienen un espacio amplio en la ciudad, tales como el punk, el metal, el rock, todo esto que se mueve mucho en las nuevas generaciones.
Prácticamente, hemos logrado que el Teatro Matacandelas se constituya en una verdadera casa de la cultura.
Al principio había una total indiferencia, que yo usualmente la llamo más bien ignorancia, por el asunto teatral.
Digamos, lo que está más ensartado en nuestros estatutos es que el Matacandelas nació como un grupo para compartir la cultura teatral en Medellín, esta es una cultura milenaria, que la han tenido todos los pueblos y en Colombia era una de las propuesta que se habían olvidado, en ese entonces. Aunque habían ya colectivos, no había una real voluntad por el arte de la representación, que no sólo es necesaria, es inevitable.
El desafío inicial fue superar la apatía y posteriormente lograr salir en medio de tantas dificultades, por ejemplo económicas.
Sentía que estábamos ofreciendo una cosa que era algo igual que ir por las instituciones ofreciendo Sida (risas), eso nadie lo aceptaba. Poco apoco fuimos abriendo un camino, tengo que decir que no solamente nosotros, también otra cantidad de gente que ha estado interesada por compartir con Medellín el arte teatral.
Ya es un arte conocido, aceptado, tiene otra mirada de la gente.
En cuarenta años han surgido algunas dificultades de orden económico para poder producir, aunque el teatro no es un arte muy costoso, requiere de muy buena inversión.
Por allá en los años 60 y 70 el teatro fue una expresión muy perseguida, con muertos, con torturados, con actores y directores en la cárcel, expulsados de instituciones, porque eran subversivos.
A partir de los años 90, se inició la apatía que duró hasta el año 2000 cuando empiezan los apoyos sociales, las políticas estatales y se volvió a mirar al teatro como un bien apreciado en muchos ámbitos, se ha convertido en una alternativa no de recreación sino de diversidad con la gente.
Nosotros hemos conseguido mucho reconocimiento de la gente y no sólo de Medellín, del país también, y eso nos gusta.
En mantener las temporadas regulares y tener una programación muy intensa. Con eso, poco a poco, y nosotros lo sabíamos, construimos un espacio de mucha oxigenación para la ciudad, ofrecemos la posibilidad de ver otra cosa.
Por los problemas de ciudad, la gente en Medellín tiene la particularidad que es muy encerrada y solamente viendo televisión, para evitar la calle, la ciudad no siempre es tan habitable, ni tan caminable; entonces, creo que hemos significado otra opción, que todavía, obviamente, no es masiva, pero por algo se empieza.
Hemos hecho 55 montajes y yo podría hablar de que todas las obras son memorables, desde el punto de vista de que se deben a una necesidad expresiva de determinado momento.
El público ha destacado a O marinheiro, de Fernando Pessoa; La chica que quería ser dios, creación colectiva sobre la vida y obra de la poeta norteamericana Sylvia Plath; Angelitos empantanados, de Andrés Caicedo; Juegos nocturnos I, de Jean Tardieu, y Juegos nocturnos II, de Alfred Jarry.
Últimamente hemos tenido una obra que ha recibido gran aceptación entre el público que es Primer amor, a partir de unos textos de Samuel Beckett.
Del grupo fundador, ya no quedo sino yo. Pero, el reconocimiento está para María Isabel García, una actriz que de los 40 años lleva 39. También Diego Sánchez, que nos dejó el año pasado, permaneció 34 años en el grupo; Ángela María Muñoz, igualmente con 34 años; John Fernando Ospina, quien lleva alrededor de 25 años; Juan David Toro, que lleva más de veinte años, ellos son nuestros actores permanentes.
Siempre el grupo ha llegado como por camadas y funcionamos más como colectivo, mejor, somos una cooperativa de talento.
La cabeza del Teatro Matacandelas
Cristóbal Peláez González es una actor empírico, sólo alcanzó cuarto de bachillerato y su formación se la debe, como él expresó en entrevista, “a los libros y vivencias, experiencias del padecer, del observar y del reflexionar”.
Foto de abril 4 de 2003.
Bajo la dirección de Cristóbal Peláez González, el Teatro Matacandelas ha recorrido el mundo con sus obras, al igual que toda Colombia, por ello, su trabajo es admirado en el ámbito nacional e internacional.
Foto de octubre de 1991.
Confesó el director del Teatro Matacandelas que con el paso de los años comprendió que “hubiera podido hacer un mejor teatro si me hubiera fundamentado en el estudio de cosas que resultan claves para el oficio teatral: la pintura, las matemáticas, la geometría, la filosofía”.
Foto del 9 de octubre de 1982.
El Matacandelas, una verdadera casa donde habita la cultura
Los contrastes en los espacios del Teatro Matacandelas.
Obras de calidad
Ángela María Muñoz, María Isabel García y Mónica Marín en una escena de Oh marinheiro en el estreno de 1999. Autor: Fernando Pesoa. Dirección: Gustavo Díaz y Cristóbal Pelaez.