Una severa alerta de la OMS y la Unicef porque sólo dos de cinco neonatos reciben leche materna en sus primeras horas de vida dio inicio a la celebración de la Semana mundial de la lactancia materna, que se celebra entre el 1 y el 7 de agosto, con el propósito de informar y educar a las familias, la comunidad médica y a los gobernantes sobre el valor de que hasta los seis meses los bebés tengan como alimento único la leche materna y que a partir de ese momento continúe siendo alimento complementario.

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La alerta por el temprano inicio del amamantamiento al neonato tiene explicaciones científicas en que este amplía las perspectivas de sobrevivencia del recién nacido, fortalece su crecimiento y propicia que desarrolle todas sus potencialidades; también las tiene emocionales porque al alimentar a su hijo, la madre fortalece el lazo que la une a él, y al tener que alimentarse, el bebé aprender a succionar, estimulando la producción de leche, y también forja el lazo de amor con la mamá. En cambio, indican las instituciones, cuando el primer alimento del bebé es agua azucarada o leche de fórmula, crecen las posibilidades de muerte del recién nacido, lo mismo que las de posterior rechazo de la leche materna.

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Según el informe de la OMS, que usa datos de 2009, en Colombia el 63,4% de los recién nacidos reciben leche materna en su primera hora de vida. La que es una cifra para el orgullo se ensombrece con datos de un estudio de Unicef, divulgado en 2017, según el cual al llegar a los seis meses de vida sólo el 43% de los bebés recibe exclusivamente lactancia materna; ello a pesar de que la legislación laboral colombiana, a diferencia de lo que ocurre en distintos países del mundo y en especial en Estados Unidos, es favorable al cuidado del bebé desde el embarazo.

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La reducción de madres lactantes entre el momento de nacimiento y los seis meses, que es el período en que la madre transfiere todos los nutrientes que garantizan el mejor desarrollo del niño; las defensas que mantienen su salud, y construye la relación de vigilante afecto y acompañamiento con su bebé, interpela las políticas públicas de salud en materia de prevención, que en el caso de la maternidad y la lactancia deberían enfocarse en la atención del médico de familia o los grupos de bienestar, para educar a la madre y al padre en los beneficios de la lactancia y acompañarlos resolviendo temores, preguntas y expectativas, de manera que para ellos se convierta en parte substancial del acto de amor de dar vida, cuidándola en momentos que dan leche y amor, las dos verdaderas necesidades del recién nacido.

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Ahora, en cuanto a las garantías para que el amamantamiento ocurra, son notables, y diferenciales con muchos países, incluso Estados Unidos, las normas que amparan la lactancia al haber extendido la licencia de maternidad a cuatro meses, medida cuya eficacia para el cuidado de los bebés no se ha demostrado; generado las horas de lactancia y creado los lactarios. Y también es relevante la restricción del Código Laboral que prohíbe el despido a empleadores que conozcan de la situación de embarazo de su empleada, norma que la Corte Constitucional revisó para impedir abusos de embarazadas que no informaban de su estado pero incumplían reglamentos y normas laborales haciéndose despedir para luego conseguir jugosas indemnizaciones, un hecho de corrupción que ponía en riesgo los derechos de los bebés a la estabilidad laboral de sus madres, o sea a su bienestar en edad temprana.

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