¿Qué puede ofrecer hoy la educación a los estudiantes? ¿Qué está en el centro de la educación en un país como el nuestro?
La cercanía de otro semestre académico se atisba en el horizonte. Este tiempo de rareza humana ha puesto a pensar seriamente qué tipo de educación es la acertada para este momento histórico, pues se ha desvelado de una vez por todas las grandes grietas del sistema educativo tradicional. La lucha mordaz entre los que aman la tecnología y los que la detestan parece no terminar a puertas de regresar a clase.
Más allá de los conflictos naturales que emergen por el cambio, esta oportunidad que nos brinda la existencia, nos hace ampliar el panorama de comprensión respecto a lo que es fundamental en la educación. Mientras unos quieren atiborrar de recursos tecnológicos a sus alumnos y otros seguir en lo mismo de siempre, pero con una pantalla, hay una demanda que nos grita desde la realidad: ¿Qué puede ofrecer hoy la educación a los estudiantes?
Sin lugar a dudas, la comprensión de este tiempo particular no es fácil, pero la palabra de la educación puede brindar hermenéuticas que nos vayan llevando a construir respuestas a partir de nuestra propia finitud (vida). Lo que puede ofrecer la educación es una reconciliación con lo que somos, es decir, humanizarnos. Toda educación es menesterosa y contextual, encuentra en estas dos realidades su eficaz palabra para lograr transformar al otro y a lo otro.
¿Qué está en el centro de la educación en un país como el nuestro? Tristemente lo que se evidencia allí no es al ser humano, sino, los intereses particulares de muchos que monetizan instituciones y personas. La trillada frase “educación para todos” y sus sinónimos, no es más que un sofisma de distracción que va permitiendo masificar la ignorancia. Desde que los colegios y las universidades se volvieron empresa, la educación fue aniquilada.
Ahora, reconciliar la educación con su génesis (humanizar), implica un arduo trabajo de deconstrucción que muchos no están dispuestos a hacer, pues allí han sembrado intereses mezquinos y egoístas. Hoy se hace necesario este paso, debemos recuperar la finitud en la educación, estar dispuestos a renunciar al adoctrinamiento (político, religioso, moral, académico) y entender que somos proyecto inacabado. La finitud no es el problema, sino la oportunidad de devolverle al ser humano su puesto en el mundo. La educación se vuelve así servidora de todo lo humano.
En el maestro la finitud se hace diáfana, es alcanzable a los otros, pues él está imbuido y reconciliado con esta realidad. Superando las discordias con el tiempo presente, atrevámonos a volver libres al encuentro con los alumnos, encuentro virtual, pero encuentro. Que este proceso de finitud, que es la misma vida expresándose, nos permita entender que “el maestro es el que vive en la transformación de sus alumnos. Un maestro que no se retire para dejar pasar al otro, que no abra y se abra a la interpretación del otro, un maestro que no cuide la palabra viva del otro, lo que hace es adoctrinar, no educar” (Filosofía de la finitud – Joan-Carles Mèlich).