La historia de Colombia no podrá escribirse contra los testimonios recogidos por Eduardo, a pesar de todo el esfuerzo de la “comisión de la verdad”, encargada de preparar la historia leninista para nuestro país.
Los medios electrónicos nos permiten ahora un contacto muy cercano, tanto con amigos como con acontecimientos, comentarios estudios y opiniones. En buena parte eliminan el tiempo y la distancia. El internet, del que soy el menos capaz usuario, sin embargo, ha hecho posible un intercambio muy frecuente con un escritor sobresaliente, Eduardo Mackenzie, hasta el punto de poder considerarlo un amigo próximo, a pesar de que él vive desde hace muchas décadas en París.
Ese intercambio ha enriquecido mi pluma, porque sus escritos siempre orientan, y porque en más de una ocasión, en comunicaciones privadas, que siempre agradezco, me ha hecho reflexionar sobre puntos que he descuidado, o me ha hecho detener oportunamente la expresión de ideas no lo suficientemente maduradas, prematuras o imprudentes.
En efecto, lo más importante de los escritos de Eduardo consiste en su capacidad de orientación, fruto de una dedicación ejemplar a los asuntos de Colombia. A ellos consagra tres o cuatro escritos magistrales cada mes, y, diariamente, durante décadas, recopila lo más importante que se escribe en o sobre nuestro país, en un blog imprescindible, Colombian News, que devela las grandes líneas de la larga, bien planificada y audazmente concertada acción de las fuerzas revolucionarias que avanzan hacia el total dominio del país.
Afortunadamente, la historia de Colombia no podrá escribirse contra los testimonios recogidos por Eduardo, a pesar de todo el esfuerzo de la “comisión de la verdad”, encargada de preparar la historia leninista para nuestro país.
Ahora bien, lo más admirable de esa incansable acción patriótica de Mackenzie es que se ejerce desde Francia, país que conoce y admira, cuya lengua escribe con la mayor elegancia, e incluso a veces lo hace mejor en ella que en español. Además, su esposa es una dama francesa, delicada, culta y encantadora, madre de su hija. Pero en Eduardo, nada ha disminuido su amor por Colombia. Todos conocemos a parientes y amigos que se asimilan plenamente a sus nuevos países, hasta el punto de conservar apenas un leve contacto emocional y esporádico con su patria inicial. Lo contrario ocurre con Eduardo, cada día más apegado a su patria amenazada, donde muy pocos son conscientes de los peligros que ponen en riesgo su existencia como comunidad civilizada, productiva, libre y democrática.
Por esas razones no podía regresar a Colombia, de un interesante periplo turco, sin ir a conocer personalmente al amigo y maestro. Acabo de compartir con él maravillosas horas en Chartres (donde empieza a resplandecer la catedral, a medida que se retira el grasoso hollín de los siglos), y en su apartamento-biblioteca. La profusión de bellas ediciones de los mejores libros en el más envidiable orden tiene mucho que decir sobre la erudición y la organización mental del gran escritor político que es Eduardo Mackenzie.
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Turquía es un país sorprendente, uno de aquellos pocos que superan la expectativa del visitante. Limpio, ordenado, próspero, con envidiable nivel de vivienda y magníficas carreteras y autopistas. Si los problemas de Colombia no se agravasen día a día, valdría la pena comentar lo que admira el viajero.