Economía apta para no economistas

Autor: José Hilario López
21 agosto de 2019 - 12:00 AM

Una economía para todos, en clave de Lora, se fundamenta en un electorado bien informado y con sanos criterios para entender cuáles políticas pueden ser exitosas, la única forma de tener mejores gobiernos

Medellín

José Hilario López

El brillante economista Eduardo Lora hace poco  publicó “Economía esencial de Colombia”, libro de divulgación producto de cuarenta años de estudios desde Fedesarrollo y la Universidad de Harvard, un texto que sorprende por su claridad y sencillez para explicar una disciplina, que los mismos economistas se han encargado de hacerla cada vez más compleja e incomprensible para el ciudadano de a pie. Sin duda un libro esencial, apto para quienes pretendemos entender la realidad del mundo económico y político, que para bien o para mal determina nuestras vidas.

Lora empieza afirmando que la economía refleja la estructura del poder en una sociedad, lo que nos lleva a preguntarnos cómo se legitima el poder en una democracia liberal, con visos de socialdemocracia, como se precia de ser nuestro país. Según Max Weber, “el poder legal-racional”, así denominado por este pensador, uno de los padres de la sociología, “deriva de argumentos (ético) racionales: el gobernante manda porque lo dice la ley”, ley que provenga de un parlamento elegido en comicios que puedan ser calificados como “limpios”. A lo cual habría que agregar, que un gobierno legítimo es aquel que permite su frecuente renovación y concierta sus decisiones con los demás órganos del poder, los denominados contrapesos.

Lea también: Álvaro Tirado y la Nueva Historia de Colombia

Una economía para todos, en clave de Lora, se fundamenta en un electorado bien informado y con sanos criterios para entender cuáles políticas pueden ser exitosas, la única forma de tener mejores gobiernos. Por el contrario, un pueblo ignorante puede ser manipulado por el clientelismo o por gobiernos populistas, de izquierda o de derecha. En esencia “Educar para la democracia”, propuesta que trabajé en pasadas columnas publicadas en este mismo espacio.

Economía Esencial de Colombia hace toda una pedagogía de asuntos fundamentales, entre otros, el funcionamiento y necesidad de las instituciones, la recurrente conflictividad en la fijación del salario mínimo, las injusticias del sistema de pensiones vigente, la necesidad de establecer una pensión básica con cubrimiento universal y las falencias del régimen tributario.

Empecemos por destacar la importancia de asociar la economía a la institucionalidad, metodología introducida en la academia por La Nueva Historia Económica de Colombia, un enfoque que permite analizar de manera integral los desarrollos y políticas económicas como dependientes de la institucional vigente.   Lora aplica de manera magistral esta metodología, cuando, a diferencia de la mayoría de los economistas, opta por privilegiar el estudio de las instituciones sobre el mercado, ya que el mercado es una construcción social, que no podría funcionar sin soporte institucional, por ejemplo el dinero, los derechos de propiedad y los sistemas regulatorios, son todos constructos sociales que permiten que exista el mercado. Otro ejemplo: si no existieran los bancos estaríamos todavía en la economía del trueque y es por esa razón, concluye Lora, que para el buen funcionamiento de la economía se requiere un sistema financiero sólido y bien regulado.

Para destacar también es el análisis que presenta Lora sobre la estabilidad y fortaleza de la economía colombiana, que en los últimos ochenta años sólo ha sufrido la crisis de finales de los años noventa, esto a diferencia de los demás países latinoamericanos. Por otro aspecto, sorprende cuando afirma que “el buen manejo de la economía (colombiana) durante décadas ha resultado en mejoras sustanciales de los ingresos y el nivel de vida de todas las clases sociales, a lo que, cuando Portafolio le pidió explicar el pesimismo de la mayor parte de los colombianos sobre la situación y futuro del país, agrega que: “el progreso ocurre en forma silenciosa y suele pasar desapercibido, en cambio los retrocesos a menudo causan alboroto y atraen la atención de los medios de comunicación y los políticos” . Esto no impide que Lora subestime la inequidad en la distribución del ingreso, cuando reconoce que el 1% más rico de los colombianos recibe más ingreso que el 50% más pobre, lo que hace que Colombia sea el quinto país más desigual del mundo.

Además: Ordenamiento de la pequeña minería, tarea pendiente

Para seguir con la desigualdad y sus implicaciones políticas en nuestra institucionalidad, aprovecharé un artículo de Clara López publicado el pasado marzo en la Revista Semana, bajo el título “Se dispara la desigualdad”. Clara empieza por, de manera categórica, afirmar que la desigualdad es éticamente reprochable y mala para la eficiencia económica y para la democracia. A mayor concentración de la riqueza, mayor concentración del poder político que se aprovecha para manipular las reglas de juego en favor de los poderosos, lo que socava todo el sistema democrático. Adicionalmente, cuando el éxito depende de la riqueza heredada, no de la trabajada, se debilitan los incentivos que permiten  el emprendimiento y el mismo crecimiento económico.

Como bien lo expresa  Thomas Piketty en su famoso libro “El Capital  en el Siglo XXI”, que, con propiedad, cita Clara: “Cuando la tasa de retorno del capital excede significativamente la tasa de crecimiento de la economía, (…) la lógica indica que la riqueza heredada crecerá más rápidamente que el producto y el ingreso. (…). Bajo tales circunstancias, es casi inevitable que la riqueza heredada predomine por un amplio margen sobre la riqueza acumulada tras toda una vida de dedicación y esfuerzo y que la concentración de la riqueza llegue a niveles extremadamente altos–niveles potencialmente incompatibles con los valores meritocráticos y con los principios de justicia social que son fundamentales para las sociedades democráticas modernas”.

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