Duque, el kakistocrático…

Autor: Alberto Morales Gutiérrez
8 marzo de 2020 - 12:03 AM

Pero las frases son apenas la prueba superficial de su incapacidad manifiesta. Lo realmente dramático es la ramplonería para el manejo de las relaciones internacionales

Medellín

No vaya a creer el lector que el prefijo “kakis” en esta extraña palabra, hace referencia a alguna práctica escatológica del muy desprestigiado ejecutivo nacional. Se trata realmente de aludir a la “Kakistocracia” que es como se denomina en el análisis político a ese tipo de gobiernos formados por los más ineptos.

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El término (“soplado” por mi amigo Jorge Mazuera) me ha puesto en la tarea de indagar sobre su contenido e historia, para confirmar lo que ya todo el mundo sabe: ciertamente, este patético gobierno y su partido, ha integrado una suma de ineptitudes tales, que ni el más pesimista de los observadores habría imaginado.

Vamos por partes.

La palabra es una creación del profesor de la Universidad de Turín Michelangelo Bovero que en 1937 unió las palabras griegas “Kákistos” el peor y “Kratos” gobierno, para que integradas se leyeran como el gobierno de los peores. Años después, en 1944, la primera edición en inglés del Dictionary of Sociology amplía esa definición con un aporte del señor Frederick M Lumley quien la define como “estado de degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros hasta bandas y camarillas sagaces, pero sin escrúpulos”.

El muy argentino y filósofo Jorge L Garcia Venturini “enriqueció” el contenido de la definición y le agregó en 1974 adjetivos que son epítetos, tales como: “sórdido”, “sucio”, “vil”, “incapaz”, “innoble”, “perverso”, “nocivo”, “funesto” y pare de contar.

En diciembre de 2018 Duque dio muestras de su talante con el célebre cuento de los siete enanitos en la muy pomposa presentación de su “programa” de industrias creativas, y ni qué decir de la hilaridad que desencadenó con su famosa Colombia con P mayúscula, o la total displicencia sobre el bombardeo que motivó la censura de su nefasto ministro de Defensa Guillermo Botero: ¿De qué me hablas, viejo?.

El país no se repone de la barbaridad expresada por Alicia Arango en el sentido de que en Colombia mueren más personas por robo de celulares que por ser defensores de los Derechos Humanos, y Pacho Santos atrapado en su proverbial impertinencia diciendo que el Departamento de Estado de los EEUU “está destruido, no existe”, o confesando en términos de balance de sus colegas que “Holmes no tenía estrategia y Botero no trabajaba” (lo que además es totalmente cierto)

Pero las frases son apenas la prueba superficial de su incapacidad manifiesta. Lo realmente dramático es la ramplonería para el manejo de las relaciones internacionales, los irrespetos a las autoridades de las Naciones Unidas, la obsesiva agenda con Venezuela que ya no conmueve a nadie, el cinismo con las promesas incumplidas a sectores estratégicos de la industria nacional, la voracidad y parcialidad de su desastrosa reforma tributaria, la exacerbación de la violencia y el matoneo, la charada de su “lucha” contra la corrupción mientras la descomposición serpentea por los pasillos de Palacio, el silencio cómplice con su embajador en Uruguay Fernando Sanclemente quien se daba el lujo de tener un laboratorio de coca en su finca en Guasca, el contubernio con Asofondos para acabar con Colpensiones, en fin.

Tal vez merezca otro espacio reunir las barbaridades de los corifeos del kakistocrático señor Duque, como las de Macías, Paloma, María Fernanda Cabal, entre otros, que representan la antología de la ignorancia.

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Todos ellos siguen creyendo en su impunidad, pensando que el país no se ha dado cuenta, soñando con perpetuarse, pero eso no va a ser posible. Se ve de lejos que a la gente se le llenó la taza.

 

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