Dos claridades: epidemiológica y moral

Autor: Carlos Alberto Gómez Fajardo
24 marzo de 2020 - 12:03 AM

Es apenas obvia la responsabilidad de toda la sociedad hacia la protección especial del personal de salud: apoyo y reconocimiento, circunstancias laborales, medios para su desempeño, protección, seguridad

Medellín

Muchas cosas se han aprendido junto con el desarrollo y la práctica de la disciplina de la epidemiología. Mediante la observación metódica del comportamiento de las enfermedades en las poblaciones se ha logrado intervenirlas favorablemente en muchos aspectos. Un profundo bagaje teórico, estadístico y clínico, precede al conocimiento que por siglos se ha venido acumulando para el afrontamiento de las situaciones vividas por la humanidad. Viruela, cólera, fiebre amarilla, polio, malaria, fiebre de Ébola, y ahora, el global coronavirus. Hay nombres inmortales  que han permitido los logros prácticos, incluso antes de que pudiéramos saber de la existencia de las bacterias y virus: Jenner (vacuna), Snow (Cólera), Semmelweis (fiebre puerperal, lavado de manos). Después de aquellos, los genios de Pasteur, Koch y Lister redondearían de modo conceptual la comprensión de los aspectos microbiológicos de la enfermedad.  

Lea también: La salud como equilibrio

Hoy las autoridades, y todos, afrontamos la realidad concreta de la pandemia. Sustentadas en el conocimiento del modo masivo del comportamiento de las enfermedades transmisibles, se proponen las medidas pertinentes: aislamiento, reducción de las oportunidades de contagio, lavado de manos, medidas de aseo para disminuir la presencia del virus, permanecer en casa, educación de los ciudadanos,  y algo bien arduo: modificación de sus hábitos. Los líderes intentan superar las dificultades de comprensión para que las muchedumbres adopten de modo efectivo sus recomendaciones y mandatos. La amenaza global es la saturación de los servicios hospitalarios de alta complejidad técnica: no hay disponibilidad de apoyo ventilatorio en UCI para todos los afectados en condición grave.   

Hay un aspecto en la circunstancia actual: el personal sanitario (médicos, enfermeras, personal hospitalario en todos los niveles), quienes inevitablemente tienen que afrontar la realidad del contacto directo con los enfermos, son a su vez, sujetos de altísimo riesgo para llegar a ser infectados y convertidos en pacientes, con alto riesgo, también, de morir. Es personal profesional, altamente capacitado, agobiado por pesadas cargas (físicas, psicológicas, laborales, técnicas). Muchos, en medio de sus responsabilidades, en sus puestos de combate, caen enfermos. Las cifras provenientes de China, Italia y España hablan de ello, con alta frecuencia el personal de salud resulta infectado y en algunos casos, de modo fatal. El mundo debe recordar que muchos servidores del área de la salud han pagado con su propia integridad física o con sus vidas, el costo de su compromiso vocacional por el servicio al semejante. Es apenas obvia la responsabilidad de toda la sociedad hacia la protección especial del personal de salud: apoyo y reconocimiento, circunstancias laborales, medios para su desempeño, protección, seguridad.

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Cuenta Homero en la Ilíada que los médicos hijos de Asclepio, Macaón y Podalirio participaron al lado de los griegos en la guerra de Troya. Uno de ellos, Macaón, en medio de la confusión y gritería de la batalla, fue herido en la espalda. Ante el riesgo de perder la vida en aquella circunstancia, el héroe griego Néstor, acude a rescatarlo: “…pues un médico vale por muchos hombres, por su pericia en arrancar flechas y aplicar drogas calmantes”. Muy claro tenían los griegos el valor que representaba para su nación la presencia y la tarea ejercida por los médicos.

 

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