Deja don Hernán una institución con un reconocimiento en la sociedad como un colegio de educación con calidad, humanista, sin dejar de lado la formación técnico-científica.
El pasado lunes falleció el educador Hernán Jaramillo Giraldo, rector y fundador, junto con su hermano Guillermo, y los educadores Alberto Parra Colorado y William Rodríguez Ortega, del colegio José María Berrío, en 1980. El nombre del colegio es en honor a su mentor espiritual, el sacerdote benedictino José María Berrío, quién acompañó a la institución hasta el día de su fallecimiento en 1995, llamado cariñosamente por quienes tuvimos el honor de seguir sus consejos como el padre Josema.
Don Hernán fue un educador a carta cabal, con carácter, a la vez afable y accesible, tenía el don de comprender a la muchachada, máximo a la de las primeras cohortes en los años 80, que fue variopinta, estábamos allí muchos provenientes de diversos colegios de la ciudad y del país, pero ninguno con la formación “joseista”, pero que, con la la visión de la “humanización de la humanidad” haciendo eco del lema del colegio “… donde ser persona es tan… tan, pero tan importante”, dejó huella indeleble en sus egresados, fue así como a través de las redes sociales, mi generación se enteró del fallecimiento de nuestro último rector y cada uno dejó un comentario positivo hacia él.
Y no es porque, como dice el refranero popular: “no hay muerto malo”, sino porque la partida hacia el sitial Divino, deja un vacío grande en la sociedad antioqueña y colombiana, un legado de toda una vida dedicada a la educación y sus últimos 38 años en su propio proyecto educativo.
Don Hernán le dio vida al periódico Letras, espacio de comunicación institucional coordinado por estudiantes de los últimos años de bachillerato, del cual fui parte del comité de dirección. Allí en esas páginas de prensa escuela, don Hernán, fiel a la filosofía y creencias del colegio, nos dejaba ser libre pensadores, no recuerdo que haya vetado algún artículo ni de los profesores, ni de estudiantes. Ese fue el primer espaldarazo recibido por quién esto escribe como columnista.
Deja don Hernán una institución con un reconocimiento en la sociedad como un colegio de educación con calidad, humanista, sin dejar de lado la formación técnico-científica. Para aquellos que continuarán con su proyecto educativo el reto es grande, la generación actual es parte de un mundo convulsionado, irreverente y desafiante, en donde el sello “Joseísta” no se puede diluir, sino por el contrario debe ser fortalecido en aras de contribuir a la construcción de una sociedad incluyente y participativa.
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Desde estas páginas a su hermano Guillermo, su señora esposa Elsa, e hijos Hernán, Juan y Camilo, un abrazo de solidaridad en estos difíciles momentos.
Solo basta darle gracias a Don Hernán porque nos dejó una huella indeleble en nuestro ser“… donde ser persona es tan… tan, pero tan importante”.