El desarrollo humano se enmarca dentro de la capacidad de satisfacción de las necesidades primarias de las personas, pero, garantizando la protección del ambiente
En el parque Gallineral de San Gil, Santander, dice un aviso en uno de sus senderos: “la tierra No es herencia de nuestros padres, sino, préstamo de nuestros hijos”, sentencia que nos debe llevar a reflexionar sobre la coherencia (“actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan” (DRAE)), que debemos tener en la relación con el desarrollo humano y la herencia ambiental que recibimos de nuestros padres y les dejaremos a nuestros hijos y los hijos de estos.
Aunque el Diccionario de la Real Academia, en su primera acepción define coherencia como “conexón, relación o unión de unas cosas con otras” La dimensión de la “co-herencia” ambiental, es la que podríamos definir como la unión o colaboración (prefijo co) de la herencia (legado) y la coherencia entre el discurso de la protección ambiental y lo aplicación de la nuestra fuerza de trabajo sobre el mismo, que nos debe llevar a que la humanidad debe gestar un progreso sustentable (protección del ambiente en beneficio de las actuales y futuras generaciones) y el desarrollo sostenible (la capacidad de satisfacer las necesidades fisiológicas de los seres humano a través del tiempo). En síntesis, el desarrollo humano se enmarca dentro de la capacidad de satisfacción de las necesidades primarias de las personas, pero, garantizando la protección del ambiente.
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Por ello, Gilberto Echeverri Mejía decía, palabras más o menos, que sí él pudiera quitaría del himno antioqueño la estrofa “el hacha que mis mayores me dejaron por herencia la quiero porque a sus golpes libres acentos resuenan”, porque en el hoy, esa huella dejada por nuestros ancestros arrieros y colonizadores antioqueños al abrir terreno, van en contra vía del desarrollo sostenible y sustentable, comprometiendo el bien-estar y la convivencia entre el ambiente y los seres humanos.
En esa dimensión de la “co-herencia” ambiental, las últimas semanas no ha sido de un buen beneplácito para las comunidades de Santa Elena (Antioquia) y la Lizama (Santander).
Las dificultades por las que está atravesando el corregimiento de Santa Elena por el agrietamiento de la Iglesia y otras edificaciones cercanas, zona de incidencia del túnel de Oriente, algunos se la achacan a la obra, mientras que otros lo niegan. El debate apenas comienza. Solo el informe técnico ajeno a las partes interesadas podrá develar la verdad, eso sí, Santa Elena está sobre una falla geológica, que por las obras del túnel pudiesen haber generado movimientos detonadores de la fractura en las infraestructuras afectadas.
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El otro caso, en el corregimiento de la Lizama, Barrancabermeja – Santander-, es el afloramiento de petróleo, pero no solo allí, sino que también en el municipio de San Vicente de Churí, se vienen presentando este tipo de daños ambientales. Pero ¿qué tienen de común estos dos territorios?, qué están en la zona de influencia de la recién construida represa de Hidrosogamoso, la cual almacena 4.800 millones de metros cúbicos de agua, y según la teoría de un experto, de quién no recuerdo su nombre, expresó a Caracol Radio, que posiblemente la presión de la represa hace que el petróleo emerja. Principio de la ley de “eureka”. Recordemos el hallazgo de Arquímides: “que el volumen de agua que asciende es igual al volumen del cuerpo sumergido”, por lo tanto la presión realizada por el agua represada hace que aflore el petróleo por algún lugar de la tierra.
Dos circunstancias, del hoy cercano que nos deben llevar a reflexionar si la generación actual de dirigentes tienen presente la dimensión de la “co-herencia” ambiental.