El 15 de mayo se celebra el Día Nacional e Internacional de la Familia, una jornada para disfrutar junto a los seres queridos, pero que también invita al Estado a trazar políticas para crear un entorno más propicio para ese núcleo fundamental de la sociedad.
La familia fue, es y seguirá siendo la unidad básica y el eje central de la sociedad, pues es a partir de allí donde se les debe brindar a las personas soporte y ayuda moral, espiritual y física para su pleno desarrollo. Para que las sociedades sean cada vez mejores. Para que los países avancen hacia un norte tranquilo y seguro.
Por eso, para crear conciencia sobre la verdadera importancia de lo que debe ser este núcleo social en el avance de los pueblos, y las obligaciones que los gobiernos tienen ello, la ONU instituyó el 15 de mayo como Día Mundial de la Familia, que no es un día comercial como tantos que figuran en el calendario anual de celebraciones, sino la oportunidad de plantear una reflexión sobre los procesos sociales, económicos y demográficos que la afectan, así como las transformaciones que ha experimentado y seguirá experimentando a través de la historia de acuerdo también a las tendencias mundiales.
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Y así lo reconoce incluso la Constitución nacional, en la que no sólo se le consagra a ese núcleo social como sujeto colectivo de derechos, sino que se reconoce su papel fundamental en la educación y formación de los hijos desde la primera infancia, y las oportunidades de aprendizaje permanente que debe propiciar para niños y jóvenes, además del bienestar general para todos sus integrantes.
A eso está encaminada la Ley 1361 de 2009, modificada por la ley 1857 de 2017, por medio de la cual se busca “fortalecer y garantizar el desarrollo integral de la familia”, y en la que se consagran en su Artículo 4o. los 19 derechos que el Estado y la sociedad deben garantizarle a esa institución central y fundamental de la sociedad.
1. Derecho a una vida libre de violencia.
2. Derecho a la participación y representación de sus miembros.
3. Derecho a un trabajo digno e ingresos justos.
4. Derecho a la salud plena y a la seguridad social.
5. Derecho a la educación con igualdad de oportunidades, garantizando los derechos a la asequibilidad, adaptabilidad, accesibilidad y aceptabilidad, en condiciones de universalidad, equidad, calidad y gratuidad.
6. Derecho a la recreación, cultura y deporte.
7. Derecho a la honra, dignidad e intimidad.
8. Derecho de igualdad.
9. Derecho a la armonía y unidad.
10. Derecho a recibir protección y asistencia social cuando sus derechos sean vulnerados o amenazados.
11. Derecho a vivir en entornos seguros y dignos.
12. Derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos.
13. Derecho a la orientación y asesoría en el afianzamiento de la relación de pareja.
14. Respeto y libertad en la formación de los hijos de acuerdo a sus principios y valores.
15. Derecho al respeto recíproco entre los miembros de la familia.
16. Derecho a la protección del patrimonio familiar.
17. Derecho a una alimentación que supla sus necesidades básicas.
18. Derecho a al bienestar físico, mental y emocional.
19. Derecho a recibir apoyo del Estado y la Sociedad para el cuidado y atención de personas adultas mayores.
La realidad es otra
Pero la realidad es otra, porque la descomposición social que hoy afecta al país, especialmente en las grandes ciudades, tienen como origen familias desarticuladas, núcleos familiares que no cuentan con el debido acompañamiento de toda una sociedad en cabeza del Estado y que por ende han caído en la desprotección y el abandono, lo que aumenta las situaciones de violencia intrafamiliar, vinculación de niños, niñas y adolescentes a estructuras criminales y delincuenciales, desescolarización, suicidio, embarazos no deseados y adicción a las drogas y el alcoholismo.
Hechos que se reflejan en las preocupantes cifras que revela el informe Forensis del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Por ejemplo, dice, “para el año 2017 el sistema medicolegal colombiano conoció la existencia de 27.538 casos de violencia intrafamiliar en el país, de ellos 59,78% (16.463 casos) contra mujeres y el 40,22% (11.075 casos) contra hombres”.
Y agrega el informe que la violencia contra la población adulta mayor no es menos preocupante, situación que se puede evidenciar en el hecho de que las personas comprendidas entre los 60 y 64 años son las más perjudicadas, y que el riesgo aumenta si esa persona sólo tiene educación básica primaria, es casado(a) o si consume algún tipo de sustancia psicoactiva o alcohol, siendo los propios hijos los principales victimarios.
Según Medicina Legal, “los agresores más usuales fueron los familiares cercanos en segundo grado de consanguinidad y siendo la intolerancia o el machismo la causa principal de la violencia”.
En términos estadísticos, las poblaciones más afectadas por esta clase de hechos fueron la ciudad de Bogotá, (7.122) y el departamento de Antioquia (3.593).
Eso demuestra que no por ser la célula fundamental de la sociedad, la familia está exenta de violencia, por lo que ese fenómeno es considerado como una forma de violencia social por ser una expresión de las relaciones sociales que acontecen a nivel particular.
“El término violencia familiar hace referencia a cualquier forma de maltrato, ya sea físico, psicológico, verbal o sexual, que tiene lugar entre los miembros de una familia; que como todo maltrato implica un desequilibrio de poder, y es ejercido desde el más fuerte hacia el más débil con el fin último de ejercer un control sobre la relación”, describe el informe.
Situación que innegablemente hace parte de nuestra sociedad y de nuestra historia, ya que los dos principales ejes de desequilibrio dentro de la estructura familiar jerárquica los han constituido el género y la edad, siendo las mujeres, los niños y los ancianos las principales víctimas de la violencia dentro de la familia.
De los 27.538 exámenes medicolegales que Medicina Legal realizó por violencia intrafamiliar, 10.385 (37,71%) corresponden a violencia contra niños, niñas y adolescentes, 1.944 (7,06%) a violencia contra el adulto mayor y 15.209 (55,23%) a violencia entre otros familiares.
Y a eso hay que sumarle otras situaciones recurrentes, que no se incluyen en este informe pero que igual deterioran el núcleo familiar, como son abandono, descuido, ausentismo, desinterés, apatía y desidia de muchos adultos no dispuestos al permanente acompañamiento y cuidado de sus hijos o de personas que por enfermedad o discapacidad están a su cargo o bajo su responsabilidad.
Grave olvido
“Es que al Estado se le ha olvidado que uno de los primeros principios constitucionales dice que la familia es el núcleo de la sociedad. Y se nos olvidó cuidar ese núcleo”, opina la directora de la Agencia Pandi, Ximena Norato, al explicar que “cuidar ese núcleo empieza por saber y reconocer cuántos tipos de familias tenemos, saber y reconocer las diversas necesidades que tienen esos diversos tipos de familias, familias nucleares, parentales, compuestas, etcétera, familias pobres, familias ricas, familias que habitan en la calle, familias indígenas”.
Porque para las comunidades étnicas presentes en Colombia, dice el Ministerio de Cultura, “la familia es una institución muy importante para la transmisión de conocimiento y la conservación y promoción de sus valores ancestrales. Es en la familia donde la diversidad se consolida y la multiculturalidad puede fortalecerse”, con lo cual hace referencia directa a esas estructuras de los pueblos indígenas, comunidades negras, afrocolombianas, raizales, palenqueras y gitanos, que ofrecen una perspectiva diferente sobre la familia, pero también afianzan el principio de la familia como núcleo fundamental de la sociedad.
Ante eso, Norato agrega que así como proclamamos que Colombia es diversa, debemos entender y aceptar que las familias de hoy son diversas y diferentes.
Sin embargo, la directora de Pandi acepta que muchas veces nuestras familias se empiezan a formar con nacimientos no planeados, y eso aboca a las personas a responsabilidades no planeadas y a asumir obligaciones sin mucha preparación.
Según la estadística, 69 de cada cien niños en Colombia nacen de una mamá cuyo grado máximo de educación es el bachillerato. “Y tenemos que recordar que la Cepal -Comisión Económica para América Latina y el Caribe- dice, por ejemplo, que el umbral mínimo de educación para salir de la pobreza son doce años de estudio. Y entonces frente a esta realidad debemos proteger muchísimo más a nuestras familias, a nuestras mujeres, porque la mujer que no tiene un estudio técnico o profesional es muy difícil que pueda acceder a un trabajo formal bien remunerado. Y entonces por más que quiera a sus hijos, el estrés parental no le va permitir dedicarle a la construcción de su familia el tiempo, el amor y el conocimiento que se requieren”.
Eso permite entender, dice Norato, que “lo primero que tenemos que hacer es fortalecer a nuestras familias, porque son débiles. Nuestras familias son pobres monetariamente, emocionalmente, son pobres en nivel educativo, entonces hay que fortalecerlas en el conocimiento de la crianza sin violencia, de una educación con amor, no sexista, con enfoque de autocuidado, porque es una obligación del Estado proteger a las familias que están en algún grado de indefensión. No puede ser que en Colombia se abandonen tres niños diariamente en calidad de expósitos y otro tanto es abandonado porque en casa no tienen cómo mantenerlos”.
Así es que, ante esa realidad, la invitación que hace Norato es a “celebrar el Día de la Familia compartiendo en familia, construyendo diálogos y espacios que permitan conocerse mejor, fortalecerse y apoyarse más, y se puede hacer a través de juegos de mesa, de una película, de un libro, de una caminada, de una historia, de las cosas cotidianas que tienen tanto valor y que muchas veces se olvidan por otros afanes. Porque puede pasar en cualquier familia, unas porque tienen carencias económicas y otras porque sólo tienen todo lo material. Lo más importante es compartir para querernos más, para apoyarnos más, para expresarnos, para estar más unidos”.
Y es en este sentido que Naciones Unidas planteó, en el marco de esta conmemoración, una reflexión sobre el papel de las familias en la alimentación de los niños, niñas y jóvenes; en el cuidado de los ancianos y ancianas, y en el fomento de comunidades fuertes basadas en la tolerancia y la dignidad para todos.