Omitir informar verazmente sobre la pandemia y sus efectos, decidir de espaldas a la ciudadanía y usar su experiencia para entregar ayudas con fines políticos son actos que confirman el carácter iliberal de los gobernantes que los han cometido
La abundante información que circula sobre el covid-19 y los hechos asociados a él, aunada a la creciente marea de falsas noticias y medias verdades han favorecido a dictadores y autócratas que ocultan, falsean o manipulan información, para evitar ser sujetos de controversia global y consolidar sus formas de gobierno o, incluso, su poder en el mundo posterior a la pandemia.
En informes recientes, EUvsdisinfo, el proyecto creado por la Unión Europea para combatir la desinformación sobre coronavirus, y Human Rights Watch, una de las más respetadas ONG de derechos humanos, analizaron el manejo de la información por tiranos y gobernantes de origen democrático que gobiernan como autócratas. Omitir informar verazmente sobre la pandemia y sus efectos, decidir de espaldas a la ciudadanía y usar su experiencia para entregar ayudas con fines políticos son actos que confirman el carácter iliberal de los gobernantes que los han cometido mientras hacen más compleja la ya difícil tarea de salvar vidas en riesgo, atender a poblaciones vulnerables y garantizar que haya futuro para todos.
El caso más dramático, y al que ya nos habíamos referido, es el de la dictadura comunista de China. Todos sabemos bien que el régimen ocultó información sobre el virus que empezó a mostrar su letalidad en noviembre de 2019 e incluso que persiguió al médico Li Wenliang (fallecido el pasado 7 de febrero), después de que en diciembre alertara por la presencia del virus. El informe de Human Rights Watch revela que esta situación no ha cambiado, pues el gobierno de Xi Jinping sigue expulsando a periodistas extranjeros que recaban información sobre la realidad del virus en el país. Entretanto, la tiranía ayuda a países aliados, haciendo un enorme despliegue propagandístico útil al lavado de su imagen ante los organismos multilaterales que deberían llamarlo a rendir cuentas por actuaciones temerarias frente a un virus que hasta el sábado 11 de abril había causado la muerte a 108.186 personas en el mundo.
Junto a Xinping, también Donald Trump y Vladimir Putin han demostrado su afán de hacer prevalecer sus particulares ambiciones sobre el bien de la humanidad. Los observadores críticos de la realidad estadounidense denuncian a todo el mundo la imprevisión y arbitrariedad de su presidente frente a una pandemia cuyos efectos ya eran conocidos y que han convertido a Estados Unidos en el país con mayor número de muertos hasta la fecha. La otra faceta de las autocracias está representada en el presidente de Rusia, señalado por la Unión Europea de divulgar falsas noticias y usar la ayuda a otros países como estrategia propagandística, mientras Rusia restringe, aún más, las libertades civiles y la información pública.
Siguiendo el ejemplo de los tres gobiernos más poderosos en esta crisis por el covid-19, los dictadores del orbe hacen lo suyo. La manipulación ocurre en Irán, Filipinas y Siria, desde donde llegan informes preocupantes por el manejo de la pandemia. Y, en nuestra región latinoamericana, es particularmente notorio, y lamentable, lo que ocurre con Cuba, país que intentó imponer como eficaz un medicamento que aduce útil al tratamiento del cáncer, y Nicaragua, nación que debe sortear la pandemia mientras elucubra sobre la suerte de Daniel Ortega, el tirano que desapareció no bien comenzó el contagio en su país.
Mención aparte merece Venezuela, donde se acumulan censura, incongruencia y extrañas circunstancias, difíciles de comprender en medio de la emergencia de salud. Como es recurrente en esa tiranía, dirigentes políticos, ONG y medios de comunicación independentes y opositores, siguen resistiendo la feroz persecución del régimen. Ello ocurre mientras emergen denuncias sobre la incapacidad material del sistema de salud para atender una crisis por covid-19 y el gobierno reporta datos incongruentes y no verificados por organismos independientes, aunque sí exaltados por la prensa afín, sobre pruebas realizadas hasta el 11 de abril (159.597 según Worldmeter) y contagios confirmados (175). Tan importante como la pregunta por las inconsistencias de la información producida por el gobierno de Nicolás Maduro, es la que aún no tiene respuesta en Sudamérica, y es la de la razón del acelerado retorno de miles de venezolanos que habían emigrado a Colombia, Ecuador o Perú y que hoy se agolpan en las ciudades fronterizas de Colombia buscando regresar a su país.
En su análisis, Human Rights Watch ratifica el peso substancial de la información para enfrentar la crisis y alerta por los abusos de poder de gobiernos que están poniendo en peligro nuestra salud y la democracia, para ponerlas al servicio de sus intereses políticos. Su conclusión es inobjetable.