¿Crisis de los Partidos, nostalgia de una verdadera clase política? Lo uno y lo otro porque la erosión callada y sistemática de la Democracia se ha instaurado desde una parodia de vida parlamentaria
La histérica reacción de César Gaviria ante siete objeciones a los 159 artículos del acuerdo de Paz de la Habana, por parte del Presidente Duque, lo que ha puesto de presente es el hecho de que, en lo que cualquier democracia constituye un derecho inalienable, no solo de parte del presidente sino de cualquier ciudadano de opinar libremente sobre cualquier tema que concierna a la vida en común, para la izquierda y bochornosamente para el Partido Liberal y Cambio Radical, el Partido de la U, se ha convertido en un despropósito que, sin leer siquiera, han rechazado de inmediato. A un Partido como el Liberal históricamente referenciado en su afirmación de los derechos ciudadanos, de libertad de credos, al derecho a la libre asociación, a la libertad de expresión; contenidos sometidos a sangrientas persecuciones y cuyos logros se han objetivado en la defensa permanente de la vida republicana ante las agresiones de la barbarie, no pueden ser olímpicamente olvidados por quien dejó de ser el dirigente de una colectividad democrática para convertirse en un politiquero que impone tiránicamente sus caprichos. “Pero César Gaviria –recuerda Carlos Alberto Giraldo en El Colombiano - cree que la amnesia social de los colombianos siempre cobija sus reculadas, que nadie se acuerda de que cada año fija posturas al límite de antítesis disparatadas. Ahora pareciera darse por indignado frente a las objeciones del presidente Duque a la JEP ¿Era que esperaba algo distinto? ¿Tal vez una sobredosis de incoherencias como las que él acostumbra inyectarle a su liberalismo matrero, parásito, hueco?” Es desde esta coyuntura de pataleos y de caprichos personales, desde donde podemos hacer un análisis objetivo sobre el gran político que fue hace diez años Vargas Lleras convertido en el actual aventurero dedicado a obtener resultados electorales y nada más sin que le importe la problemática del país. “El Partido Liberal, según la célebre frase de Alfonso López Pumarejo, debe ser siempre un Partido de oposición” recordando la necesidad de mantener en todo momento una actitud fiscalizadora contra la corrupción, el despilfarro, el caciquismo. ¿Crisis de los Partidos, nostalgia de una verdadera clase política? Lo uno y lo otro porque la erosión callada y sistemática de la Democracia se ha instaurado desde una parodia de vida parlamentaria, desde la declarada inmoralidad de estos dirigentes capaces de olvidar su responsabilidad ante los valores de la República, para, por puro resentimiento personal, ponerse del lado de quienes llenaron de dolor y sufrimiento a la sociedad colombiana, y continúan en la tarea de socavar las instituciones.
Recordémosle a nuestra justicia que existen los delitos de terrorismo e incitación al odio consagrados por la justicia universal y que castigar estos delitos no corresponde ni al Ejército ni a la Policía sino a los altos jueces. ¿Qué están o estuvieron haciendo en el Cauca Piedad Córdoba y Robledo, Petro? ¿Justificar el terrorismo tal como lo ha hecho el Cric? Incitar al odio ha llevado a una reacción justificada de campesinos, pequeños comerciantes, transportadores, viajeros, indígenas democráticos, frente a estos desenfrenados dirigentes, en una reacción de inconsecuencias imprevisibles pues lo que ha puesto al descubierto la Minga es que lo que debería haber servido para abrir el camino hacia el reconocimiento de una sociedad plural, ha terminado por convertirse en una abierta demostración de negación de esta pluralidad. Está claro en los acuerdos de Paz que ellos firmaron y está claro en la justicia universal, que si habían renunciado a las diferentes formas de lucha armada, deben cumplirlo para que esa Paz que tanto pregonan sea cierta con el diálogo y no con las vías de hecho.