Me doy plena cuenta de que el doctor Delfín Acevedo Restrepo, es la antítesis de esta realidad. Él se mantiene incólume en su esencia: un antioqueño íntegro, probo, estudioso, trabajador (todavía escribe, regularmente); es dueño de una producción intelectual brillante y continua (ya llegó a su libro 24) y un discernimiento claro, elegante y preciso.
Era la noche del 12 de diciembre de 2019, día del lanzamiento de mi libro número 14, Crónicas de vida. Con la presentación del libro, el doctor Gustavo Restrepo Villa, director de la Corporación Otraparte, entidad que honra y difunde la obra y la vida del Maestro Fernando González, daba apertura oficial a su nuevo y moderno auditorio.
Los invitados fueron llegando, uno a uno, no obstante el aguacero desatado a la hora de la cita, sobre todo Envigado y parte de la ciudad de Medellín. Y entre los tantos y cultos amigos que esa vez me acompañaron, recuerdo muy especialmente al doctor Delfín Acevedo Restrepo y a su esposa, la doctora Libia Isaza Franco. Yo sabía que él soportaba quebrantos de salud, pero ello no fue motivo suficiente que le impidiera acompañarme a la velada literaria.
Y es así que, releyendo su delicioso libro: Impresiones y recuerdos (escrito al alimón con otro antioqueño grande, el doctor Jaime Tobón Villegas), a la vez que meditando sobre nuestra pobre realidad colombiana (agobiada a más no poder por esta situación de pandemia que agudizó el desempleo, la pobreza, la deshumanización, el atraco masivo, abierto y descarado; la inseguridad más rampante, la corrupción desmedida, la cosecha de gobernadores y alcaldes puestos presos por requerimientos judiciales, entre decenas de otros males), me doy plena cuenta de que el doctor Delfín Acevedo Restrepo, es la antítesis de esta realidad. Él se mantiene incólume en su esencia: un antioqueño íntegro, probo, estudioso, trabajador (todavía escribe, regularmente); es dueño de una producción intelectual brillante y continua (ya llegó a su libro 24) y un discernimiento claro, elegante y preciso.
Santa Rosa de Osos, su tierra natal, la misma cuna de mi admirado doctor Pedro Justo Berrío (a mi juicio el mejor gobernador que ha tenido Antioquia en toda su vida republicana), debe sentirse orgullosa de un hombre como el doctor Acevedo Restrepo, que ha brillado como pedagogo, educador, abogado, experto en administración pública (fue director regional de la ESAP por 6 años, y su director Nacional, por 4; al igual que presidente del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo, CLAD); adicional a ello, periodista, escritor, concejal, diputado, representante a la Cámara, rector de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y columnista de los extintos periódicos: El Correo, El Diario y La Defensa; así como de los vigentes: El Colombiano, La República y El Mundo.
Estas notas (reducidos apuntes que reconocen la grandeza de un hombre sencillo, de un hombre culto, de un humanista, de un trabajador incansable, y, -por encima de todo-, de un ser humano excepcional, de un hombre bueno), son la comprobación llana y sencilla de la filosofía de vida de uno de nuestros grandes maestros en materia de periodismo, el polaco Ryszard Kapuscinski, cuando advierte que “para ser un buen profesional, primero hay que ser una buena persona”. Andando el tiempo, en un ensayo más generoso en extensión y más esclarecedor e inteligente, nos deberemos ocupar de la obra pedagógica, política, periodística, literaria y humanística del doctor Delfín Acevedo Restrepo, porque Antioquia (y muy especialmente sus niños y jóvenes) deben tener certeza de quiénes fueron sus verdaderos hijos; de quiénes son sus verdaderos líderes, para no seguir confiando esta amada tierra a hombres enanos, cutres, deshumanizados y advenedizos.
Recordando que la hidalga Santa Rosa es también la tierra de Porfirio Barba Jacob, creo que mi querido amigo Delfín Acevedo Restrepo, al salir de su entrañable lar, muy joven aún, cantó los versos del poeta: “Cruzando las campiñas, tiemblo bajo la gracia / de esta bondad augusta que me llena... / ¡Oh dulzura de mieles! ¡Oh grito de eficacia! / ¡Oh manos que vertisteis en mi espíritu / la sagrada emoción de la noche serena!
Fiódor Mijáilovich Dostoievski, solía decir que: “Los hombres verdaderamente grandes deben experimentar honda tristeza en la tierra”. El cariño y el conocimiento que tengo de la vida del doctor Delfín, me llevan a encontrar muy íntimos a él, las palabras del genio ruso y los versos del querido bardo santarrosano: “De simas no sondadas subía a las estrellas; / un gran dolor incógnito vibraba por su acento; fue sabio en sus abismos -y humilde, humilde, humilde- / porque no es nada una llamita al viento...