Decencia debe ser el nombre del poder

Autor: Álvaro López Rojas
12 junio de 2017 - 12:04 AM

A lo mejor es que padecemos de la mórbida tendencia masoquista que nos lleva a reelegir una y otra vez a los mismos inútiles

Lamentablemente tanto los elegidos como los electores, somos humanos, hombres y mujeres sometidos a las propias miserias de las ambiciones desmedidas y el olvido. La política debería ser la actividad más noble del hombre, la más generosa, la de mayor contenido social. De hecho, hay quienes piensan en la gente cuando hacen política, pero no en la forma de esquilmarla, sino de servirla. Pero no podemos negar que hay verdaderos delincuentes parapetados en puestos y dignidades de la Patria, sirviéndose de una aparente decencia para amasar fortunas y para aplastar todo lo que se atraviese en sus propósitos. Todo lo que tocan queda contaminado. Estudian y se meten en lo público, con el ánimo perverso y corruptor de volverse ricos, estafando y matando, si es necesario. 

Pero no solo los políticos hacen política, pues están también los que pretenden derivar beneficios de los apoyos que brindan a quienes quieren hacerse a un nombre en la actividad oficial. Y todos los favores tienen un precio. Y hay quienes tienen los recursos para pagar ese precio. La trama de la serie de moda en la televisión, caricaturiza la política de los Estados Unidos hasta el punto de retratar la presidencia como el gran trofeo logrado por un ser corrupto que no tiene límites éticos en ninguno de sus aspectos de la vida; que además está casado con un bella, muy bella mujer, que de esposa abnegada se va transformando en su apoyo, cómplice y rival, en una truculenta trama en que los muertos se levantan de sus tumbas y las trampas se van descubriendo.

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Es improbable que sea un retrato exacto de la actividad política en Estados Unidos, pues la fortaleza de ese país radica precisamente en la institucionalidad, en la importancia de una justicia cuyos brazos alcanzan a los más poderosos como se ha demostrado históricamente. Aunque la serie trata de dividir a los miembros del Congreso americano entre corruptos e incapaces, lo cierto es que hay pruebas de la independencia de poderes y de la consideración del bien del país por encima de cualquier otro valor, en las decisiones y controles del congreso y del sistema judicial, sin consideraciones de la personalidad de los implicados o de la magnitud de los hechos. Y es que hay controles más poderosos que la política misma, como la existencia de un prensa fuerte e independiente.

Lo peor de la serie, que va decayendo en la medida en que avanza, es que como espectador uno se va volviendo partidario del protagonista, un ser malvado y sin agüeros, como decimos los costeños, interpretado por uno de los actores más talentosos de Hollywood. Es como si íntimamente uno se identificara con los métodos sucios que usa para quedarse con todo. Y la pregunta es si esa es la razón por la que en nuestro país las cosas no cambian. A lo mejor es que padecemos de la mórbida tendencia masoquista que nos lleva a reelegir una y otra vez a los mismos inútiles, a los mismos que solo piensan en que no hay que pensar en el pueblo que los elige. Qué bueno comenzar a reaccionar, a valorar más el derecho que tenemos a ser bien gobernados. 

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