En el caso de la educación, que no es ajena a todos los problemas anteriores, esta crisis pone en duda a una generación aparentemente digital.
¿El coronavirus desnudó al mundo? Sin duda. Ha dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad, la inviabilidad del capitalismo, la crisis del patriarcado y lo inútil que es el colonialismo si, este no va acompañado de todas las anteriores. Asi es, como también, el coronavirus nos hizo entender la magnitud del problema ambiental, la insostenible competencia de mercados y la incapacidad de pensarnos con nuevas formas. En el caso de la educación, que no es ajena a todos los problemas anteriores, esta crisis pone en duda a una generación aparentemente digital. Una generación que se apresuró a relacionarse, enamorarse y divertirse virtualmente es incapaz de aprender de la misma forma. A mi me llama mucho la atención como esta generación reclama presencialidad por no estar preparada para la virtualidad. ¿Cómo así?, ¿es que acaso no se la pasan dia y noche con el celular en la mano, incapaces de compartir con sus propias familias, buscando likes para validar su opinión e inclusive su imagen? Pues bien, también llama mucho la atención todo lo que está pasando con esta generación que amenaza no querer continuar estudiando solo porque esta virtualidad desnudó su forma de interactuar en el aula. La inmediatez de la información, el aceleramiento en los cambios tecnológicos y la vertiginosa forma como el mundo avanza no hace parte del escenario consciente de aquellos que creyéndose “rebeldes”, aún no comprenden de qué manera, bajo qué circunstancias y hacia dónde el mundo va girando. A estos no se les debería llamar “nativos digitales” sino “esclavos de las redes sociales”; y aclaro, no de aquellas redes que promueven alianzas profesionales o compartir conocimiento, sino de las que solo se prestan para seguir engrandeciendo el ego, el chisme y la superficialidad.
Hay casos, como ya lo sabemos todos, de estudiantes que están pensando en no continuar por asuntos económicos. Este es otro asunto, muy diferente al anterior. Son aquellos que entienden que no continuar es aplazar sueños, vida profesional, oportunidades para salir adelante. Para ellos, las universidades han diseñado una serie de alivios económicos y posibilidades de continuar. Si estas no son suficientes, estos estudiantes deben hablar, deben manifestar su dificultad y encontrar soluciones para poder avanzar. De eso se trata, que la responsabilidad sea compartida y no se convierta en una disculpa más para la mediocridad. Señor padre de familia, si su hijo está cansado de la virtualidad, quitele el celular y déjelo descansar de ese mundo que lo ha llevado al límite del cansancio. Pero si su hijo desea continuar, hable, llegue acuerdos, busque la manera para que los sueños de sus hijos no se queden truncados solo por un asunto económico.
Esta situación que estamos viviendo es muy dolorosa y paradójicamente esperanzadora. El virus que desnudó al mundo también nos está mostrando de qué estamos hechos, de qué ha servido el tiempo y los recursos invertidos en nuestra propia humanidad. Es doloroso ver a un gobierno intentando activar la economía y no las fuentes generadoras de la misma. Es triste que los alivios del gobierno se quedaron solo en asuntos tributarios, necesarios claro está, pero nada orientado hacia lo que verdaderamente nos salva de cualquier crisis: la educación. Este virus nos demostró como un estudiante de universidad pública finalmente está en las mismas condiciones que uno de universidad privada y que cuando marchábamos, hacíamos la estúpida distinción entre unas y otras sin comprender que juntas prestan un servicio público a la nación y por lo mismo, las privadas existen para brindar la cobertura que las llamadas públicas no logran generar. Acá vamos, con un virus que nos está haciendo mirar lo fundamental, porque demostrado está que lo transitorio tiene solución: bajar impuestos, apoyar los emprendimientos y las responsabilidades fiscales. ¿Y de lo fundamental quien se encarga? ¿Al alcalde quien lo ronda?