En mora se está de tipificar como actividad delincuencial, por afectar gravemente a la dignidad e integridad ética y moral no sólo de las personas que caen en este tipo de redes y engaños, sino también de la sociedad misma...
Producto de la desesperación, la falta del éxito esperado, la ingenuidad o, simplemente, en la búsqueda de la estabilidad y la armonía que el sistema social imperante no ha podido brindar, han venido proliferando toda suerte de falsos mediquillos, brujos exorcistas, metafísicos, clarividentes, botánicos, hechiceros y hasta adivinos, etc., en una interminable lista de “redentores”; la mayoría estafadores, que aprovechando la nobleza, la necesidad y, en ocasiones, la desbordada ambición de los habitantes de nuestra querida “patria boba”, embabucan, con sorprendentes artimañas a quienes recurren por su consejo- intermediación, para solucionar sus necesidades, problemas, aspiraciones- angustias, ambiciones.
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A este tipo de consejeros divinales y/o espiritistas, acuden cada vez más personas en busca de mejor fortuna, sanación de enfermedades, mejorar en los amores y negocios, alejar a los espíritus, recuperar lo perdido, adquirir trabajo, etc. Unos incluso prometen contactos con el otro mundo, a través de sesiones ocultas, embrujos, médiums, rituales, encantamientos, hechizos, entre otros trucos y “asombrosos” embustes con los cuales logran cautivar la atención de sus víctimas.
La mediocridad, la falta de confianza en su propio ser, y hasta la fragilidad con que se asumen los principios inspiradores de la fe religiosa, han hecho que irremediablemente este tipo de manifestaciones supersticiosas sean cada vez más frecuentes e influyentes entre el pueblo colombiano, desconociéndose –con ello- los actuales logros de la ciencia y la medicina tradicional o convencional, la tradición del cristianismo y la fe en nuestro Creador, que son las concepciones sociales más afectadas por esas peligrosas y perversas prácticas y costumbres.
Hoy abundan y se ha tornado normal, toda clase de programas, a través de la radio, la tv, la educación informal, etc., donde se pregonan -con la anuencia oficial todas estas actividades, ante una sociedad inerme e indiferente que nada hace para afrontar tan cruda realidad que no solo está carcomiendo los pilares fundamentales de los valores morales, cristianos y sociales esenciales, sino que ha ido hundiendo a sus víctimas en el más lamentable estado de pobreza espiritual, de desesperanza y frustración.
No son pocos los casos que se han conocido de degradación, por estos hechos, a los derechos humanos, a la dignidad y el honor de las personas, entre los que se pueden contar robos, estafas, violaciones, cometidos por este tipo de vividores que ante la inexistencia de una actividad estatal y social vigilante y protectora, que no han sabido reglamentar el ejercicio de estas conductas de la forma como se han venido regulando las demás profesiones y actividades laborales en nuestro país, acometen todo tipo de estafas y engaños a quienes buscando mejor fortuna y oportunidades, resultan siendo objeto de la “legión de los superhombres” que presumen, para engañar, tener facultades y dotes que de conformidad con nuestros principios y creencias exclusivamente han correspondido a la divinidad.
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En mora se está de tipificar como actividad delincuencial, por afectar gravemente a la dignidad e integridad ética y moral no sólo de las personas que caen en este tipo de redes y engaños, sino también de la sociedad misma, la realizada por quienes presumen y fungen de milagrosos y superdotados, cuando a la luz del derecho y el conocimiento científico resulten no ser capaces de demostrar la tenencia real de dichos dones y/o virtudes. Debiera existir una reglamentación que ponga en cintura el ejercicio de este tipo de actividades y, con ello, se estaría protegiendo y evitando que engañen y defrauden a una gran cantidad de personas que ve equívocamente en estos facinerosos a sus redentores y salvadores.
¿O será que soy muy supersticioso?