Daniela Abad Lombana, quien nació en Turín, Italia, en 1986, ha contado parte de la historia reciente de Colombia a través de las memorias de su familia. En su apartamento en El Poblado, Medellín, habló con esta casa editorial sobre la dualidad que enfrentó para sacar a la luz su segunda producción fílmica, una lucha entre los hechos de su familia materna más íntimos y también los más secretos.
Con la idea que “dentro de nuestras historias más íntimas hay historias más grandes”, como, por ejemplo, la cronología misma de un país o las memorias de muchas familias colombianas, Daniela Abad Lombana decidió embarcarse, hace algunos años, en la travesía que significaba contar la historia de quién fue Tito Lombana, su abuelo materno.
Ese propósito lo cumplió en su segundo filme documental, The Smiling Lombana, a partir de un gran archivo de fotografías y audiovisuales que lo muestran como un hombre atlético, elegante y, sobre todo, poseedor de una “enigmática sonrisa”. Su historia desvela qué pasó con la prometedora carrera artística del autor de la escultura Los zapatos viejos, ubicada en el corazón de la Ciudad amurallada de Colombia, Cartagena de Indias.
Así, la joven realizadora suma dos documentales narrando historias de su familia, en su caso, las de sus dos abuelos, materno y paterno, pues en su primer película documental, basada en el libro El olvido que seremos, escrito por Héctor Abad Faciolince, su padre, sobre su abuelo, Héctor Abad Gómez, ella hizo homenaje al médico y defensor de derechos humanos asesinado el 25 de agosto de 1987.
A Daniela no le preocupan e inquietan los comentarios y burlas de sus amigos o conocidos por volver a repetir la “fórmula perfecta” de narrar historias cercanas, como implícitamente lo son las familiares, pero eso sí, confesó que ya no lo volverá a hacer, sus caminos, de ahora en adelante, recorrerán la ficción, es su propósito.
Entretanto, vive este momento de su vida con agrado, feliz y satisfecha por lo que logró en el documental; mientras su mamá y su abuela ven a The smiling Lombana como una película ofensiva y mentirosa, en algunos casos; aunque, ella cree que el filme es muy respetuoso. Lo cierto, es que la producción cuenta una parte de la vida de la familia Lomaba que ellas dos no quieren recordar y que es dolorosa.
Abad Lombana relató: “Mi familia materna vio la película antes de que se estrenara en el 58 Festival de Cine de Cartagena (en marzo de 2018), y no le gustó. Mi tía sí me ha dicho que le gusta mucho, y creo que se la ha visto ya varias veces en el cine, en cambio, mi abuela y mi mamá quedaron disgustadas, y eso es entendible. Tengo la esperanza que cuando la gente se la vea, entre ellos amigos de mi mamá y de mi abuela, de pronto logren que ellas dos vean el resultado de la investigación sobre Tito desde otro punto de vista, uno más amable”.
Y mientras eso sucede, Daniela Abad Lombana, formada como cineasta en Barcelona, España, se dedica a promocionar The similing Lombana, y esto conversó con EL MUNDO.
En la foto, la abuela Laura de Daniela Abad.
¿Qué le exigió a Daniela Abad Lombana este segundo filme documental?
Lo más difícil fue la relación con mi familia materna, porque es una historia compleja, sobre todo para mi abuela y mi mamá, es una historia en mucho puntos dudosa y que ellas dos habían intentado ocultar, más bien, mantenerla secreta, para, en su momento, protegerse a ellas mismas.
Eso yo lo entiendo completamente, para ellas es algo de lo que se avergüenzan. En el momento en que yo les dije que quería hacer un documental sobre Tito, pues ellas se asustaron mucho, desde un principio me dijeron que no querían participar.
Mi mamá, efectivamente, nunca participó, yo sabía que no había poder humano para convencerla; con mi abuela sí discutí mucho más sobre la película, ella me hizo muchas preguntas, y, finalmente, accedió a contarme la historia, pero no a aparecer en el reportaje.
Foto del filme The smiling Lombana, donde aparece toda la familia del protagonista.
Daniela, ¿y su tía Mónica qué?
Ella siempre me apoyó. Digamos, siempre tuvo una posición distinta respecto a la historia de Tito. También, fue de las dos hijas la más cercana a él.
Para ella siempre fue bonito contar la historia de Tito, independientemente de si se tratara de mostrar sus lados de luz o de sombra.
¿Qué sentimiento se aflora en Daniela cuando habla de Tito? ¿Es de agrado o desagrado o de qué?
Es más bien de incógnita. Nunca llegué a conocerlo, solamente lo vi una vez.
Ese día, cuando fuimos a visitarlo, recuerdo que tenía mucho miedo de ir. Era alguien que nos habían escondido y que yo me decía: ‘por alguna razón nos lo habrán escondido’, y estaba muy asustada.
Después, ese mismo día, recuerdo que fue una tarde muy agradable compartiendo todos con él. En mi memoria se quedaron las incógnitas ¿quién era Tito? ¿Por qué es una persona tan misteriosa? ¿Por qué es tan secreta?
¿Tanto se le incrustaron en sus recuerdos esas preguntas que las convirtió en motivo de su segundo documental?
Un poco lo que quise fue intentar desentrañar a este personaje, su vida y, sobre todo, las decisiones que tomó.
¿Y a qué conclusión sobre Tito llegó con la película?
Que es una persona imposible de definir totalmente, así como es imposible conocer a alguien en su totalidad. Su ser me enseñó a comprender la complejidad que nos encierra como seres humanos, lo difícil que somos cada uno.
¿Había algo específico que le inquietaba a Daniela hallar en el proceso de investigación para el filme?
Era una necesidad para mí el revelar cuál era ese secreto de mi familia materna, pero, el propósito con el documental fue más bien, a través de un personaje como Tito, revelar el secreto que tienen muchas familias, hablar de los tabúes que tenemos como sociedad.
Y para eso, había, necesariamente, que empezar a revelar mi secreto, un poco con el objetivo de hacer que otros revelaran sus secretos. Eso sí, no con el propósito chismoso de saber cuáles son los secretos del otro, sino, más bien, para generar una conversación con la sociedad.
Creo que hay una diferencia importante entre lo íntimo y lo secreto.
Daniela, ¿y cuál es esa diferencia? ¿Cómo define a cada una desde su vida?
La intimidad es algo que uno conserva con placer. Son cosas que son de uno y que uno simplemente no quiere compartir.
En cambio, los secretos son esas cosas que uno esconde por que le dan vergüenza.
Esa es mi defensa ante ser lo demasiado ‘metida’. Realmente, me interesa hablar de lo que a la gente le avergüenza y preguntarme porqué pasa y si, tal vez, es mejor hablar de ello, sacar lo que nos avergüenza.
Tito Lombana, foto tomada en Florencia, Italia, en 1955.
Es un documental que contrasta los blancos y negros con el color, como matizando los sentimientos, ¿eso qué le permitió lograr comunicar a Daniela?
Si tuviera que definirlos (sus sentimientos) en términos de color, diría que el gris es un poco más ambiguo; el blanco y negro es lo que pasó, lo incierto, lo que él fue, sus decisiones; las escenas en color lo que dejó, lo que los demás piensan de él, sintieron de él, definieron sobre él.
¿Qué le aportó Miguel Salazar como productor a The Smiling Lombana?
Daniela Abad: Él es una persona con la que yo he aprendido a hacer documentales, todavía tengo mucho que aprenderle. Él tiene mucha más experiencia que yo, no solamente en la realización, también en la producción, en la distribución y en la exhibición.
Miguel me empujó a ser más concreta con lo que quería decir, más directa, a hablar abiertamente del tema del narcotráfico y a no ser ambigua con eso, a nombrarlo en la película, y sobre todo, a enfrentarme a mi familia buscando la verdad.
No obstante, Miguel nunca me obligó a hacer nada, siempre fue un provocador de las cosas, alguien con quien pude hablar sin tapujos durante toda la investigación, y eso es algo importante entre director y productor, más allá de ser alguien que sepa manejar toda la producción necesaria, fue alguien con quien pude discutir la parte más profunda de la película.
Él es como mi hermano mayor (risas).
Miguel Salazar: Parte de mi rol como productor fue apoyar a Daniela para que se acercara a la abuela, quien es la voz de este relato, y lograra que en ese diálogo se explorara no solo la historia de Tito, sino los problemas de la sociedad colombiana que son tan complejos, particulares y tan familiares, que se vuelven universales al compartirlos, pues mucha gente se identifica tanto con Tito como con Daniela, que representa a una nueva generación que intenta buscar en el pasado y generar respuestas más frescas, más conciliadoras, más esperanzadoras y de alguna manera más diversas, mirando hacia un futuro donde quepamos todos.
Daniela, usted suma dos filmes documentales en su carrera, ¿es esa su vocación como cineasta?
A mí me gusta hacer simplemente películas y ha coincidido, en mi caso, que han sido documentales. No necesariamente es lo que me gusta en el cine, a mí me gustaría, y mucho, hacer ficción, de hecho, yo estudié ficción en la universidad.
Hay un filme suyo que está en etapa de postproducción, ¿qué puede adelantar a los lectores de EL MUNDO de él?
Estoy haciendo un corto, es de ficción. Vamos a ver cómo me va con este cortometraje.
¿Qué le aportó ese paso seguido por el documental, con Carta a una sobra y The Smiling Lombana, a su estilo de hacer cine?
De verdad, me gustó haber estado en el documental y haber aprendido también a investigar, a desvelar algo.
Yo veo en documental la forma de lograr la espontaneidad en el cine, de superar la improvisación del momento y la obligación de aprender a reaccionar frente al presente que sucede en el cine. Aunque en la ficción a uno le enseñan a planearlo todo, a veces la realidad se escapa de esa razón.