El robo del busto de Atanasio Girardot en el centro de Medellín encendió el debate sobre la cultura ciudadana y sobre qué está haciendo la Administración Municipal para preservar el patrimonio cultural.
Aunque en calles y parques de Medellín se encuentran expuestas obras escultóricas de importantes artistas plásticos locales, la ciudadanía desconoce su importancia y muchas de ellas se encuentran deterioradas.
El artista antioqueño Álvaro Marín Vieco señaló que en Medellín “hay desconocimiento de las obras de arte urbano” y argumentó que hay que “darle la preponderancia que tiene el arte en otras partes del mundo, entendiendo que Medellín no está en Europa, pero cuidando el arte como lo hacen ellos”.
Precisamente, el 10 de agosto fue robado el busto que homenajea al prócer antioqueño Atanasio Girardot entre el templo de la Veracruz y la Casa del Encuentro del Museo de Antioquia, obra del maestro Francisco Antonio Cano, elaborada en 1910 y bien de interés cultural de la nación. Al día siguiente el busto apareció. El fundidor que lo recibió en su taller decidió devolverlo.
Este robo “es un triste detonante para el debate, esta vez se recuperó milagrosamente, la próxima vez serán fundidas las obras”, según señaló Marín Vieco.
La exsecretaria de Cultura de la ciudad Amalia Londoño, quien estaba en el cargo cuando sucedió el robo, expresó que el cuidado del patrimonio escultórico de la ciudad no es una labor exclusiva de la Secretaría, “sino un trabajo mancomunado de la institucionalidad y los ciudadanos”.
Respecto a las acciones de la administración informó que la Policía, la Secretaría de Seguridad y las demás instituciones públicas y privadas, que tienen a su cuidado parte del patrimonio escultórico de Medellín, “reforzaron la vigilancia y la sensibilización para el cuidado y la protección de estas esculturas, especialmente las que son más vulnerables por su ubicación o su tamaño”, esto unido a la sensibilización “que hacemos permanentemente”.
Por su parte, Marín Vieco afirmó que “el principal problema es la falta de cultura, de respeto. Las únicas esculturas que están en buen estado son las de Botero. Hay que visibilizar las obras, las esculturas que pertenecen a la ciudad. Es mejor, y a la larga menos costoso, cuidar y dar mantenimiento periódico”. En esto coincidió con el urbanista y restaurador Álvaro Sierra, cofundador de la Fundación Ferrocarril de Antioquia.
Sierra resaltó la importancia de que las obras urbanas, como el busto de Atanasio Girardot, el cual fue trasladado al Museo de Antioquia, permanezcan expuestas al público, porque así la gente se puede acercar a la historia. Complementó que en lugar de esconder estas obras de arte hay que mejorar en temas de seguridad y cultura ciudadana.
Marín Vieco agregó que es un trabajo en dos frentes, además del cuidado y la promoción de la cultura, es necesario hacer un mantenimiento constante, pues explicó que por no hacerlo “hay obras que han desparecido, se las ha llevado el tiempo, como esculturas que había en el Cerro Nutibara”.
Londoño, igualmente, explicó que la Secretaría de Cultura es la entidad encargada de velar por la conservación y mantenimiento del patrimonio cultural, “del cual se destaca principalmente el cúmulo de bienes escultóricos que se localizan en el espacio público”.
El Decreto 883 de 2015 estableció entre las funciones de la Secretaría de Cultura “fortalecer y promover las memorias y el patrimonio que dan cuenta de la identidad individual y colectiva”.
La exsecretaria expresó que parte de sus recursos se enfocan “en las acciones tendientes a su recuperación y fortalecimiento mediante acciones de mantenimiento, conservación, restauración y puesta en valor”, aunque agregó que, en general, cada año, “los recursos que se asignan son insuficientes para atender la totalidad de los bienes de valor patrimonial que requieren de intervención, siendo necesario priorizar las acciones, dependiendo del tipo de bien, el estado del mismo y la urgencia que requiera para su intervención”.
Actualmente se está ejecutando un contrato por $700 millones con la Fundación Ferrocarril de Antioquia para la restauración y mantenimiento de bienes escultóricos del municipio, en el que se priorizó las esculturas en un estado más crítico de deterioro.
Pese a estas labores de restauración, sensibilización y cuidado, los artistas de Medellín aseguraron que son insuficientes.
¿Cuál es la importancia de las obras de arte urbanas?
El arte urbano hay que mirarlo en el contexto de la ciudad misma, en donde cada cosa tiene una función, un propósito, como resultado de un comportamiento. Desde una papelera, una banca, un espacio verde etc., cada elemento responde no solo a una necesidad, sino al anhelo de configurar un ambiente en el que el ciudadano se comporte como tal, reafirmando su civismo, puesto que de este depende en gran parte la calidad de vida en el ámbito colectivo como una referencia para las generaciones futuras. Aparte de cuestiones como la limpieza, el orden, el respeto a los usos del espacio, y otras muchas actitudes necesarias para vivir en armonía dentro de un ambiente urbano, el ser humano se distingue, o debe distinguirse, por valorar símbolos y expresiones que son celebratorias de la historia, por ejemplo; otras recuerdan los procesos sociales, políticos y de otra naturaleza que han hecho posible el presente, marcan aspiraciones de progreso, y señalan opciones para el futuro, tanto para el individuo como para la colectividad, reafirmando existencialmente la identidad y los logros alcanzados como sociedad. El arte se inscribe en esta última dimensión. Una sociedad que no tiene concepto del respeto, la ética, la educación, la ley, de las obligaciones de sus ciudadanos, es una sociedad que no puede llegar a ninguna parte.
Analizando la historia de la ciudad, por un lado, y por otro la experiencia personal como ser vivo, concluyo que ha habido momentos en que se siente esa impresión. Sin embargo, los esfuerzos siempre se han quedado cortos por muchas razones: falta de educación, falta de disciplina, falta de aplicar eficientemente las regulaciones, falta de incentivos, falta de continuidad en reafirmar lo cívico, falta de lo que usted quiera. Y ello comienza con el comportamiento de nuestros líderes políticos y sociales. Como resultado, a cada esfuerzo le ha correspondido un caos posterior que borra cualquier logro anterior. Cuando uno mira las fotos de Medellín antiguo, su centro y sus barrios, nadie puede decir que la ciudad era más caótica que el desastre en que la ha convertido su propia gente. Un ejemplo típico, aparte del arte que nadie respeta, es la arquitectura, y el urbanismo. Hemos destruido prácticamente cada barrio, cada casa y edificio, cada pulmón verde, cada plaza que podía comunicarnos el sentimiento de que en algún momento fuimos civilizados. Y seguimos tan campantes.
Y déjeme decirle esto: Yo trabajé por veinte años para un Banco de Desarrollo. Ahí me di cuenta de que el verdadero desarrollo no es reactivo, sino preventivo en el peor de los casos, y debe ser visionario en el óptimo.
No. Ni la actual, ni ninguna de las anteriores en los últimos cuarenta años. Se han gastando los dineros públicos en obras de fachada y campañas de publicidad que no corresponden con la solución efectiva de los problemas que afectan la ciudad, que son los que afectan la gente, y vicerveza. Son culpables de crear un círculo que es casi imposible romper, como el de la pobreza.
Como en el chiste, para todo problema existe una solución científica, y otra milagrosa. En Medellín, en Colombia, parece que siempre preferimos la segunda. Hay que cambiar de estrategia, porque la solución milagrosa no está funcionando. Primero que todo, no se puede seguir alimentando los problemas que tenemos, como el de la movilidad, permitir la indisciplina con el mal uso de los espacios como las aceras, las plazas y parques y entregárselas a la “informalidad”; la polución, visual y auditiva; parecemos un pueblo ciego y sordo, donde no vemos nada y todo hay que gritarlo; la corrupción que es en gran parte responsable por la construcción sin control, al punto de que los edificios se caen y se rajan; el irrespeto por el patrimonio, incluido el artístico, que lleva a personas a concebir fundir una escultura de uno de nuestros más importantes artistas para vender el material como retazo de metal. Irrespeto por todas las normas de la conducta urbana en el tráfico.