Lectura del evangelio sobre el publicano Zaqueo en clave del perdón.
Si Pablo escribió la primera carta a los tesalonicenses en el año 51 y Lucas el evangelio hacia el año 80 dado que en el 70 fue la destrucción del templo, podemos decir que Zaqueo fue uno de los tantos, para ejemplo nuestro, que llevó una vida digna del llamamiento recibido en su casa; dando a su fe toda la eficacia para cumplir todos los buenos deseos de solidaridad que él tenía con los pobres. Esta es la intención que Dios tiene también con nosotros: “Oramos siempre por ustedes, para que Dios les haga dignos de la vocación a la que os ha llamado, y con su poder, lleve a efecto tanto los buenos propósitos que ustedes han formado, como lo que ya han emprendido por la fe. (Segunda lectura)
Jesús salva desde la casa
Jericó es un punto clave en la historia mundial por ser un lugar más antiguo, caminó hacia Jerusalén, sitio privilegiado para pagar impuestos si recordamos a Mateo (Mt 9,10-13). Otro cobrador de impuestos era Zaqueo quien además de aprovecharse de muchas reformas tributarias para enriquecerse, su interior no estaba en paz cuando decidió ver a Jesús. No era sólo que el gentío le impidiera verlo, lo cual ocurre a menudo con las multitudes, sino que Zaqueo “era bajo de estatura” (moral) para encontrarse con Jesús. Lo que era un simple juego de niños, montarse a los árboles, terminó siendo su aporte personal para dejarse ver de Jesús “Al llegar a ese lugar Jesús levantó los ojos y le dijo: Zaqueo bájate pronto porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” Zaqueo se sintió comprometido por agradecimiento en bajar pronto para ir a esperarlo y acogerlo en su casa con alegría (Evangelio). Este deseo de Jesús contiene todo: el perdón, la intimidad, el compartir, y todo lo indecible que ocurre en un encuentro normal con Jesús.
Toda murmuración es excluyente
Los que murmuraban porque Jesús entró a la casa de un pecador se quedaron todos al margen de la fiesta de la salvación de un jefe corrupto que se hizo rico en el oficio de recaudar los impuestos; y la fiesta de la gratitud significada en la solidaridad con los pobres “Mira Señor voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más” (evangelio). El encuentro con Jesús da discernimiento bien sea para adecuar la rentabilidad sana de las riquezas con el compartir, como para llevar a la conversión o retribución a quienes utilizan para sus ganancias el fraude y la corrupción. Es impresionante ver como el dinero mal habido angustie más que el conseguido honradamente que da paz.
Dos sentimientos de sensatez
En toda gratitud hay dos sentimientos, el reconocimiento a Dios por vivir en nuestro corazón que es su casa y la alegría por el rescate de familia o los amigos del apego al dinero. Todos somos Zaqueos, publicanos por la avidez del dinero pero nos llegara el momento, debemos pedirlo en la oración, para que el Dios compasivo nos diga: “Hoy llegó la salvación a esta casa”, pues también nosotros somos hijos de Abraham y hermanos en Jesucristo. “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar a los que estaban perdidos” (evangelio) “porque el amado ha venido a mover el corazón de la amada para que lo acoja y nunca más viva ya sin él. (Cta. 5,2)
Para el libro de la Sabiduría un corazón agradecido como el de Zaqueo, es un corazón sensato y sabio; como pueden serlo los nuestros por la solidaridad con los pobres. “Señor tú tienes compasión de todos porque lo puedes todo; y pasas incluso por alto los pecados para llevar al pecador a arrepentirse. Señor, que amas la vida, porque tu espíritu inmortal, está en todos los seres. Por eso a los que caen, los vas corrigiendo poco a poco, los reprendes y les traes a la memoria sus pecados, para que se arrepientan de sus maldades y crean en ti, Señor” (Primera lectura)
Lecturas del domingo 31 del tiempo ordinario – ciclo c
Primera Lectura: Lectura del libro de la Sabiduría (11,22–12,2):
Salmo: Sal 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
Segunda lectura: Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,11–2,2):
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):
En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Palabra del Señor