El visionario dirigente Pérez Gutiérrez concluye que “las ciudades se están convirtiendo en escenarios de miedo donde la ciudadanía siente que los ilegales están derrotando la institucionalidad.
No cabe la más mínima duda que con la grave crisis de inseguridad y violencia que viene azotando al país en los últimos tiempos, han empezado a reaparecer flagelos delincuenciales que estaban a punto de desaparecer o extinguirse de la faz de nuestros territorios. Así se ha registrado por varios expertos y estudiosos de los fenómenos antisociales. El propio Senado de la Republica, en noticiero institucional que se publica periódicamente, hace poco informó con detalle la grave crisis humanitaria que se ha venido generando en el país a causa de los surgimientos de nuevos grupos paramilitares que están sembrando terror y zozobra en muchos escenarios de la geografía nacional, donde han estado apareciendo grupos armados ilegales de toda índole, muchos de ellos dedicados a la promoción del narco y microtrafico de sustancias alucinógenas de todo tipo y procedencia.
Ya no simplemente se han dedicado a la distribución de los producidos en nuestro país, como la marihuana y la coca, drogas que por su características son de origen natural, sino que también se ha registrado por las autoridades encargadas de atender este cruel delito que están entrando e invadiendo al país grandes y peligrosas cantidades de contrabando de drogas sintéticas que –según Marcel Gratacós, Graduado en Psicología y Máster en Psicopatología Clínica, “hacen referencia a un conjunto muy amplio de sustancias psicoestimulantes que son fabricadas a través de procesos químicos. A diferencia de los otros tipos de sustancias psicoactivas, estas drogas no se obtienen de un producto natural, sino que son sintetizadas a partir de cambios moleculares realizados en laboratorios.” Ello indica que ahora el asunto no es únicamente el conflicto que generan las drogas de origen nacional, sino que el problema se ha complicado con los enfrentamientos de poderosas organizaciones criminales de carácter transnacional que se pelean por su supremacía en los territorios, dejando de paso no sólo el ingrato legado de la drogadicción y la adicción a toda esta multiplicidad de estupefacientes que ya existen en el ilegal mercado de las sustancias prohibidas que se comercian en el país, sino que también se agranda la crisis social y/o humanitaria generada por las múltiples violencias que de dicho negocio se derivan, dejando a su paso orfandad, muerte, la desolación y el caos que se generan como consecuencia de tan nefastos y tenebrosos negocios.
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Es infortunado, pero es una realidad, el Estado ha venido perdiendo la cruenta e ineficaz guerra que se ha librado contra este tipo de organizaciones que avanzan en sus empeños criminales a pasos agigantados, sin que nada -ni nadie- pueda ponerles efectivo freno a sus horribles actos de barbarie y criminalidad.
Antes, cuando se hablaba de paramilitarismo, bacrines, grupos armados de carácter ilegal, uno podría suponer que su accionar delictual trascurría en las sitios más extremos y de difícil acceso en la geografía nacional; se tenía la creencia que ello sólo acontecía en las zonas rurales, por allá en los más lejanos y recónditos lugares de nuestra patria; ahora es un hecho que existen a lo largo y ancho de todos los territorios del país y, de manera especial, en las grandes ciudades en las que se han dedicado con especial énfasis a promover la cultura del miedo, la intriga y el terror, para facilitar sus malvadas intenciones e insanos propósitos. Estudios de eruditos y serios investigadores de nuestra problemática social han demostrado que hoy este tipo de delincuencias están a la vuelta del camino o del barrio, trasformados en bandas que cuidan y surten las “casas de vicio” vinculando en sus quehaceres a jóvenes y niños, que son por infortunio sus mayores objetivos para facilitar sus perversas prácticas.
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Consultando algunos estudios respecto de este espinoso fenómeno, conocí el trabajo “Casas de Vicio: Motores de Delincuencia”, invaluable aporte que para la comprensión de esta dramática problemática hiciera –en sus épocas de catedrático e investigador de asuntos sociales, el actual gobernador Luis Pérez Gutiérrez, quien aludiendo a este difícil asunto hace, entre otras importantes aseveraciones: “Las “Ollas” o casas de vicio son los “banqueros ilegales” que financian la violencia urbana. El microtráfico se ha apoderado de las ciudades y de la mano del microtráfico engordan los bandidos urbanos”. Y, refiriéndose al impacto negativo que estas agrupaciones generan frente al Estado, la sociedad y su institucionalidad, concluye que la reconciliación empieza por la paz en las ciudades, en sus conglomerados sociales, en cada uno de los territorios: “Si no hay paz en las ciudades no habrá paz en el país”.
Con toda razón y pleno conocimiento sobre estas temáticas tan lesivas del bienestar integral de la comunidad y las instituciones de nuestro país, el visionario dirigente Pérez Gutiérrez concluye que “las ciudades se están convirtiendo en escenarios de miedo donde la ciudadanía siente que los ilegales están derrotando la institucionalidad. Y detrás de esa delincuencia hay una economía ilegal robusta. Si las autoridades no conocen la economía de los ilegales, jamás los van a derrotar”.
Ello, a todas luces, hace que el desconcierto, la inseguridad, la violencia y la corrupción, entre otros factores que afectan la paz, sigan creciendo de manera exponencial, generado la increíble y horrenda crisis social y humanitaria que hoy se registra en nuestro país.
¡Dios Salve a Colombia!