Contrastes y adaptaciones

Autor: Sergio de la Torre Gómez
8 julio de 2018 - 12:09 AM

La moda actual es el consabido populismo . El de derecha, amigo de la plutocracia, más que el de izquierda, afecto a la pobrecía.

En una elección presidencial suelen los candidatos de oposición recrudecer sus quejas e inflar sus promesas. En la puja por el poder, que ahora se libra en los medios, las redes y la calle, todo está permitido. Desde la alegre demagogia que consuela a los marginados, la oferta de utopías y programas inviables, de obras quiméricas, imposibles de adelantar por falta de recursos. En estos tiempos, específicamente en el Trópico, es bien difícil hallar aspirantes al poder aterrizados y realistas . Otrora sí los había, sobrios y contenidos, verbigracia en la Colombia de Pedro Nel Ospina, Olaya Herrera, Eduardo Santos y los dos Lleras, cuyo prestigio se basaba en la mesura. Y así todo compromiso asumido en campaña se cumplía al pie de la letra en el gobierno, so pena de quedar como un farsante, pues la palabra dada en política, tanto como en los negocios, era sagrada.

Ejemplos de lo anterior fueron la célebre tregua ofrecida por Eduardo Santos para atemperar la “revolución en marcha” de su antecesor, cuya médula fue la reforma agraria de la ley 200. La misma que, interrumpida así, décadas después ofreció reanudar Lleras Restrepo ( discípulo fervoroso del cepalino chileno y virtual socialdemócrata Raúl Prebish, muy acatado a la sazón) con total convicción y a través del Incora, reviviendo el espíritu de la emblemática ley, a la vez que implementando la función social de la propiedad consagrada por López como principio inamovible en 1936. La citada ley 200, recordémoslo, fue relegada por López en su segundo mandato a causa de la resistencia tenaz del viejo “establecimiento”, la derecha en el agro, que ya mostraba las uñas con brotes de violencia precursores de la que vendría luego sobre el país entero , generalizada y sistemática.

Pues la pausa prometida por Santos para calmar tanta amenaza y el volver a cargar contra el latifundio ocioso e improductivo ofrecido por Lleras Restrepo se cumplieron mientras se pudo. Ninguno de los dos pasó a la historia como un charlatán. Hoy las circunstancias en el orbe han cambiado . La moda actual es el consabido populismo . El de derecha, amigo de la plutocracia, más que el de izquierda, afecto a la pobrecía, no para reivindicarla sino para explotarla políticamente. Ambas tendencias son caudillistas, refractarias a la democracia liberal que no tolera su afán de perpetuarse en el mando reeligiéndose hasta que un viraje como el de Brasil o un cataclismo social como el que se incuba en Venezuela, dé cuenta de la aventura. El de derecha, cercano al fascismo, al aislamiento y la autarquía, hostil a la inmigración, hoy campea sobre todo en el Norte industrializado, o sea en Europa y Estados Unidos, con expresiones muy claras en el Brexit, Putin y Trump. Pero al frente hay otros populismos , por lo común más escasos pero que en los últimos lustros se multiplicaron como plaga en el Tercer Mundo, aunque ahora están revertiendo en este hemisferio, la región del mundo donde mejor pelechan. Sus portavoces son seres singulares pero reconocibles por sentirse predestinados para grandes empresas y magnas cruzadas.

Vea también: Demagogia al por mayor

Padecen, o adquieren, una enfermedad debidamente clasificada por patólogos y psiquiatras: la megalomanía. La cual, estando su portador en el poder, se alimenta en el “culto a la personalidad” tan caro a los regímenes cerrados de cuño marxista y que suele rendírsele al líder máximo, como en los casos emblemáticos de Stalin, Mao y Castro. El aplauso obediente de los súbditos a todo lo que dicen o callan, la adulación continua, les hace creer que son infalibles, tanto como los Papas o como los profetas de la leyenda bíblica y los sabios esotéricos, que jamás fallaban en sus juicios y predicciones.

En el manejo del Estado hay pues populismo a un lado y otro. Deslindar a sus cultores por sus hechos y dichos no es fácil, pero admitámoslo en gracia de discusión. La catalogación en derecha e izquierda puede ser arbitraria, pues en la práctica y en el discurso a menudo ellas se entremezclan. Los que practican el populismo de izquierda florecen básicamente en Latinoamérica, donde su paradigma más reciente fue Chávez y en menor escala quienes lo plagian , como Ortega y Evo, que aún perviven. Esta tendencia en el sur del continente parece estar en crisis , por haber perdido su ascendiente en Brasil, Argentina, Ecuador y Uruguay. Ya nos ocuparemos de López Obrador, caso nebuloso pero predecible a juzgar por sus antecedentes, su conocido pragmatismo y sus conciliadoras declaraciones de ahora, cuando ya está elegido. Una cosa es la campaña y otra la responsabilidad del gobierno, en el que siempre el credo tiende a adaptarse a las necesidades.

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