Como cualquier otro lugar, La Guajira está llena de contrastes, pero hay unos que duelen más que otros. Una es ladiferencia del desierto con el mar, o de las lagunas rosadas con las montañas de sal; pero otra cosa es notar que la única pintura, el único color distinto en casi todo el recorrido para llegar al Cabo de la vela sea la publicidad de Norberto “Tiko” Gómez en su frustrado intento de llegar a la Gobernación, y otro es el contraste de grandes camionetas levantando arena o esperando afuera de alguna ranchería, con el andar lento de los indígenas que tienen que buscar el agua y el sustento en medio del desierto.

Pero si de contrastes se trata, basta con revisar lo que se dice en los medios nacionales sobre el departamento y lo que escriben sus propias comunidades. Para la gran prensa, La Guajira, como el resto del país, solo existe en la proporción que sea capaz de generar escándalo. Y de eso saben los guajiros. Uno tras otro, han desfilado por la fiscalía y la cárcel varios sus dirigentes políticos, cuyos bolsillos contrastan bastante con la pobreza de los habitantes de la región.

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Sólo en este periodo, la inestabilidad política ha sido tal que uno se demora para responder ¿quién está en la gobernación?  Contra la solicitud de los 15 alcaldes y la Asamblea de mantener en el encargo al antropólogo wayuu, Weildler Guerra, el presidente Santos escogió de la terna enviada por los partidos conservador y de la U, a la abogada Tania Buitrago quien se posesionó hace un mes, también como encargada. Una situación que se deriva de la elección atípica del año pasado en la que Tiko Gómez, con apoyo de Kiko Gómez, Oneida Pinto y sus amigos de Cambio Radical, perdió frente a Wilmer David González, quien fuera enviado en enero de este año a la cárcel por varios delitos que pusieron en duda la legalidad en su elección.

Además de la muerte de niños por desnutrición o descuido, en los últimos días lo que se supo de La Guajira fue que la procuraduría destituyó e inhabilitó por 12 años a Fabio Velásquez Rivadeneira como alcalde de Riohacha, su capital, por irregularidades en la contratación del programa de almuerzos escolares, caso porel que está detenido. Sanciones que no mitigan el hambre en las rancherías, pero que deberían servir de escarmiento para los corruptos y de llamado de atención para quienes venden el voto, sin importar que esa práctica vuelva literal el refrán de “pan para hoy, hambre para mañana”.

Pero otras son las historias que cuenta, por ejemplo, KakuwaiPütchi, un periódico de la Escuela de comunicaciones del pueblo Wayuu, que se podría traducir como el Caminante de la palabra. Un ejercicio de comunicación verdaderamente social, en el que el sentido de pertenencia a una comunidad y la proyección de su cultura, marcan el criterio. Hablan de sus sueños y de sus logros, de sus dificultades y de la manera en la que les hacen frente. Saben que la suya es una tierra llena de historia, que los une con sus antepasados, pero que además de la construcción de memoria deben ayudar a avizorar mejores horizontes para que el pueblo permanezca. Por eso, fortalecen la lengua y las costumbres, incluso utilizando las redes sociales y las herramientas tecnológicas.

Un ejercicio de la red de comunicaciones con la que el pueblo Wayuu quiere incidir en el desarrollo de La Guajira y que ojalá se mantenga por encima de los espejismos y las promesas de los políticos que han sacado provecho de su pobreza, igual que otros lo han hecho en el Chocó.

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Son los indígenas quienes ponen el mayor número de niños muertos por causas asociadas a la desnutrición y a la falta de agua potable. La riqueza del paisaje, de la sal o del carbón, no alcanza para ellos.

El proyecto de la represa del río Ranchería, con una inversión superior a 650 mil millones de pesos para generar energía y llevar agua potable y riego a la Guajira, tampoco funciona. Cinco años después de comenzar su construcción, y 15 desde que inició la contratación, solo demanda gastos de mantenimiento. Otra vez, la que sería solución a las dificultades terminó siendo fuente de corrupción, a juzgar por los informes de la Contraloría que hablan de 43 inconsistencias administrativas, muchas de ellas con responsabilidades patrimoniales y disciplinarias.

En contraste, los niños mantienen la sonrisa. Aunque a medida que van creciendo se les va borrando y su cara se torna desconfiada. El problema es que desconfían de quienes vienen de afuera y se siguen entregando a quienes, desde hace décadas, los vienen secando. Mientras tanto, el país mira para otros lados y solo vuelve la vista allí por momentos, cuando estalla un nuevo escándalo, se reporta otra muerte por desnutrición o se llama a otra campaña puntual para enviarles agua. Luego, dejan de existir como casi toda la periferia.