Se trata de un movimiento global articulado gracias al uso creativo y eficaz de las redes sociales, que, sin recurrir a la violencia, se expresa con sólidos argumentos y dominio del tema ambiental.
Ya no es simplemente cuidemos la tierra, no arrojemos basura a la calle o protejamos el medio ambiente. Ahora es: Evitemos la extinción del planeta, tal como fue el grito de millones de jóvenes, en más de 150 países del mundo, el viernes pasado. Se acabó el largo periodo en que la vida podía continuar con aparente normalidad, mientras el Acuerdo de París de 2016, sobre cambio climático, se cumple tarde mal y nunca.
Estamos en un capítulo de la historia marcado por el riesgo de catástrofes sin precedentes, el conocimiento de cómo se podrían evitar, pero, a la vez, la frustración y rabia porque, quienes tienen la posibilidad prevenir o desactivar las actuales amenazas, no lo hacen, respondiendo más a la fuerza aplastante de los intereses económicos y poniendo de lado lo que las reiteradas evidencias y el avance científico disponible, grita todos los días.
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Han sido las nuevas generaciones con su voz fresca, convencida y bien informada, las responsables de darle al mundo un contundente mensaje. No sólo a los millones de habitantes de la tierra, por medio de las multitudinarias movilizaciones del viernes 20 de septiembre, cuando llevaron a cabo la Huelga Global por el Clima, sino también a los líderes mundiales reunidos en las Naciones Unidas, con ocasión de la Cumbre por la Acción Climática realizada en Nueva York el lunes pasado. Varias cosas destacan de lo ocurrido los últimos días:
Aunque la figura más visible, responsable en buena medida de lo que está ocurriendo, es la adolescente sueca Greta Thunberg, han florecido, al lado de ella, miles de líderes juveniles, la mayoría por debajo de los 20 años, capaces de multiplicar su llamado en todos los continentes y dispuestos ejercer presión hasta ver resultados.
Se trata de un movimiento global articulado gracias al uso creativo y eficaz de las redes sociales, que, sin recurrir a la violencia, se expresa con sólidos argumentos y dominio del tema ambiental. Que aprovecha cada buena oportunidad para dejar su mensaje. Greta Thunberg evitó el avión por ser altamente contaminante y viajó de Suecia a Estados Unidos en un velero ecológico. Han conseguido aislar y dejar en evidencia a los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro, ausentes en la Cumbre por voluntad propia, como dos ruidosos jefes de estado opuestos a la indispensable acción mundial contra el cambio climático.
Son jóvenes que se sientan al lado del Secretario General de la ONU o se dirigen a los mandatarios presentes en la Asamblea General, para expresar con gran firmeza, como lo hizo Greta Thunberg, que "estamos en el comienzo de una extinción masiva…si nos fallan ¡nunca los perdonaremos! Y concluir con un enérgico: "No dejaremos que se salgan con la suya. Aquí y ahora es donde trazamos el límite. El mundo se está despertando y el cambio está llegando, les guste o no"
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Hay, en medio de esta movilización mundial tres escollos difíciles de vencer. Con muy pocas excepciones los líderes mundiales siguen siendo los mismos desde hace muchos años. Se trata de los que, teniendo amplias oportunidades para actuar más agresivamente, no lo hecho. Muchos de ellos han convertido el Acuerdo de París en letra muerta. Al mismo tiempo los poderosos intereses económicos no dan su brazo a torcer porque no pocos dejarían de existir si se pusieran en práctica las medidas necesarias. Tampoco se puede perder de vista que, aunque son millones y están en todo el mundo, se trata de un movimiento de jóvenes cuya fuerza reside en su carácter multitudinario y no en su poder económico o político. Eso sí, tienen la vida por delante y no están dispuestos a que les arrebaten el planeta, son conscientes de lo que ocurre, pronto serán una fuerza electoral muy potente, participarán en política y tendrán condiciones para escoger los dirigentes capaces de responder con acierto y sin demora a los retos del cambio climático