Ahora se venden marcadores genéticos para detección precoz de enfermedades, incluso de aquellas que aún carecen de enfoque terapéutico práctico.
Como en la antigüedad y en todos los periodos de la historia, siempre habrá malabaristas de las ilusiones humanas. Ahora, vestidos de bata blanca y con un enorme delantal de comerciante, ofrecen los servicios de las tecnologías genéticas como en un muestrario de baratijas. Uno de los componentes -argumento de venta- es la imaginación del comprador a quien se invita con la idea de prevención de enfermedades, de detección precoz, de un mejoramiento y progreso basados en la fe hacia la tecnología, una creencia que tiene muchas facetas discutibles e incompletas. Una de ellas, es la ausencia del necesario filtro de la solidez de la evidencia metodológica y científica con que se debe avalar, en términos de seriedad, la utilidad concreta de determinadas técnicas y recursos. Habitualmente, ello toma años de rigurosos procesos investigativos, de cumplimiento de altos requisitos en cuanto a los procesos de verificación y de comparación.
El “homo consuméricus”, pariente cercano del “homo económicus”, puede fácilmente equivocarse. Ser conducido, como una oveja, por medio de la propaganda y de la habilidosa publicidad, al mundo del consumismo y de la creación de imperativos y necesidades que en realidad no lo son. Son apenas conductas impuestas por la ideología y por la moda.
Ahora se venden marcadores genéticos para detección precoz de enfermedades, incluso de aquellas que aún carecen de enfoque terapéutico práctico. Elementos de predicción sobre los que se ignoran o minimizan las consecuencias de los falsos positivos y negativos, de aquellos resultados que en realidad desorientan, generando tranquilidades irracionales -falsos negativos- o conduciendo a procedimientos y medidas excesivas y no justificadas –falsos positivos- con el consiguiente costo, no sólo económico, sino también en condiciones adversas o enfermedades derivadas de la acción médica, iatrogenia.
La ideología del transhumanismo, de Savulescu y otros, tiene un adicional aspecto cómodo e insincero: su sumisión oportunista a las fuerzas del mercado, del cual se pueden obtener fáciles réditos. Sus neo-profetas repiten unas consignas de relativo impacto ante las muchedumbres: longevidad, curación para el cáncer, confort como único escenario digno de ser vivido, aumento de las potencialidades físicas e intelectuales. Eso sí, se guardan de hablar con claridad sobre lo que está en el fondo de sus imperativos filosóficos: la eugenesia, la visión utilitarista aplicada a los enfermos terminales a quienes se ofrece, bajo el equívoco slogan del “derecho a morir dignamente” la eutanasia, y la aniquilación de aquellas vidas humanas que consideran sin sentido o de calidad inferior. Incurren en la visión y actitud nazi que reprochan, sólo que con la adicional gravedad de ser conscientes de las contradicciones de su antropología errónea, como es el caso del bioeticista, activista ecologista y defensor de los derechos de los animales Peter Singer, al mismo tiempo propagandista del aborto eugenésico y de la eutanasia. Unas contradicciones colosales con las que pueden simpatizar gentes sometidas a sus reacciones emocionales primarias, a una falaz concepción de la autonomía individual y que olvidan la racionalidad y la humanidad como premisas del comportamiento y de la convivencia pacífica.
Ahora, como siempre, se necesita mucho de sensatez para evaluar en su justa medida lo que son reales logros del poder hacer de la cultura tecno-científica. Magnificarlos y manipularlos con fines comerciales es otro capítulo de deshumanización y de explotación de la ignorancia colectiva. La panacea genética no existe. Como van las cosas, parece ser una creación del mercadeo y de los empresarios de la era de la post-verdad.