Por ocurrírsele pintar jardines, no quedó su nombre entre los pintores de fama
Quién era Santiago Rusiñol me preguntarán, pocos lo conocen porque no conocemos la literatura española. ¿Quién cita más de un autor español? ¿Quién ha leído El Quijote, de Miguel de cervantes Saavedra, escrito por cierto en la cárcel, de la misma manera que Saint Exupéry escribió El Principito, y se escribieron también las primeras letras de Fidel Castro?
Santiago Rusiñol nació en la mitad del año 1861. Santiago Rusiñol es más desconocido de nosotros que cualquier otro español, porque era catalán; sus obras fueron traducidas por Jacinto Benavente.
Rusiñol fue escritor y pintor. Hombre feliz porque era de genio alegre. Y no tenía por qué serlo. Le faltaba un pulmón, le faltaba un riñón, tenía reumatismo y parálisis en un lado del cuerpo, sostenía la pipa en un rincón de la boca, con dificultad se reía de medio lado y se transportaba en burro.
Los motivos de su pintura eran los jardines de su agrado, ya cuidados, o abandonados, o simples rincones del bosque, los embellecía, buscando la poesía de los pinos, copiando un rincón tan florido que parecía fuera a aparecer una musa.
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Pero por ocurrírsele pintar jardines, no quedó su nombre entre los pintores de fama; pintar jardines, habiendo triángulos, líneas, puntos y no sé qué otros motivos artísticos, de moda en el momento…
Como escritor completó cien obras de teatro, El hombre del organillo, La alegría que pasa, La fea, La niña gorda, Las aleluyas del señor Esteban ésta sobre su abuelo que no lo dejaba pintar, ni leer, ni escribir, solo hacer cuentas. Su obra El héroe, la prohibieron en segunda representación. Censura universal.
Odiaba los médicos, cuando al fin le llegó uno, le mandó decir -“Dígale que no puedo recibirlo porque no me encuentro bien”.
En la vejez, ya minado por las enfermedades, se dedicó a la morfina. Luego dejó la morfina pero siguió con el alcohol, con el Ajenjo cuyo color prefirió al del whiskey. En el bar“La puñalada de Barcelona, pasaba las noches divirtiendo a sus amigos.
En sus últimos días tuvo que llevar un severo régimen, compró un aperitivo para quitarse las ganas de comer. Eso lo mató. Su recuerdo vive en España y se cantan sus coplas por las calles:
“No hay en España puente colgante más elegante que el de Aranjuez fue construido fue construido en el 34 el 34 o el 33”.
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