Contar los sucesos de una ciudad y administrar sus destinos comparten una misma filosofía. La de conocer pero, sobre todo, entender sus realidades, con sus complejidades, ponderar sus problemas y priorizar sus necesidades
Contar los sucesos de una ciudad y administrar sus destinos comparten una misma filosofía. La de conocer, pero sobre todo, entender sus realidades, con sus complejidades, ponderar sus problemas y priorizar sus necesidades. En Medellín ha hecho carrera, el decir que se conoce la ciudad porque se recorren las calles de los barrios populosos o porque se ven las precarias condiciones de diversos sectores de la ciudad desde la cabina de un metrocable. ¿Es suficiente un acercamiento de estas características para conocer cuál es el verdadero problema de la ciudad —o de las ciudades— si aceptamos y reconocemos las profundas desigualdades de Medellín?.
Llama la atención que una de las observaciones del último informe de Medellín Cómo Vamos a la actual administración de la ciudad es tener “un mayor conocimiento del territorio, afianzar ese conocimiento y gerenciar los desafíos de forma más descentralizada, de la mano de una comunidad comprometida y corresponsable de su propio desarrollo”. Un mensaje poderoso para quienes consideran que la presencia institucional consiste en el liderazgo y recorrido del primer mandatario en un territorio con problemas como lo hemos visto en Castilla o Altavista.
¿Con una “¡Hola, cómos estás! ¿bien o no?” es suficiente el conocer las necesidades del territorio? Seguramente esos recorridos que permiten un contacto cercano y directo con la ciudadanía pueden ayudar a mantener un amplio nivel de aprobación en los sondeos de popularidad, pero no permiten enfocarse en resolver la pregunta que debe ser transversal, no sólo a una administración, sino también por ejemplo a los medios de comunicación ¿Cuál es el mayor problema para los medellinenses?
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Por eso llama la atención que mientras en el informe de percepción ciudadana de 2016 de Medellín Cómo Vamos, la salud esté en el primer lugar en la agenda ciudadana con un 76%, pero para el 2016 la ciudad haya reducido el presupuesto para este sector en términos reales en casi 51 mil millones de pesos. Con razón los sindicatos de Metrosalud, han reclamado, por ejemplo, al ver la falta de medicamentos en sus farmacias.
El proceso de entender una ciudad tan compleja como Medellín requiere mucho más que carisma. No se entiende cuando no se está dispuesto a escuchar al diferente, por costoso —política o moralmente— que resulte. Por ejemplo, a principio de año encontré un grupo de universitarios alemanes en el Centro Cultural de Moravia. Sin perjuicios, sin miedos, ni afanes se asentaron en esta comunidad y la escucharon para entender sus necesidades. Al final supieron que con la construcción de unas escaleras en las que ellos podían participar iban a impactar a estas personas. Y lo hicieron.
Es por eso que, de acuerdo al profesor de Eafit, Adolfo Eslava, es necesario que cada vez más los mandatarios locales sepan combinar para el ejercicio de gobierno las dimensiones política, técnica y comunitaria. Solo con buenos diagnósticos y una mejor ejecución se pueden cumplir las metas trazadas en un plan de desarrollo. Porque si las ciudades no empiezan cada cuatro años, las administraciones no lo pueden hacer cada año.
El caminar sin una guía idónea no es garantía de llegar a la meta. Caperucita roja no conocía todos los riesgos del bosque por haber caminado a diario por ahí para ir hasta donde su abuela.
Además: Fernando Botero recorrió junto a Federico Gutiérrez el Centro de Medellín