Solo ahora nuestro Gobierno viene a salirse de la ropa, de una forma que de seguro repercutirá en contra de nuestra ya averiada buena imagen en el campo internacional.
A decir verdad, ha sido torpe el manejo que el Gobierno colombiano le ha dado a las relaciones con las Naciones Unidas, al extremo que hoy esos vínculos están averiados en grado sumo. No se ha distinguido el gobierno del presidente Duque por la habilidad para manejar ciertas situaciones y seguramente se ha dejado llevar por las pasiones ideológicas de algunos de los integrantes más sectarios de su partido político.
Los colombianos recordamos perfectamente el manejo que inicialmente se le dio a la paz, especialmente al de las objeciones a la ley sobre la JEP (Justicia Especial para la Paz) que tantos dolores de cabeza, por lo demás inútiles, le causó al jefe de Estado. En esta columna señalábamos el craso error que cometía el presidente al involucrarse en una acción inocua que lo desgastaría enormemente. Hoy nadie discute que así fue.
No voy a discutir si las opiniones de las Naciones Unidas, especialmente lo consignado en el informe del italiano Alberto Brunori, representante de la Alta Comisionada de la Organización de las Naciones Unidas para Colombia, sobre la situación de los derechos humanos en nuestro país, eran ciertos, discutibles o falsos o como lo expresaron desde el Gobierno: “Es una intromisión a la soberanía” “Un informe chambón” “No sé de dónde sacaron sus fuentes” “Espero que hagan mejor su trabajo la próxima vez”, al decir de la revista Semana. Todos los gobiernos anteriores han convivido con esta veeduría. Seguramente algunos funcionarios o gobernantes han tenido que observar prudente silencio o respetuosas objeciones, pero todos han manejado con diplomacia y respeto, en mayor o menor grado, las recomendaciones de esta oficina. Solo ahora nuestro Gobierno viene a salirse de la ropa, de una forma que de seguro repercutirá en contra de nuestra ya averiada buena imagen en el campo internacional.
En mi sentir el acto más desconcertante fue impedir la presencia en Colombia de Michel Forst, relator especial sobre defensores de derechos humanos, que en el próximo mes de mayo hará dejación del cargo, luego de una larga vida al servicio de la defensa de los derechos de la gente en países donde son notoriamente vulnerados. Forst es un funcionario respetable, que se ha ganado un nombre, a pesar de lo poco conocido que es en Colombia, incluso desempeñó en Francia el cargo similar a defensor del pueblo, existente en nuestra patria. El estrecho trabajo que durante más de veinte años ha sostenido Michel Forst con todas las organizaciones defensoras de derechos humanos del mundo, seguramente hará que las miradas de estos colectivos se intensifiquen en los tiempos por venir.
Antes de enfrentar al mensajero, antes de descalificar a quien nos hace observaciones, lo correcto es discutir los términos de las recomendaciones y luego corregir si ha lugar a ello.
Serenidad y diplomacia se imponen.