El convenio de formación para el empleo y el emprendimiento desarrollado por la Gobernación de Antioquia y la Unión Europea en esa subregión, se cierra este año con un balance positivo en cuanto a iniciativas para combatir la informalidad laboral.
En la vereda Peñita del municipio de Chigorodó, el licor más apetecido es el que fabrica doña Virgelina Prieto. Se llama Vinos Kelina y desde hace cerca de cinco años los empezó a fabricar después de hacer un curso de transformación de frutas y verduras en el Sena, buscando la manera de salir adelante después de que le quemaran su casa. Hoy día, su idea de negocio es una de las más maduras dentro del proceso de formación para el empleo que la Unión Europea financia en la región de Urabá con el propósito de fomentar una cultura del emprendimiento y acompañamiento a la creación y el fortalecimiento empresarial.
Su experiencia, junto a otras como la de Danny González, cuyos tejidos le han permitido generar empleo a mujeres cabeza de familia, o el de Carlos Andrés Palacio, quien viajó ocho horas en lancha desde Vigía del Fuerte para mostrar las bondades nutricionales de la Harina de Popocho, fueron mostradas el pasado 22 de septiembre en el Parque Ortiz de Apartadó, durante la Feria del Emprendimiento con la cual el convenio dio a conocer públicamente parte de su alcance.
Luis Eduardo Cuervo Tafur, gerente de Urabá y del Convenio de Cooperación Internacional Gobernación de Antioquia - Unión Europea, dijo a modo de balance que esta iniciativa de cooperación benefició a más de 25.000 personas.
“Nuestro objetivo fundamental era poder cualificar a los urabaenses en un rango de 14 a 58 años de edad, mediante cursos, seminarios, diplomados y técnicas, y nos llena de orgullo haber aportado un grano de arena para la transformación del Urabá Antioqueño”, afirmó.
El convenio, que se cerrará al finalizar el presente año, tuvo en total cuatro componentes: el de formación para el empleo, el de cultura del emprendimiento, el de competencias y derechos ciudadanos y el de escenarios para el empleo y el emprendimiento, los cuales fueron llevados mediante distintos mecanismos de participación a los once municipios de la subregión. Los resultados más tangibles fueron los entregados por los dos primeros componentes, mientras los restantes irán mostrando sus bondades en la medida en que las personas capacitadas promuevan, por un lado, la cultura de la legalidad, de la protección de los derechos laborales y el acceso a servicios sociales básicos, y por otro lado, la construcción de redes para el desarrollo del empleo digno y el emprendimiento, a partir de los contenidos generados por el proyecto.
Gabriel Elejalde Gaviria, director regional de Augura en Urabá, resaltó el componente de cualificación y capacitación del personal administrativo de las fincas bananeras en la región, uno de los componentes del convenio Gobernación – Unión Europea.
“Fue un grupo de 82 personas que estaban trabajando en la actividad como administradores de fincas. Lo que quisimos fue, mediante este convenio, darles elementos que les permitieran mejorar sus actividades y, por lo tanto, mejorar algunos sistemas productivos, administrativos y técnicos operativos de las fincas”, indicó.
Como legado, el convenio dejó a 47 jóvenes de la región formados como administradores de fincas, que pueden ocupar puestos de trabajo, no solo en Urabá sino en el Magdalena, en un sector en el que se empieza a ver la necesidad del relevo generacional.
Respecto a los contenidos, Elejalde Gaviria explicó que se hizo “un diagnóstico del sector y miramos qué nos estaba faltando, entonces nos dimos cuenta que faltaban competencias en relaciones laborales, en algunas buenas prácticas agrícolas, en manejos administrativos de presupuestos, de inventarios, entonces ahí diseñamos una temática acorde”.
Añadió que este aspecto del convenio viene a complementar una labor que se hace de tiempo atrás con el Sena, pensando en el relevo generacional. “Tenemos 25.000 trabajadores y esta es una actividad que lleva 56 años, ya hay gente que está pasando a su jubilación, otros que se han tenido que reubicar, estamos necesitando unos 600 jóvenes cada año de los que hemos formado hasta ahora unos 400”, anotó, con la salvedad de que “la gente no quiere trabajar, no en banano, sino en general en el sector agrícola en Colombia y para el caso nuestro es una problemática”.
De otro lado, Danny Esperanza Gómez, coordinadora de la Feria del Emprendimiento, explicó que este componente inició “con unas brigadas de sensibilización, buscando la gente interesada”. En estas brigadas, una por municipio, participaron más de 3.000 personas.
A partir de allí siguieron varias fases: la primera, relata Gómez, “los talleres de ideas de negocio, donde los emprendedores nos contaban su idea y se empezaba a trabajar sobre ella y a dónde querían llegar; luego de una preselección, se realizó un seminario de 40 horas construyendo el plan de negocio. Luego se pasó a un diplomado en el que se estructuró la idea de negocio, un documento donde está escrito el plan de inversiones: qué quieren y cuánto les vale”.
La coordinadora explicó que en ese proceso “encontramos gente que ya traía una idea, otros que ya estaban trabajando, se encontraron unos emprendimientos más maduros que otros”.
Al finalizar el proceso, 192 emprendedores pasaron a la fase de estructuración; de estos se seleccionaron 41 para la Feria que se realizó en Apartadó, de los cuales nueve ya están en un proceso de fortalecimiento empresarial para darle paso a la formalización, etapa a la cual está previsto que lleguen 30 emprendedores.
“No se trata solamente de que tengan una inscripción en Cámara de Comercio sino que tengan la viabilidad para sobrevivir en el mercado”, finalizó Gómez.
Carlos Andrés Palacio, Harinas del Campo. Vigía del Fuerte
Se trata de un grupo de seis jóvenes que han vivido la violencia y la falta de oportunidades. “Nos duele lo que pasa en nuestro municipio, las oportunidades no llegan y, cuando llegan, no tenemos los recursos para acceder a ellas”, afirma.
Sin embargo encontraron la manera de servirle a la comunidad a través de la Harina de Popocho. El popocho es un tipo de plátano que, después de un proceso que por ahora todavía es artesanal, lo convierten una harina rica en nutrientes.
“Nuestro producto les sirve a los niños y a los adultos mayores con altos índices de desnutrición”, afirma Carlos Andrés, quien relata cómo pusieron a prueba el producto con un grupo de niños indígenas que llegaron con cuadros de desnutrición al hospital de Vigía.
“Pedimos permiso para darles el producto y esos niños, a los 22 días, estaban ya recuperados”, asegura y añade que “nuestros ancestros la han sabido usar para la nutrición y el desarrollo de nosotros. Nos criaron con esto. Somos personas que no contamos con los recursos para comprar un tarro de leche o una vitamina”.
Palacio afirma que su meta es llevar la harina a fundaciones, hogares infantiles y hasta La Guajira. “Esperamos tener un sitio con condiciones estructurales idóneas y maquinaria para producirla en cantidad, esperamos que se nos abran esas puertas”.
Jesús Alberto Pacheco, Aceite de Coco. San Juan de Urabá
Un día, mientras pasaba unos días de descanso en las playas de San Antero, a Jesús Alberto Pacheco le ofrecieron un masaje con aceite de coco. Le cobraron 30.000 pesos y le dijeron que el masaje era gratis y el dinero era el valor del aceite.
Oriundo de San Juan de Urabá, donde se producen miles de cocos al año (él habla de 300.000), Pacheco se dijo a sí mismo que era necesario crear una empresa que produjera el aceite.
Hoy día, relata, tiene clientes de Bogotá y Barranquilla, así como la misma gente de San Antero.
A su juicio, el aceite de coco artesanal se utiliza para consumo humano, para productos de belleza y como bronceador.
Luz Marina Longa, Choco 10, Apartadó
A un grupo de agricultores, cultivadores de cacao, se les ocurrió la idea de darle un valor agregado a su cultivo. Ahora, “lo que produce nuestro cultivo de cacao lo estamos transformando y sacando chocolates y sus derivados”, relata.
Algunos de sus productos ya tienen el registro Invima y se venden en los supermercados de la región, como es el chocolate en pastillas con una concentración de cacao al 100% y una variedad de este con clavos y canela. También producen dulces y chocolatinas con un 70% de cacao.
Este emprendimiento, por ahora, tiene vinculadas a cinco personas, pero su idea, según doña Luz Marina, es vincular a otros cultivadores de cacao.
“Al comienzo fue difícil que la gente lo aceptara, pero se ha logrado abrir el mercado a través de mercadeo y degustaciones”, cuenta.
Virgelina Prieto Carvajal, Vinos Kelina. Chigorodó
Doña Virgelina no se quedó con la teoría que le dieron en el Sena sobre transformación de frutas y verduras. Tan pronto aprendió se fue a fabricar su vino y se lo dio a probar a sus vecinas. Gustó tanto que la animaron a hacer más y a venderlo. Así nació Vinos Kelina, cuyo producto se ha ido enriqueciendo a medida que doña Virgelina ha ido avanzando en su formación, al punto que ya tiene dos barriles de roble que le trajeron de Manizales (“los mismos que usa la Licorera de Caldas”, recalca) para añejar sus vinos y está trabajando en obtener el registro Invima. También quiere convertir su bodega en un lugar turístico en la vereda Peñita.
El vino es hecho de uvas que encarga a Medellín. También tiene una variedad de frutos rojos (mora, fresa y uva Isabela) y de corozo. Por ahora, está estudiando características de los vinos y trabajando junto a su esposo y una hija.
Tal vez el éxito de su vino sea que, como recalca, “soy la única que manipula la uva”.
Giniel Antonio Conde Rodríguez, Arte Vivo, San Pedro de Urabá.
Estudió dibujo con el maestro Julio Carlos Angulo y ahora Giniel Antonio Conde quiere transmitir su conocimiento. “Mi idea es crear una escuela de arte apostándole a la transformación social del municipio, para trabajar con jóvenes de escasos recursos y población vulnerable, porque últimamente estamos teniendo muchos casos de delincuencia y de drogadicción”, dice mientras dibuja a lápiz. Su sueño es tener un espacio físico donde poner a funcionar esa academia y, además, los materiales para darles a los estudiantes.
“El propósito es transmitir el conocimiento, yo cuento con el apoyo de un maestro en artes, un pintor reconocido que es el maestro Julio Carlos Angulo, del municipio de San Juan de Urabá, y otros compañeros que se han venido formando conmigo”, afirma.
Desde niño se ha inclinado por el dibujo y se ha dedicado a aprender. Añora que en el pasado existió el espacio para estudiar con el maestro Julio Carlos, un lugar que se llamaba Colectivo de Pintores, pero debió cerrar por falta de recursos. “Pero sigo dedicado dibujando y aprendiendo”, enfatiza.
Danny González, Danny Crochet Tejiendo Sueños. San Pedro de Urabá
Danny González aprendió a tejer mirando tutoriales en internet. Le gustaba el tejido. Se entretenía tejiendo. “Hacía cosas lindas que a la gente le gustaban, entonces hacía cosas por encargo”, relata. Así fue como nació su emprendimiento, uno de los más avanzados en el proceso expuesto en el convenio Gobernación – UE.
Ahora trabaja con cuatro mujeres cabeza de familia y víctimas del conflicto armado. “Personas que no tienen un estudio y, además, en San Pedro de Urabá las oportunidades son reducidas. A través del crecimiento de este proyecto surge la idea de darles empleo a ellas”, asegura.
A través de sus redes sociales, a Danny González la contactaron de una firma de vestidos de baño que fabrica la marca Quimbaya para que les diseñara una línea de bolsos y accesorios playeros. Esta es la mayor evidencia hasta ahora del crecimiento de su trabajo.
Ella ofrece bolsos tejidos, prendas, blusas, chalecos, vestidos de baño, monederos, llaveros. La materia prima que usa es trapillo, pero ha pasado por varios materiales como lana y fique. “Me di cuenta que termino en menos tiempo y que deja un acabado muy bonito”, explica. Para las prendas de vestir, trabaja con hilos que se pueden mojar sin pesar y que son frescos para el clima.
Luz Mery Sánchez, Las delicias de mi Pueblo. Turbo
Doña Luz Mery echó mano de lo que tenía en su casa: la tradición de la gastronomía del Urabá. Ella cuenta que “nuestras familias vienen trabajando preparando dulces tradicionales, a base de harina de trigo, de plátano, de yuca, mezclados con panela, esencias”. Son productos tradicionales como las cucas, los enyucados, las galletas de limón, las tortas de plátano, las cocadas. Y para la Feria de Apartadó llevó dos productos innovadores: las galletas de guayaba y el dulce de yuca.
“Es la tradición convertida en negocio”, dice. Y para lograrlo, añade, “recibimos la formación gracias a la Gobernación. Hace poco terminamos el diplomado de fortalecimiento empresarial que fue donde terminamos de estructurar como tal cómo nos podemos organizar para darlo a conocer mediante un local de sano esparcimiento, con juegos para niños y que sea atractivo”.