Si disminuyera la presión fiscal, esa informalidad disminuiría sin duda alguna, mientras que, por el lado de la criminalidad, solo habría que perseguir y encarcelar ladrones, corruptos y traquetos
En Colombia, un país inmensamente rico en tierras, climas y microclimas, se cultivan bananos en un área de 49.000 hectáreas, y aguacate en 54.000 hectáreas, mientras algunos inescrupulosos criminales ocupan mayores extensiones de tierra para negocios menos decentes, como la minería ilegal, en 95.000 hectáreas, o el cultivo de coca, en 170.000 hectáreas. Diversificación productiva y de exportaciones en un país de gente con moralidades y escrúpulos también diversificados, lo que nos lleva a tener dos grandes clases de economías: la visible, donde actúan quienes nada tienen que esconder, y la sumergida, en la cual, además de quienes actúan en la informalidad, se destacan los traquetos, los corruptos, los hampones normales, y muchos hampones de cuello blanco. Un estudio de la Universidad alemana de Tubinga, recogido por el Foro Económico Mundial (FEM), coloca a Grecia al frente del ranking de los países con mayor peso de la economía sumergida (21,5% de su PIB), seguida por Italia y España (19,8 % y 17,2% del PIB, respectivamente); completando el top-ten están Noruega, Alemania, Canadá, Australia, Reino Unido, Japón, y Holanda, aunque injustamente se ha dejado a Colombia por fuera, no obstante superarlos a todos ellos con una equivalencia de lo sumergido del 40% de su producto bruto. En efecto, el país se encuentra inmerso en una enorme “economía sumergida”, o para decirlo de otra manera, la clandestinidad, y muchas otras actividades ocultas, soportan en muy buena parte a la economía colombiana, siendo la mayoría de ellas informales -no necesariamente ilícitas- mientras otras son criminales o delictivas, cuyos principales responsables -corruptos, mineros ilegales, invisibles CEO de las multinacionales del narcotráfico (como Otoniel o John 40), y miles de traquetos “comunes y corrientes” mimetizados-, comparten en la superficie con los demás colombianos honrados. Según Anif, el tamaño de la economía informal colombiana, tanto laboral como empresarial, fue de $310 billones en 2018, mucho más que el presupuesto nacional, y a esa cifra habría que sumar, según mis cálculos, más de $80 billones por concepto de narcotráfico, $50 billones anuales que según el excontralor Edgardo Maya corresponden a corrupción -cifra superior en $9 billones al presupuesto nacional para salud-; de otra parte, la Dian valoró el contrabando del año anterior en $18 billones, aunque en este valor seguramente participan dineros del narcotráfico que ya hemos contabilizado.
Y a propósito de narcotráfico, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), Colombia produce el 70% de la cocaína en el mundo, la cual se vende al por mayor por 25.000 dólares/kilo en promedio en los EE.UU., 35.000 dólares en Europa, y casi tres veces este valor, en Australia; en los sitios de producción del país su valor es de aproximadamente 2.500 dólares/kilo, el cual va aumentando de acuerdo con las vías de tránsito hacia los mercados de destino, hasta llegar a cifras exorbitantes como las ya mencionadas. Si con cierta ingenuidad pensamos que Otoniel y sus amigos no saben de comercialización internacional, o no quieren exportar -como sucede en ambos casos con la inmensa mayoría de nuestros empresarios no cocaleros-, suponemos que venden el producto ExWorks (aprovecho para una mini lección de cotizaciones internacionales), esto es, en fábrica, obteniendo en tal caso apenas 3.293 millones de dólares anuales, equivalentes a la totalidad de las exportaciones colombianas de café y de frutas. Sin embargo, me aseguran que el Clan del Golfo es una experimentada multinacional de la droga que vende en términos DAT (Delivered at Terminal), o sea que asume todos los costos y riesgos hasta que entrega la mercancía al comprador en una terminal convenida. Siendo así, al eliminar intermediarios logra un valor cercano a 17.000 dólares por kilo, generando con sus demás socios traquetos, más de 23.000 millones de dólares anuales -6,9% del PIB-, la mitad de las exportaciones totales “sanas” de Colombia, aunque podrían esos horribles traquetos estar obteniendo una cifra mayor si comercializan en Europa y en Asia, como efectivamente parece que ocurre actualmente. Y ese buen negocio, año tras año, permite comprar más casas y más carros, blanquea más negocios, y lava más activos. ¿Qué hacer entonces para disminuir el efecto de la economía sumergida en Colombia? El país ocupa el puesto 123 entre 141 países en regulaciones gubernamentales, según el FEM, y a ello se debe la elevada informalidad laboral y empresarial; si disminuyera la presión fiscal, esa informalidad disminuiría sin duda alguna, mientras que, por el lado de la criminalidad, solo habría que perseguir y encarcelar ladrones, corruptos y traquetos. Así, la Colombia sumergida saldría a flote, y podría navegar junto a la economía decente del país.