Ante un fracaso tan categórico y con el tiempo que tiene por delante el gobierno Santos, lo que queda es plantearles a los candidatos presidenciales la pregunta por la ciencia y esperar que no cometan los mismos errores.
Los primeros síntomas de la politización de Colciencias surgieron cuando el presidente Juan Manuel Santos entraba en el último año de su primer mandato. Fue en agosto de 2013 cuando la ingeniera industrial Paula Marcela Arias se convirtió en la cuarta directora de la entidad en apenas tres años, dejando notar que el propósito planteado por el mandatario el día de su posesión, de que el futuro de Colombia se fomentaría en la ciencia, la tecnología y la innovación, se había quedado como una mera intención y que el Departamento Administrativo no iba a pasar de ser otra trinchera política. Hoy, a siete meses de entregar el cargo tras ocho años de mandato, el gobierno Santos tiene para mostrar el funesto registro de ocho directores, tras la declaración de insubsistencia, esta semana, de Cesar Ocampo Rodríguez, quien fue reemplazado, en calidad de encargado, por Alejandro Olaya Dávila.
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Lo que salta a la vista como fenómeno recurrente durante el actual Gobierno, es la inestabilidad de sus funcionarios, especialmente de los encargados de las carteras llamadas a ser las “locomotoras” del desarrollo en el gobierno de la “prosperidad”. Va un botón de muestra: el ministerio de Minas y Energía, responsable de la “locomotora minera”, cuyo lamentable estado hemos glosado reiteradamente aquí, ha tenido siete titulares. Nos resulta evidente que el mayor problema es del nominador. La presidencia ha ido de desacierto en desacierto para escoger los candidatos que ejecuten y pongan en marcha sus proyectos esenciales dentro de los cuales la gestión de Colciencias era fundamental en el empeño de llevar a Colombia a la Ocde, el “club de los países desarrollados”, para los que la ciencia, la tecnología y la innovación son el motor de su crecimiento económico.
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En vez de corregir el camino desde la renuncia del doctor Jaime Restrepo Cuartas, en 2012, o al menos para su segundo período de gobierno, el presidente Santos relegó a Colciencias a la categoría de fortín político con nombre propio, a juzgar por las declaraciones de varios de los directores salientes, quienes han señalado a Alfonso Prada, actual secretario general de la Presidencia, como el responsable de la inestabilidad en la dirección de Colciencias. Hay que recordar que los tentáculos de Prada también dejaron huella en el Sena, otra entidad por la que han pasado ocho directores durante la actual administración, él incluido. Tal inestabilidad no habría sido tan notoria si los sucesivos directores hubiesen tenido continuidad en la gestión, lo que habría sido posible si la entidad contara con una estructura de gobernabilidad sólida, basada en un plan estratégico que amortiguara los frecuentes relevos de su cabeza. Contrario a esto, lo que hubo fue el afán de cada director por imponer su agenda, incluida la de la “carrera espacial” del saliente director.
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Para una entidad como Colciencias la inestabilidad en su dirección es especialmente perversa porque el desarrollo basado en ciencia, tecnología e innovación, exige planeación y trabajo enfocado en el largo plazo para poder ver y medir resultados. Y si al cortoplacismo típico de la política se le suma el sucesivo recorte presupuestal, no solo en términos de cuantía en el presupuesto anual de inversiones, sino en términos de proporción con respecto a los países de la Ocde, el resultado es un atraso tan considerable que a los grupos de investigación se les exige autofinanciarse haciéndose recurrentes los casos de científicos que, vía alianzas o contratos, terminan trabajando para gobiernos u organizaciones extranjeras, lo que lleva a que una patente que pudo haber sido nacional, termine siendo foránea. De hecho, según cifras de nuestro colega El Colombiano, en 2017 se emitieron en Colombia 99 patentes nacionales contra 818 extranjeras, mientras un país como Chile, en el mismo lapso, emitió 700 patentes nacionales.
A la disminución del presupuesto en Colciencias se suma la precaria situación financiera de las Universidades Públicas, donde se alojan la mayoría de los grupos de investigación, formando así un verdadero círculo vicioso.
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Por este camino hemos llegado a la triste realidad en la que el objetivo de desarrollar nuevo conocimiento mediante la investigación, fomentar el progreso mediante el uso y el desarrollo de nuevas tecnologías y adelantar protocolos o soluciones innovadoras para aplicar en los distintos renglones económicos y sociales del país, se está esfumando, descuidando amplios y diversos campos de trabajo, como por ejemplo la biodiversidad de la que tanto alarde hacemos. La evidencia más deprimente de esta realidad es que el 10% de las regalías que se debían dedicar a la ciencia y la tecnología, terminó literalmente en la calle, financiando vías terciarias, porque inicialmente se desviaron recursos a proyectos ajenos a la destinación específica y luego el remedio resultó peor que la enfermedad, al hacer tan compleja la presentación de los proyectos que los recursos no se asignaban por ausencia de materia. Ante un fracaso tan categórico y con el tiempo que tiene por delante el gobierno Santos, lo que queda es plantearles a los candidatos presidenciales la pregunta por la ciencia y esperar que no cometan los mismos errores.