Las frases del senador son un estímulo más que suficiente para que Santos y sus amigos, respondan al desafío
En medio de vientos helados que presagiaban tempestad, se posesionó el Presidente Iván Duque con un llamado
a convenir un Pacto por Colombia, que consagre el consenso en las “cosas que nos unen”. Con un discurso sereno y convocante, que buscaba enfriar el encendido clima político de los últimos años y atraer las coaliciones necesarias para gobernar, el joven Presidente invitó a construir futuro, con “soluciones y no agresiones”, “donde se acaben las divisiones falaces entre amigos y enemigos de la paz, porque todos la queremos”. Hasta aquí el ambiente parecía de esperanza.
Pero entonces, en este nuevo clima de enfriamiento de las diferencias, ¿Qué significó el discurso encendido, provocador y “con espejo retrovisor” de Ernesto Macías, Presidente del Congreso? ¿Quedaron congeladas en la gélida tarde bogotana las ilusiones de los millones de colombianos que esperaban el fin de la polarización?
El senador arremetió contra la administración anterior, como en cualquier buen discurso de campaña electoral. Con una larga confrontación de cifras quiso mostrar los errores, para decirle al país y a las delegaciones extranjeras que no hubo nada bueno en los ocho años anteriores, y que es preciso dedicar el Congreso a rectificar tal cúmulo de equivocaciones.
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Por muy pacífico que parezca el retiro a la vida privada, las frases del senador son un estímulo más que suficiente para que Santos y sus amigos, respondan al desafío. Está garantizado que la confrontación tendrá nuevos episodios, el mismo ring e igual vehemencia, no habrá tregua y todo valdrá, sólo cambiarán de esquina los contrincantes, empeñados en agudizar los enfrentamientos, que tienen hastiado a un país ansioso por volver a trabajar y esperanzado en que lo dejen trabajar.
Se dirá que son palabras del senador y no del Presidente de la República, pero es inevitable recordar que, cuando se presentó la oportunidad de elegir a quien debía estar al frente del Congreso, el entonces Presidente electo intervino decididamente para impulsar al senador Macías, cuyas posiciones son bien conocidas. Los miembros de la nueva coalición recibieron el mensaje claro: “el Presidente Duque quiere que sea Macías”.
Las malas lenguas comienzan a preguntarse si en realidad hay un cambio de propósitos en busca de la paz política y el acuerdo sobre lo fundamental, o una inteligente división del trabajo entre el Ejecutivo tranquilizador y el Legislativo confrontacionista.
Algunos van más allá. Se preguntan, también, si lo dicho por el senador representa la manera de pensar de Álvaro Uribe y el contraste con lo que expuso enseguida el presidente es apenas el comienzo de un distanciamiento entre los dos, siguiendo la tradición de rápida y honda controversia entre los presidentes ya elegidos y el patrocinador que los ayudó a elegir. Los ejemplos abundan. Santos y Uribe son un caso elocuente.
El discurso de Iván Duque es propio de un buen administrador. Busca bajarle la temperatura a los ánimos y repite incesantes llamados a la colaboración. Su propuesta de Pacto Social es una buena bandera que recuerda el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau. Falta ver como lo compagina con las cargas de profundidad que anuncia el espejo retrovisor. ¿Explotarán? ¿Cuándo?
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