Estamos en el tiempo de los mesías falsos, de los idiotas útiles y de la claudicación de la inteligencia para abrirle paso a las múltiples formas de control que lo destruyen todo en su nicho.
La humanidad ha claudicado en la tarea decisiva de cuidar el alma y así hacer la vida digna de ser vivida.
Sí hemos de atender a las ideas antiguas de cultivo del alma o a la idea moderna de enriquecer el psiquismo, a partir del contacto con la obra humana, los ensayos, la literatura, el canto como forma primera de la poesía, la historia, el arte y las ciencias, tendremos que reconocer que estamos viviendo momentos de pobreza extrema. Y todo ello no obstante la enorme cantidad de medios de comunicación, la producción editorial, los museos, las salas de concierto, las posibilidades inéditas de viajar antes solo disponibles para las elites. Sin embargo, vivimos momentos donde nadie, al parecer, lee más de 50 palabras, se ha impuesto la brevedad arbitraria y se ha generalizado la simpleza, la inmediatez y la puerilidad en el juicio, la ceguera.
Ya la conversación no es el resultado de la síntesis de ideas y el debate, sino que es el prurito despreciable de un acto fugaz y evanescente que consiste en repasar las novedades de la parroquia y despotricar. La comunicación ha perdido toda profundidad, las clases dominantes, los dirigentes y los políticos hacen su agosto difundiendo lemas vacíos, frases cortas, tonterías con apariencia de sabiduría; la banalidad está destruyendo toda forma de profundidad psíquica, de habilidad para la visión comparativa, de desarrollo de perspectiva histórica y de habilidad para toda posibilidad de matización. Se ha simplificado todo esfuerzo por distinguir y cuestionar dotados de una visión orgánica de la vida y de la historia.
Con la superficialidad reinante estamos llegando al reino de la tontería generalizada, nadie quiere pensar ni construir, todo lo quieren comprar hecho y sencillamente se adoptan desgraciadas ideologías torpes que conducen a la obediencia ciega, a la esclerosis del discurso, a la citación irreflexiva para caer en la acción inmediatista y la precipitación. Todo está llevando a una cárcel enorme donde no hay opciones y la obediencia es la forma de la ignorancia y de la incapacidad de pensar por sus propios medios. Se ha impuesto un abominable recurso a la más primitiva estrategia de dominación y control; una claudicación de la racionalidad y del espíritu crítico están reinando por doquier y la ciudadanía desapareció mientras crece el rebaño que dejó de lado la capacidad de controvertir y examinar para volverse gremialización, sectorización arbitraria e inmediatista, agrupamiento ciego y pérdida total en la capacidad de tomar decisiones por sí mismo. Así la democracia es una utopía lejana. La principal claudicación es la del intelecto cuando, siendo capacidad natural de discernimiento, no se usa y se toman posiciones ciegas solo por convicciones elementales o simples y se depositan energías en defender esa posición. Esto lo podemos entonces llamar la polarización y el germen del desastre.
Estamos en el tiempo de los mesías falsos, de los idiotas útiles y de la claudicación de la inteligencia para abrirle paso a las múltiples formas de control que lo destruyen todo en su nicho, ese que es el germen de la destrucción de la sabiduría orgánica, de la inteligencia viva que dan lugar al sentido limpio del cual resultan acciones nobles y duraderas.