Luego de su participación en Wimbledon, los Alejandro ya piensan en el reto de salir campeones en la ciudad donde viven y en el torneo que siempre se mostró como un buen retorno y además necesario para retomar fuerzas o un impulso en sus carreras.

Y aunque ambos se despidieron antes de alcanzar mejores sitiales en el Grand Slam londinense, a esta altura de sus carreras saben bien que lejos de sentir frustración, son la gratitud y la satisfacción las sensaciones con las que  deben despedirse de esos certámenes.

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“Uno aprende con el paso del tiempo a valorar y dimensionar lo que logra en un deporte tan difícil y con condiciones tan adversas para nosotros por el país de donde surgimos. Cada competencia es un regalo, y siempre y cuando se cuente con el respaldo, los patrocinios y sobre todo la salud, estar en un Grand Slam ya es una experiencia increíble”, cuenta Alejandro González, eliminado en la fase clasificatoria de Wimbledon y quien es el más notable de los antioqueños en los últimos años en el circuito internacional alcanzando incluso a ser 77 del mundo y con un prometedor futuro, interrumpido en cierta medida por varias lesiones y momentos difíciles que lo desviaron un poco de su  camino rumbo a la crema y nata del tenis.

González, quien ya fue campeón del  Claro Open Medellín en 2013, siendo el único colombiano en lograrlo hasta ahora, será una de las cartas principales para quedarse con el título en esta nueva versión junto con Alejandro Falla, un veterano de la raqueta, quien también viene de disputar el qualy en Wimbledon, y luego de superar una serie de lesiones que lo mantuvieron por fuera de las canchas de forma intermitente durante los últimos meses siente que ha  fortalecido su cabeza para prolongar su notable carrera unos años más.

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“Me siento fuerte mental y físicamente. Disfruto. No pienso en cosas del pasado...O mejor sí pienso, pero de forma alegre. Lo importante es mirar hacia el futuro y conservar la disciplina para que esto nos dure más tiempo”, expresa Falla, espejo junto a González y otros tenistas como Sebastián Cabal y Robert Farah, de una nueva generación de tenistas colombianos que encuentran en un torneo como el Claro Open un inmejorable escenario para proyectar una carrera naciente en un país poco grato para los tenistas.

Por eso, la vigencia de un torneo de esta índole debe ser motivo de orgullo para la ciudad y el país, pero es también un llamado al sector privado y público, agentes necesarios para garantizar futuras ediciones, fundamental para aquellos que esperan por brillar en un deporte que tiene mucho que ofrecerle a este país.