No había cintas que cortar, gran parte del recurso de usaba en operaciones militares y en asistencia a las comunidades afectadas por las bombas o los conflictos desatados entre bandas, entonces las ceremonias de mayor solemnidad, eran los grados.
Las ciudades y sus arquitecturas cada vez más necesitadas de contenido se están enfrentando hoy a lo que será el primer reto a resolver en la siguiente década: la consciencia ciudadana. El afán desmedido por construir edificios y calles y puentes, en fin, para indicar que el desarrollo llegó, creo una masa crítica de habitantes absolutamente inconscientes, porque al entregárseles las locaciones sin contenido, la apropiación de cada intervención es casi nula. Esto implica que no sólo hay que llenar de programación y actividades que le den valor a la obra, también hay que hacerle un mantenimiento absolutamente desmedido. Quiere decir que además de resolver los inconvenientes propios del desgaste natural, la mayor parte del recurso se invierte en levantar la basura que los usuarios dejan, y en limpiar, barrer, trapear, quitar los rayones de las paredes, igualmente, en reponer las llaves, toallas, papel, bombillas, libros, lápices, colores, y todo lo que no tiene por que sacarse de estos lugares pero inexplicablemente se desaparece. “Es increíble que la gente se robe lo que ya es de ellos”, dijo una vez el maestro Fernando Botero cuando al inaugurar el Museo de Antioquia, le contaron que alguien había robado el espejo de una de sus esculturas, pero que un gran operativo logró rescatarlo. Nunca se hace consciente a la población del valor del espacio público, que es el primer elemento integrador del ciudadano con la ciudad, tampoco se hace ningún esfuerzo en educarla, porque no es de inmediato plazo el resultado de educar, y mucho menos genera eventos de inauguración.
En Medellín, durante mucho tiempo, en las épocas fuertes del narcotráfico, los eventos más importantes de la ciudad, donde se encontraba a toda la clase política, al alcalde y su equipo, a los funcionarios de alto nivel de los gobiernos, eran los grados. No había cintas que cortar, gran parte del recurso de usaba en operaciones militares y en asistencia a las comunidades afectadas por las bombas o los conflictos desatados entre bandas, entonces las ceremonias de mayor solemnidad, eran los grados. No importa el nivel, desde primaria, hasta profesionales. Era como decirle a todos los habitantes, que el camino era estudiando y no delinquiendo y además los indicadores, que luego titulaban los periódicos, eran dados en frases como: “Ayer la Universidad de Antioquia entregó 100 médicos más al País”, “La Facultad de Minas de la Universidad Nacional gradúa una nueva cohorte de ingenieros”. Es el logro que tuvimos como ciudad, y el que nos enorgullecemos todos los días, lo único que el narcotráfico nunca pudo comprar fueron los títulos universitarios, y muchos profesores fueron mártires para conservar intacta la profunda convicción que mandaba un mensaje contundente a los jóvenes: Formarse implica sacrificios, es un proceso a fuego lento, pero genera un futuro próspero. Hacía más ruido en el mundo las noticias de los carteles de las drogas, pero desde dentro nos estábamos preparando para salir adelante. Hoy casi el 90% del recaudo en los impuestos, poco más del 80% del pago de los servicios públicos y casi el 100% del recaudo por el pago de servicios públicos, la mitad de la población profesional y la mayor cobertura en educación superior del país, entre otros indicadores como una ciudad limpia, un sistema de transporte público en el que es evidente la disciplina, entre otros, hacen que todo el esfuerzo hubiera valido la pena.
Pero los nuevos mayores de edad no se han enterado aún, piensan que Medellín siempre fue próspera y galardonada, que siempre fue el ejemplo, por eso ahora estamos sumergidos en el síndrome del nieto rico, este que nunca ha tenido inconvenientes, porque siempre todo ha estado resuelto, que no ha hecho grandes esfuerzos, pues sus padres y sus abuelos ya los hicieron todos y que ahora le dan a dirigir la empresa de dos generaciones de trabajo y acaban con un legado de grandes logros en un par de años. Ciudades conscientes es la expresión con la que nos referimos a un conglomerado humano que sabe exactamente el valor y el precio de cada logro puesto en el territorio y es en lo que tenemos que trabajar hoy si queremos construir #CiudadaníaAntesQueCiudad.
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