Mientras estamos pendientes de la implosión del edificio Bernavento, debemos recordar a los damnificados de otras construcciones irregulares que llevan años con su patrimonio en riesgo y sin mucha esperanza.
La implosión del edificio Bernavento en la Loma de los Bernal está anunciada para el 23 de junio, pero podría ocurrir antes. Tiene los días contados. Cuando Atila actúe, solo quedarán en pie los dos primeros pisos para controlar los escombros de esa operación que implicará un área de cien metros a la redonda, según los cálculos técnicos. Además de los edificios evacuados antes, firmarán 800 actas de vecindad y se les pedirá a los ocupantes de esas viviendas que no estén en casa durante el proceso. Le demolición tomará apenas 4 segundos, la nube de polvo unos diez minutos y el regreso a las casas algunas horas; pero para muchas familias la recuperación tardará años. Para algunos, toda la vida.
Mientras ese edificio del occidente de Medellín otea su fin próximo, los dueños de 106 apartamentos de Altos del Lago en Rionegro esperan que la semana entrante la alcaldía les defina el futuro de esa estructura de la que fueron desalojados en febrero el año pasado, también por fallas estructurales. Como en tantas otras edificaciones, los propietarios esperan estudios técnicos que les digan si es seguro un proceso de repotenciación o es mejor tomar el camino de la demolición controlada, antes de que se caigan por su propio peso.
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Igual que los propietarios de varios edificios de Medellín, los de este proyecto en Rionegro se quejan porque quienes les vendieron con amplias sonrisas, hoy no ponen la cara. Allá también le ha tocado a la administración local asumir los costos de los estudios, las evacuaciones y los planes de contingencia. Y también se parecen las historias de quienes han tenido que pagas impuestos y créditos hipotecarios ya no con la emoción de alcanzar un sueño sino con el dolor de vivir una pesadilla.
Historias que no solo ocurren aquí sino en varias ciudades y que ponen de presente una falla estructural en la ética de los constructores. Un lastre con el que tienen que cargar quienes se ganan lo justo y cumplen las normas, por cuenta de colegas que en virtud de maximizar la utilidad asumieron riesgos y jugaron con la vida y la seguridad de sus clientes. Con cada edificio en riesgo tambalea la credibilidad de un gremio que aún no se decide a señalar sin rodeos a quienes los ponen en entredicho a todos.
Siguen siendo tímidos los pronunciamientos y generales las recomendaciones. Aún no es claro el camino para quien busca una propiedad y no quiere estar a merced de constructores e inversionistas sin bases ni estructuras morales. Y no es claro porque las recomendaciones del gremio no pasan de ser cantos a la bandera: examinar el respaldo financiero de los proyectos, la trayectoria de la constructora o la hoja de vida del equipo técnico. Todos esos ítems los ganaba con lujo de detalles un proyecto como Space, que hasta premio de diseño ostentaba. ¿Qué le aportó la experiencia de una familia constructora y con trayectoria política y gremial a su estructura? O ¿Qué garantía terminó siendo el respaldo financiero o la hoja de vida de un diseñador que hasta entonces no tenía mácula?
Un ciudadano cualquiera, un comprador promedio, requiere más que un decálogo de consejos, un gremio comprometido con la veeduría del ejercicio constructor sin importar qué cayos pise; así como un Estado que lo proteja y le haga saber que además del papel, la norma se refleja en la práctica y en los controles; pero también una sociedad que acompañe más allá del afán mediático.
De hecho, mientas miramos a Bernavento y Altos del Lago, otros edificios siguen en pie como un costoso monumento a la falta de ética. Mientras tuvieron la mirada de los medios sus desalojados propietarios recibieron un subsidio de alojamiento que pronto dejaron de percibir. En su estructura parece congelado el tiempo, como lo están los impuestos y algunos créditos hipotecarios. Unas 30 familias de Space, 70 de Continental Towers y otro tanto de Asensi, siguen con su patrimonio en vilo y esperan que la Superintendencia de Sociedades materialice la promesa de ayuda. Están pendientes de que se liquiden las empresas y que se incluyan los activos de los constructores para la reparación de las víctimas; esperan que se cumpla la orden de la Superintendencia de Industria y Comercio de reparación económica.
Cada uno de ellos vive a diario su propia angustia y su propio dolor. Lo mismo ocurrirá en Los Bernal y en Rionegro, cuando ya no sean noticia, por eso requieren de un gremio, de un Estado y una sociedad que les den cimientos y esperanza.
@HenryHoracio